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'Brown Eyes, Brown Hair' Caleb Hearn

Me quedé ahí sentada. Con la vista clavada en el techo y tratando de ordenar mis pensamientos.

Siempre se me había dado bien ignorar los problemas. Cuando una situación me sobrepasaba, la escondía en algún rincón de mi cabeza y me auto convencía de que ya lidiaría con ella más adelante, pero lo cierto es que los problemas cada vez eran más grandes y más difícil ignorarlos.

A pesar de las miles de cosas que me revoloteaban la cabeza, había una que no era capaz de sacudir. Desde luego no era la más importante, pero sí la que más daño me estaba haciendo. Así que, saqué mi teléfono con las manos temblando y busqué su usuario en Instagram.

Llevaba sin buscar a Lucas desde que me dejó, en febrero. Tras estar casi un mes sin apenas poder salir de la cama, durmiéndome cada noche con lágrimas inundando mis ojos mientras revisaba sus fotos, sus vídeos, la gente con la que iba y pensando la suerte que tenían ellos de poder tenerle... decidí que no podía seguir así. Bueno, técnicamente fue mi abuela la que me dio el empujoncito, pero al final acabé bloqueando su contacto para no tener tentaciones.

Pero desde que Olimpia me gritó aquella frase, '¿Hace cuánto que no te follas a alguien? ¿Desde que aquel imbécil te dejó por otra, verdad?', no era capaz de pensar en otra cosa.

¿De verdad me había dejado por otra? Y si era así, ¿cuánto tiempo había tardado en reemplazarme? ¿Tan poco le había importado?

Desde luego lo que dijo mi prima no podía distar más de la realidad. Claro que me había acostado con más gente desde entonces, pero todos habían sido cosas sin importancia, así era más sencillo. Si me involucraba con personas que podían llegar a significar algo más, entonces estaría perdida y había prometido que eso no volvería a pasar. Pero no tenía por qué darle explicaciones a Olimpia, a ella no le incumbía lo que hiciese o dejase de hacer con mi vida.

Pero ahí estaba yo, casi ocho meses después, volviendo a caer en la misma trampa. Hay veces que a una le gusta martirizarse, que le vamos a hacer...

Abrí su perfil y le di a los tres botoncitos para desbloquearlo. En seguida se cargó la página y comencé a deslizar mi dedo de arriba abajo, buscando lo que rezaba por no encontrar. Pero, como todo en mi vida últimamente, eso tampoco me podía salir bien, y encontré una foto que me rompió un poquito más el corazón.

Era él, sonriente como siempre, marcando los dos pequeños hoyuelos que se le formaban en la comisura de los labios, con el pelo un poco más largo de lo que recordaba y la piel mucho más bronceada. Estaba en la playa, sentado en la arena con el mar de fondo. Pero lo importante de aquella foto no era el paisaje, ni su sonrisa inmensa que demostraba que, al contrario que yo, no podía estar más feliz. No. Lo importante era quién estaba a su lado, Alicia.

Rubia, ojos claros, tez morena, cintura pequeña y caderas anchas, con una belleza que te hipnotizaba. No tenía nada en especial, pero había algo que hacía que no pudieses despegar los ojos de ella. Su belleza era distinta, no se parecía en nada a la que tenía Blair o, si se me permite ser egocéntrica, a la mía.

Blair era atractiva en el sentido de que había algo en ella que la hacía parecer accesible, dándote la esperanza de que, si lo hacías bien, tal vez podrías conseguirla.

Yo, por el contrario, me consideraba una chica guapa, pero no de la misma manera. Mis rasgos eran finos y suaves, hacían juego con el color de mis ojos que transmitían cierta calma, pero al mismo tiempo contrastaban con mi presencia, porque lo que se veía desde fuera no era una mujer accesible, sino una chica con carácter, que hacía que el contraste fuese incluso más intrigante, más llamativo. Yo lo sabía, sabía de lo que era capaz de generar en las personas si me lo proponía, porque una no está ciega y acabas aprendiendo lo que piensa la gente de ti.

Pero Alicia era distinta, no tenía la dulzura y lo accesible de Blair, ni tenía el carácter y el contraste míos. No. La suya era una belleza más natural, de esas que hacen que te quedaras observando sin ser capaz de apartar la vista aunque te lo propusieras, pensado, ¿qué tiene?, sé que hay algo pero no puedo distinguir qué. Y eso te incita a acercarte para descubrirlo.

A pesar de todo ello, no era eso lo que me molestaba de Alicia, es decir, chicas guapas hay por todas partes y al final no es solo eso lo que importa. Lo que cautiva a una persona es la personalidad y el problema estaba en que no había una personalidad mejor que la de mi antigua amiga.

Pensaba que si vivía en la ignorancia que tal vez lo superaría. Si no sabía nada de la vida de Lucas, tal vez sería más sencillo hacer como que nada hubiese pasado, seguir fingiendo que no me habían roto el corazón. Pero estaba equivocada porque lo único que conseguí fue ir acumulando un montón de sentimientos, sin dejarles salir a la luz y cuando me topé con la cruda realidad, todo me explotó en la cara.

De repente comencé a sentir una oleada de sentimientos contradictorios en mi interior.

Tristeza porque estuviese con otra y que esa otra fuese una de las chicas por la que siempre me había dicho que no debía preocuparme. Rabia por no haberme dado cuenta antes. Impotencia por no poder hacer nada para cambiar lo que sentía. Dolor al pensar que nunca volvería a ser capaz de querer a nadie como lo quise a él.

Y me quedé ahí. Hundida en el sofá. Analizando, de forma muy caótica, todo lo que había tratado de ignorar.

Me había quedado sin casa, sin piano, sin grupo, sin familia, sin amor... Y yo, ilusa de mí, me había mudado de ciudad para alejarme de los problemas, pero los problemas te persiguen a dónde quiera que vayas, no desaparecen por arte de magia y yo tan solo quería que ese dolor del pecho parase. Necesitaba que parase.

Me levanté y fui a la cocina a por un vaso de agua. Noté las gotas frías sobre mis labios, me mojé las muñecas y recosté mi cabeza contra la pared. Traté de contar, con calma, bajando el ritmo de mis respiraciones.

Ya no lloraba, pero el dolor seguía estando presente y supuse no iba a ser nada fácil deshacerse de él, pero lo iba a intentar. Tenía que intentarlo, porque la otra opción era rendirse y no podía hacer eso porque, entonces, estaría fallándole a ella, a mi abuela, y simplemente no me lo podía permitir.

Así que cogí aire con fuerza, llené mi pecho lo máximo que pude, me sequé las mejillas y forcé una sonrisa para cuando volviera Blair.

Porque no tiene nada de malo fingir estar bien hasta que algún día consigas estarlo de verdad.

Porque me negaba a pensar que esa iba a ser mi vida para siempre, yo me merecía ser feliz y no pensaba parar hasta conseguirlo. Y si para ello tenía que poner buena cara y disimular, eso haría.

Solo yo #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora