ℂ 𝕒 𝕡 í 𝕥 𝕦 𝕝 𝕠 𝟙𝟠

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Las copas de los árboles se mecían afuera. Me estiré bostezando, descanse como no lo había hecho hace mucho. El sol comenzaba a aparecer. Vi las cosas que dejaron — ¿sería un extra por el alojamiento? — recordé a las dos personas, había magia a su alrededor, deslumbrante y fuerte, era como ver un manto invisible sobre sus hombros. Me puse las botas. Aún seguía impresionada, con aquella ave, no recuerdo haberla visto después, sentía que en cualquier momento volvería a caer sobre mí. 

Amarre la capa, la textura era diferente, más suave y amplia. Tome mi bolsa, al salir del cuarto se escuchaba que estaban hablando. Entre de nuevo al salón amplio, cerca de la chimenea, estaba él hombre y el ave, sentir la mirada de ambos fue brutal, había tanto poder en ellos. En los ojos del hombre, podía ver la mortalidad, aunque más atrás, entre sus sombras, ojos oscuros observaban. Tome con fuerza mi bolsa acercándome, incline la cabeza como un saludo, piensa, solo agradece y paga ahora. 

—Gracias, por permitirme estar aquí... —me acerqué dejando una buena distancia entre los tres— ¿Cuánto les debo? 

—¿Estás segura de ir ahí? —fue el ave quien preguntó, esa voz... Era la de la mujer de anoche. Asentí buscando las monedas, extendí la bolsa. 

—¿Con esto bastará? — él tomó la bolsa, pesándola con una mano, el ave extendió sus alas iluminando el lugar con su fuego. Dejó caer unas monedas sobre su mano y me lanzó la bolsa de nuevo. Aún tenía monedas dentro. 

—Lo hará, ahora ten cuidado donde te metes, porque con quien te vas a encontrar no es tan amable como nosotros —bueno, ahora sé que podría intentar matarme como ella.

—Lo tendré en cuenta, gracias —deje mi mano sobre mi corazón, inclinándome, alejándome de ellos, al salir, aquella magia volvió como tela delicada, la hice a un lado para pasar. 

El sol estaba en el horizonte, entonces tenía que seguir hacia aquella dirección, talle mis ojos dejando la capa sobre mi cabeza, continúe. A medio día el calor era insoportable, mientras más al norte iba, sentí más calor, subí la falda del vestido. Encontré algunas "ardillas" incluso creo que algunas "nueces", las abrí con la daga, de nuevo un sabor extraño. 

Avanzaba con rapidez, pasaron otros 3 días, cuando por fin vi una aldea humana, estaban construyendo, acomodé mi vestido y la capa, solo había humanos. Algunos "perros" corrían por las calles, al verme algunos enseñaron los dientes, otros simplemente observaban. Eran extraños, más pequeños que los lobos, la panza me gruñía, estaba segura de que ninguno de ellos me querría vender algo. 

Me acerqué a un puesto, el hombre ahí me vio con asco, lo imité, la sopa que estaba preparando se veía muy bien. —¿Cuánto un cuenco? 

 —No vendo a criaturas como tú —saque la moneda de bronce, se sorprendió. 

—Imagino que tampoco quiere mi dinero —a punto de retirarla, el cuenco estaba frente de mí, deje la moneda, sople y bebí 4 veces, me limpie con la manga y continué mi camino. Me retiré, pero luego de un rato escuche un las voces, ese anciano me señalaba junto con algo que aprecia ser un soldado, me hablaron, pero no me importo, lo sentí detrás de mí, me hizo girar, mi capa cayó al verme, apretó aún más el hombro. 

La Diosa De La Oscuridad ✴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora