"El tiempo y el aire son iguales, sabemos que estan aquí pero nunca los vemos"
"Con mantas de oscuridad, coronas de espinas y ojos brillantes, los dioses siguen aquí; entre sus castillos de piedra y bestias horrendas, ellos esperan el momento de vol...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Alguien a mi lado. Al volverme vi a una mujer de cabello rojizo. Quite las cobijas, las cosas seguían en donde las dejé ayer.
Vi mis brazos tersos, mis palmas suaves y limpias, pase al lado del espejo. Aquellos ojos amatistas observaban con cuidado cada línea en mi rostro.
Me acerque a la ventana curiosa por el ruido, aparte la cortina para ver la luz solar entrar, haya afuera varias legh jugaban o paseaban una con otra, compraban flores o cargaban canastas con comida.
Había decoraciones sobre los techos, vi a alguien abrir su ventana y saludarme. La imite.
—Eres tan madrugadora —aquella mujer tomó mi cabeza besando mi cabello —hoy desayunamos algo de fruta y cereales, ¿te parece Daena?
Volví la vista a mi madre, sonrió.
—Podremos ir al campo —la alegría resonaba en mi voz.
—Más tarde —la vi atarse el cabello. Vi por la ventana las calles de casa.
El desayuno fue cálido, lleno de risas y una plática relajada. Cuando llegó el momento de ir al campo, llenamos dos cestas con comida, platos y mantas.
—Se hará tarde —agarre mi sombrero y una de las cestas, cerrando la puerta corriendo detrás de mamá. —corre Daena
—¡Ya voy! —El aroma de la primavera llenaba el sitio, rostros sonrientes nos recibían, vi algunas niñas jugar con rehiletes, otras paseaban con algunas mascotas.
—¿A cuál campo iremos madre? —tomo mi brazo.
—Vamos al norte, al mictlán
—Tiene hermosas flores
—Tus favoritas —las casas se extendieron hacia arriba, con colores cálidos y mil ventanas.
—Está soleado hoy, un perfecto día de picnic
—Así es, ¿acabaste de leer tú libro?
—Si, aunque el final no fue bueno, me puso triste —me quede quieta viendo una figura en una de las fachadas.
—Encontraras otro, ese tendrá un final feliz —reaccione, jugando por el camino, contenta de estar con mamá, algunas veces no estaba, el trabajo la mantenía un poco lejos, pero en días de descanso éramos solo las dos.
Al llegar vi un valle enorme con flores amarillas, descendimos hasta estar a la sombra de un árbol, extendimos el mantel y podía jurar que esto era como un sueño.
Jugué con mi madre, danzamos y leímos para ambas, le conté historias de niños volviéndose ranas y de zorros juguetones. Trenzo flores entre mi cabello, no podía pedir más.
Vi al cielo, aquellas nubes tenían mil formas. La briza me hizo dormir poco a poco.