ℂ 𝕒 𝕡 í 𝕥 𝕦 𝕝 𝕠 𝟙𝟘𝟛 Parte 2

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Era medio día tal vez, cuando deje la cama.

Camine a mi ropa ya seca, al collar colocado con cuidado sobre la tela. El último regalo de él. Lo apreciaría por toda mi vida, bese las amatistas.

Sentí un leve tirón en mi mente. Volví a vestirme guardando el collar.

Camine guiada con mi mente, viendo un hilo dorado flotar a mi alrededor, entre en un pequeño y privado comedor, la decoración era exquisita, incluso tenía un bonito balcón.

Helion, yacía sentado en uno de los lugares alrededor de la mesa, leyendo un pergamino, con otros diez cubriendo el espacio donde estaba su plato.

—Es muy tarde para el desayuno —solté, me acerque tomando asiento.

—Tuve una noche larga —tomé la tetera sirviendome lo que parecía café.

—¿Y retomas el trabajo tan rápido? pensé que disfrutas del descanso

—Lo hago para centrarme en algo más —así que ese era su modo. Bebí de mi taza, disfrutando del sabor, tomé un pan.

Las mañanas volvían a ser cálidas, jugué un poco con el borde de mi taza. Había extrañado esto. Sentir el espacio lleno de cosas brillantes, sentir la brisa cálida jugar contra mi piel.

Sus manos apenas si tocaban el papel, estaba concentrado en algo muy diferente, cuando no descansaba se le remarcaban más los ojos y su humor no era el mejor, sobre todo tendía a ponerse lo primero que encontraba, no se cepillaba el cabello y se tomaba no un café, sino un chocolate.

Porque si él tomaba café, al día siguiente le dolería la cabeza y se estaría tocando la frente, intentando aliviarlo.

Y aun así había café.

—¿De que te quieres alejar? —apartó la vista del pergamino. Su mirada quemó mi corazón al instante.

—De lo que quiero hacer —hasta su voz se escuchaba más áspera.

Alce las cejas, intentando no sonreír.

—Deberías hacerle caso a Seran —gruñó centrándose en su pergamino. —Mira como te tiene, déjalo ir Helion, tal vez luego puedas tener ese "vino"

—Ena, para —irritado, con más azúcar en sus venas qué otra cosa.

—¿Tan malo sería para ti detenerte?

—¡Si! sería malo, porque volvería a pasar por lo mismo, por segunda vez —todo pareció brillar, algunos de sus pergaminos, parecían a punto de prender en fuego.

—Necesitas una copa

—Lo que menos necesito es eso —votó el pergamino, señalando el resto. Suspiro dejando a un lado las hojas.

La Diosa De La Oscuridad ✴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora