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'Power' Little Mix

A las 8 de la mañana nos quitaron al fin las dichosas esposas y, en cuanto estuve liberada, salí corriendo para no llegar tarde a mi reunión.

Llegué al local sudando y agotada por el esfuerzo, me había recorrido casi media ciudad en menos de media hora, era todo un logro.

Cuando llegué, el sitio todavía estaba cerrado, así que me senté en el primer banco cercano que vi para poder recuperar el aliento.

La calle no era muy acogedora para ser sinceros, había un par de locales cerraros y otros tantos abandonados. En varias de las puertas de algunos de ellos se podían ver varias cajas y personas tiradas con sacos de dormir. Intenté no quedarme mucho tiempo mirando pero fue inevitable que una sensación de alerta se extendiera por mi cuerpo.

Aparté la vista tratando de centrarme en el local que pretendía que fuera mi futuro lugar de trabajo los viernes y sábados por la noche. No es que fuese tampoco muy acogedor, pero al menos era algo.

Tenía un letrero negro con letras blancas en las que se podía leer 'Paradise' pegado al dibujo de una silueta de una mujer, ligera de ropa, mordiendo una manzana.

Tras haber estado un rato analizando el exterior, vi que un señor corpulento abría la puerta y entraba en el sitio, así que me apresuré en levantarme y seguirle.

-¿Hola?- dije en alto al entrar por la puerta.

El sitio todavía estaba en penumbra pero enseguida escuché el sonido de una puerta abriéndose y el mismo señor apareció delante de mí.

-¿Si?

-Eh, buenos días...- me sequé un poco las palmas de las manos en los pantalones, las tenía un poco sudorosas por los nervios- Venía para una entrevista.

El señor frunció el ceño y me examinó detenidamente y sentí un leve escalofrío en mi nuca.

-¿Leyre?

Asentí.

-Hola... pasa- me hizo una seña para que avanzase hacia el despacho y eso hice- Perdona no... no te imaginaba... así.

Puse una mueca y me examiné de arriba abajo. Bueno tal vez era cierto que mi aspecto no encajaba mucho con el ambiente del local, pero no me importaba, había llegado a tal punto que ya me daba igual donde tocase, con tal de poder hacerlo en algún sitio.

Aquel hombre, de unos 40 años mal llevados, un poco desgarbado y ojeras en los ojos, me estuvo haciendo varias preguntas durante unos 10 minutos. Lo cierto es que se estaba interesando por cosas un poco extrañas pero traté de ignorar el escalofrío que todavía sentía. Necesitaba ese trabajo, por muy cutre que fuese.

Las condiciones tampoco es que fueran ideales, pero estaba dispuesto a pagarme por actuar todos los viernes y sábados por la noche.

Tardé unos segundos más de la cuenta en levantarme cuando me tendió la mano para cerrar el acuerdo. No estaba muy segura de sí debía aceptarlo, pero no tenía muchas otras alternativas, además, siempre podría dejarlo en cualquier momento porque no iba a hacerme contrato, así que tampoco tenía mucho que perder.

Al volver a casa Jacob ya no estaba y Blair tampoco, así que me di una ducha rápida, me puse el uniforme de la cafetería, unos vaqueros negros, una camiseta granate con el logo en la esquina superior izquierda y mis converses grises viejas que tenía desde los 16 años, y salí por la puerta.

Al llegar, Blair ya estaba de un lado para otro atendiendo a todos los clientes que podía en el menor tiempo posible. Mientras tanto, Dean, el otro camarero se paseaba mucho más calmado entre las mesas, tomando los pedidos que más le interesaban, es decir, los de las mesas en las que estaban sentadas varias adolescentes que no paraban de charlar escandalosamente.

-¡Dean!- escuché a Nerea gritar desde su despacho- ¡Ven aquí!

Me acerqué hacia Blair que estaba poniendo varios cafés en la barra y me reí con ella en bajo.

-Oh, oh, a alguien le va a caer una bronca- miré la cabeza de Nerea que asomaba por la puerta y, aunque el pelo negro con los mechones rosas le tapaba medio rostro, se podía apreciar que le miraba muy enfadada mientras él se acercaba cabizbajo hacia ella.

-Se lo merece, lleva paseándose por la mesa de esas chicas desde hace casi 20 minutos y yo aquí mientras poniendo desayunos sin parar.

Pocas veces había visto a Blair molesta con alguien, pero desde luego Dean era capaz de sacarle de sus casillas, lógico, a mí también me irritaba bastante.

-Vale, vete a tomar nota que ya sigo yo aquí.

Me pasé al otro lado de la barra y empecé a poner las bebidas que me iba dejando Blair en el mostrador mientras que atendía también a la fila de clientes que se ponían a un lado para hacer sus pedidos 'para llevar'.

Estuvimos así toda la mañana, escuchando por los altavoces que estaban en el techo del local a Bruno Mars. Cada día, Nerea ponía una playlist diferente para ambientar el sitio y era agradable poder trabajar con un poco de música de fondo.

A media mañana ya estaba harta de sonreír forzosamente y de decir que ya no nos quedaban magdalenas de chocolate y mi poca paciencia acabó por esfumarse cuando un chico, rubio, con un traje azul marino se puso en la cola sin dejar de mirarme descaradamente.

Me tensé enseguida y traté de llamar a Blair para que me cambiara de puesto pero se había metido en el despacho para hablar con Nerea en ese momento, así que no me quedó otra que atenderle.

-¿Qué quieres?

Jacob frunció los labios, fingiendo estar ofendido.

-¿No querrás decir? Hola, buenos días, ¿qué desea?

-No, quiero decir, ¿Qué quieres?- volví a repetir mirándole fijamente.

-Un café con leche y una sonrisa, gracias.

Le fulminé con la mirada pero no le pudo importar menos.

Me di la vuelta y empecé a preparar su pedido. Me planteé escupirle en él sin que se diera cuenta pero me contuve.

Al cabo de 30 segundos, me giré y se lo tendí de malas maneras.

-Toma. Son 2,50.

Frunció el ceño.

-Ahí pone que es 1,50...

-No, para ti son 2,50 por tener que soportarte- y sonreí descaradamente.

Me retó con la mirada y me quedé boquiabierta cuando me dio exactamente la cantidad que le había pedido y no pude contener una risita.

-¿Por qué solo sonríes cuando me incordias?- me miró con una sonrisita en los labios sin moverse de la fila.

-Es mi pasatiempo favorito- me encogí de hombros.

Y él en lugar de ofenderse, incrementó su sonrisa por mil.

-¿Qué?- pregunté enfurruñada de nuevo.

-Acabas de reconocer que soy tu pasatiempo favorito...

-¿Qué?- exclamé abriendo los ojos- ¡No! Claro que no... no es eso a lo que me refería.

-Sí, sí, sí...- hizo un gesto con la mano como quitándole importancia- Ahora intenta arreglarlo.

Bufé mirándole con odio pero ya no dijo nada más, se marchó por donde había venido y, claro, yo me quedé abochornada y malhumorada el resto del día.

Solo yo #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora