'Insoportable' El canto del loco
Tardé un par de semanas en sentir la casa de Blair como mi hogar. La verdad que ayudó mucho que me dejara participar en todas las decisiones que se tomaban, me decía que yo no era una inquilina, que la casa era de las dos, la compartíamos, así que tenía el mismo derecho que ella a opinar sobre cómo queríamos hacer las cosas.
Lo cierto es que nos habíamos acoplado realmente bien, aunque bueno, teniendo en cuenta que la persona que tenía de referencia de convivencia era Olimpia, cualquier cosa parecía fácil.
En el trabajo también nos organizamos para repartirnos los turnos. Nerea había contratado a otro camarero pero como la cafetería iba bastante bien, no nos bajó el sueldo, así que teníamos una hora libre más al día y la aprovechaba para encerrarme a componer o, cuando no me venía la inspiración, salir a correr.
Durante esas dos semanas salí todos los días a correr, digamos que cuando estás un poco deprimida, la inspiración no suele ser tu mejor amiga.
Blair decía que no lo entendía, que se supone que es justo durante las rupturas cuando se crean las mejores canciones de desamor, pero al parecer yo siempre he funcionado al revés.
Llevaba unos 15 minutos corriendo y ya estaba sudando y con la lengua fuera. Me gustaba correr aunque no se me daba muy bien, pero me ayudaba a despejarme y, al hacerlo con música, también me servía para relajarme y eso era justo lo que necesitaba.
Pero cuando acababa de esquivar a un niño que venía en mi dirección montado en la bici, noté que alguien tiraba de uno de mis cascos y de repente dejé de escuchar a Aerosmith y fue sustituido por el ruido del parque por el que estaba corriendo.
Me giré enfadada pensando que tal vez alguno de los niños que estaban jugando a mi alrededor se había enganchado y me lo había quitado sin querer, pero lo que me encontré al darme la vuelta no fue en absoluto un niño.
Tenía delante a un chico, un poco más alto que yo, que me miraba con los ojos miel entrecerrados y una sonrisita en los labios haciendo que parecieran un poco más gruesos de lo que ya eran.
-¿Jacob, qué...?
-¿Es qué estás sorda? Llevo gritando tu nombre un buen rato.
Me señaló incriminatoriamente sin perder la sonrisa. Su tono era amable pero me lo tomé un poco a la defensiva.
-¿Perdona?- me crucé de brazos, enfadada.
-Te perdono.
Y sonrió aún más cuando abrí los ojos con la velocidad de su respuesta.
Idiota.
-Estaba ignorándote- mentí.
Sacudió la cabeza.
-No, no me estabas escuchando, que es distinto.
-Tal vez... pero ahora que lo estoy haciendo, voy a ignorarte.
Y sin más, me di la vuelta y salí corriendo como si no hubiese pasado nada, sintiéndome orgullosa por haberle dejado ahí plantado.
Pero mi felicidad fue momentánea porque me alcanzó enseguida. Ni siquiera me había dado tiempo a ponerme los cascos de nuevo.
-¿Puedes dejar de correr?
-Estoy intentando hacer deporte, así que, si no te importa, me puedes dejar en paz. Gracias- sonreí en forma de burla.
Habíamos reducido el paso y apenas estaba trotando porque sabía que si seguía corriendo no me quedarían energías para hablar al mismo tiempo.
-¿Por qué estás siempre a la defensiva?- preguntó ignorando mi petición.

ESTÁS LEYENDO
Solo yo #2
Romance*Segunda parte de la bilogía 'Solos'. El primer libro está en mi perfil* Leyre tiene las cosas muy claras, quiere ser cantante, y no piensa dejar que nada, ni nadie, se entrometa en su camino. Así que, tras una ruptura muy dolorosa y una noticia de...