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'It's my life' Bon Jovi

Cinco meses después.

-¡NO!

Solté de golpe el micrófono haciendo que cayera al suelo. Giré la cabeza rápidamente y me encontré con la mirada enfurecida de Olimpia posada sobre mí.

Había soltado su guitarra y se acercaba dando grandes zancadas.

-¡Te he dicho que era un tono más grave!- se había colocado justo a mi lado y estaba tan cerca que podía sentir su aliento- ¿Se puede saber qué te pasa?

Miré de nuevo hacia delante y revisé de arriba abajo la partitura y tenía razón, lo había hecho mal, pero eso no significaba que pudiese hablarme de esa forma. Es más, me estaba empezando a cansar de que me hablara siempre así de mal.

-Vale, perdona- le puse una mueca- pero no me hables así, ¿tanto te cuesta decírmelo bien?

Soltó un bufido, acompañado por una cara de asco (sí, desgraciadamente también estaba muy acostumbrada a ellas) y se alejó de nuevo para colocarse en su posición que, cómo no, ocupaba el centro del escenario.

A mí nunca me había importado estar a un lado, es más, al tener que tocar el piano en algunas canciones, al estar en uno de los lados me era más cómodo acceder a él, pero, no sé explicar por qué, aquel día todo me molestaba y cuando la vi ahí en medio, recolocándose su maldito pelo perfecto, con la vista al frente y con ese aire de superioridad de siempre, estallé.

-¡No tienes por qué ser siempre así de borde! Lo sabes, ¿no?

Me levanté y fui directa a arrebatarle su micrófono dorado. Sí, dorado, era cursi hasta para eso.

-¿Pero se puede saber qué bicho te ha picado hoy?- agitó los brazos en el aire tratando de hacerse con él pero lo escondí a mi espalda y me gané una cara de odio inmensa- ¡Oye! ¿Por qué no vas a darte un paseo y te relajas un poco?

-¿Qué me relaje? ¿Yo?- me di la vuelta desquiciada sin dar crédito de lo que oía. Me lo estaba diciendo ella, la chica que se pasaba el día gritando y poniendo quejas a todo. La que vivía con una mueca de asco en la cara y no ayudaba nunca con nada.

Ahora empezaba a entender a mi prima Tami cuando decía que su hermana mayor era insoportable, pero nunca me había llegado a imaginar que fuese hasta ese punto.

-¡Sí! ¡Tú!- me sostuvo la mirada- Vete un rato a pasear que ya me encargo yo de mejorar tu desastre.

-¿Mi desastre?- Oh no, más le vale que no se esté refiriendo a mi parte de la canción.

-Sí- dejó de mirarme como si le estuviera aburriendo la conversación y tuviese miles de cosas más importantes que hacer- No solo estás cantando en un tono que no es, sino que el solo del piano suena fatal.

Y así, sin más, se alejó hacia su lado del escenario.

-Pero... tú...- me adelanté y la perseguí interponiéndome en su camino- ¡¿Pero quién te crees que eres, Olimpia?!- por unos segundos se quedó estática, analizándome, pero no dejé que me interrumpiera, esta vez no, me había cansado de aguantar sus tonterías de niña pequeña- ¡Te pasas el día dándome ordenes! ¡Todo el santo día! ¿Sabes lo agotador que es tener que escucharte? ¿Tener que aguantar tus quejas por absolutamente todo?

Cerró la boca al instante, juraría que era la primera vez que se quedaba sin palabras y no pensaba desperdiciar mi momento.

-Mira- traté de seguir un poco más tranquila- estos meses han sido... complicados... para las dos, pero creía que estábamos del mismo lado, que éramos un equipo, pero últimamente parece que tú eres la jefa y yo apenas llego al cargo de ayudante. Así que, las cosas tienen que cambiar ya, porque esto sino no va a funcionar.

No sé cuál de las dos estaba más sorprendida de lo que acababa de decir pero ambas sabíamos que no lo estaba diciendo en broma.

-¿Funcionar?- estaba analizando la frase- ¿Qué quieres decir con funcionar? ¿A dónde pretendes irte, Leyre? Sin mí no llegarías a ninguna parte.

-¿Per-perdona?- se me atragantaron las palabras, como si me acabara de dar una patada en el estómago.

-Ya me has oído. ¿Te crees que podrías triunfar si no llego a estar yo a tu lado?- Rio con condescendencia y empecé a notar un cosquilleo en la punta de los dedos que no indicaba nada bueno, porque lo único que me apetecía en ese momento era soltarle un buen puñetazo- ¡Despierta ya, Leyre! Nunca serás nada sin mí, asúmelo. Así que deja de hacerte la víctima y ve a calmarte, que te hace falta.

Y, de nuevo, me dio la espalda, como si fuese la ama del lugar y yo una mosca que le estuviera revoloteando alrededor, incordiándola, pero esto había llegado demasiado lejos, llevaba demasiado tiempo aguantándola.

Tras el fallecimiento de mi abuela pensé que lo que teníamos que hacer era permanecer unidas, por las circunstancias, así que, cuando me ofreció mudarme a Londres con ella para empezar una nueva vida persiguiendo nuestro sueño, juntas, al final aparqué mis dudas a un lado y accedí, pero nunca me habría imaginado que se volviese así de repelente.

-¿Y sabes lo que te hace falta a ti?- chillé desquiciada- ¡Buenos modales y perder esa amargura que tienes!

-¿Amargada yo?- me gritó de vuelta y habíamos conseguido que los encargados de vigilar aquel salón de fiestas entrasen corriendo a ver qué demonios pasaba- ¡Es a ti a la que le hace falta un buen polvo para espabilar! ¿Hace cuánto que no te follas a alguien? ¿Desde que aquel imbécil te dejó por otra, verdad?

Abrí los ojos como platos. No me podía creer lo que acababa de decir.

Vi por el rabillo del ojo como dos seguratas venían corriendo hacia nosotras, subiendo las escaleras a toda prisa pero seguí gritando como una loca a la que necesitan encerrar en un psiquiátrico.

-¡Vete a la mierda, Olimpia! ¡No te aguanto más!

-¡Y yo a ti tampoco! ¡Qué te jodan!- me sacó el dedo corazón- ¡Normal que nadie quiera echarte un polvo!

-¡Normal que nadie de tu familia te soporte!- la ataqué de la peor forma que se me pudo ocurrir. Pude ver a la perfección cómo su boca se cerraba de golpe y su mirada empezó a echar fuego pero me dio igual.

Esta especie de tregua que habíamos hecho no estaba sirviendo de nada. Ya hacía demasiado tiempo que se notaba que cada una quería seguir caminos diferentes. Nunca nos podíamos de acuerdo en cómo debíamos organizar las actuaciones, ni siquiera coincidíamos en qué canciones cantar, así que, supongo que era cuestión de tiempo que las cosas terminasen, pero siempre me arrepentiré de que acabaran de aquella forma tan horrible porque, al fin y al cabo, era mi prima y había estado a mi lado en momentos difíciles de mi vida, pero eso no significaba que debiese tolerar que me pisoteara siempre que quisiera.

Estaba harta de sentirme así. Harta de dejar que los demás me pasaran por encima como si nada. Harta de no sentirme valorada y no haber cumplido la promesa que le hice a mi abuela. Y, sobre todo, harta de no tener voz, porque sí que la tenía y sonaba muy bien, por cierto, y el mundo iba a empezar a oírla de una vez por todas.

Solo yo #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora