ℂ 𝕒 𝕡 í 𝕥 𝕦 𝕝 𝕠 𝟙𝟝

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𝑹𝒂𝒔𝒌


Las sombras de cada uno de los miembros de la realeza se extendieron en cada pasillo, al mover la antorcha estas se deformaba creando los monstruos que se escondían en sus interiores. La nieve cubría el paisaje, se podía sentir el miedo y tensión en el aire, las preguntas del porqué pasaba aquello recorrían todo el territorio, el secreto de la familia real estaba a punto de ser descubierto, los ojos de los reinos alrededor comenzaban a ser cada vez más curiosos, presionando por diferentes flancos, toda esta situación comenzaba a ser un dolor de cabeza. 

 El rey jugaba con el reloj en sus manos, al sur entre sus montañas, aquel reino olvidado intentaba hacerlos aceptar la realidad de que aquel viejo domo que los escondía caería, por su gran estupidez al no ir a la guerra contra la isla, quería volverlo responsable de esa acción, pero él, ni ninguno de sus antepasados fue designado para cuidar, sino para reinar Rask.

Lo obligaron a ir a la capital del lugar, aún recordaba el hedor de la magia, una magia antigua y rica en poder. La mirada de él lo había helado incluso por un momento al ver cómo destruyó su castillo, tuvo miedo, o tal vez fue la inmortalidad en esos ojos tan azules y quebrados como los de un diamante. 

Luego estaban las amenazas que recibió de parte de Vallahan, junto con la de ellos, no querían que firmara el nuevo trato para poner un muro nuevo, se negaban rotundamente, por su parte la maldita corte al norte de aquella isla, enviaba a sus delegados para convencerlo, sus señores estaban seguros de hacerlo aceptar.  

La tensión caída sobre todo el lugar como una sábana oscura, no temía los demás reinos, temían a aquellos inmortales, pudo ver la avaricia en los ojos de aquellas keñas, la sed de conquista era una sombra sobre sus rostros, tenía suficiente con una guerra en sus fronteras y en las tierras más al sur y al oeste, para comenzar una aquí. 

Aquella hembra entro, sus cabellos dorados estaban trenzados y recogidos formando una corona, brillantes zafiros relucían en aquel cabello, al verla recordó aquellos ojos. 

—Debemos estar listos, su majestad.

—Sabes muy bien que no se puede elegir sin ceder algo —ella le pasó una copa con un líquido ámbar. 

—Comprendo, pero es nuestro futuro, podemos permitir que esas cortes se maten, incluso dar un empujón, son débiles aún 

—¿En serio? Tienen el caldero, había un dios olvidado entre ellos, sus monstruos fueron libres en el campo, destruyeron las legiones de ese viejo perro, sin mencionar a esas hembras, la estúpida de Amarantha nos dejó ese legado maldito, que la están despellejando sea donde esté —bebió un trago con amargura.

—Fue un error, pueden tener el caldero y cualquier maldita arma, pero hay lugares débiles que podrían servirnos, aunque tuviéramos que pagar por su libertad, su medio, su prisión, los destruiríamos, además están ellas... 

La Diosa De La Oscuridad ✴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora