Capítulo 2

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Tan pronto como fue la hora yo ya salí de mi residencia a la fiesta. La casa de la familia anfitriona era impresionante, la decoración me encantaba, toques clásicos y decoraciones suaves. Dentro tampoco estaba mal, era todo muy hermoso.

-¿VonStein? ¿Eres Lícia VonStein? -me giré para encontrar a una mujer mirándome sorprendida con su abanico en mano.

-Soy yo. Es un placer... -dije con una leve reverencia.

-Vaya, sí que has crecido... ¿Ya tienes diecinueve? No veo a tus padres.

-Los he cumplido hoy mismo, mis padres no están aquí. Vine en su representación.

Ella abre los ojos de par en par pero sonríe cerrando su abanico.

-¡Que sorpresa! La última vez que te vi tenías como siete años, estás hermosa querida. Feliz cumpleaños.

Le sonreí como respuesta pero tuve que ir a saludar a los demás. Todos se sorprendieron al verme sin mis padres, se alegraban por mí y me felicitaban. Entonces anunciaron la llegada de los anfitriones. Como todos, hice una reverencia por respeto.

Ellos bajaron las escaleras de las que vinieron y se acercaron a saludarnos a todos. Volví la mirada al lugar hasta que mis ojos coincidieron con los de un joven que me miraba de cuerpo completo. Sonrió y empezó a acercarse a mí, esperé su cercanía sintiéndome acelerada y ocultando mi rostro con mi propio abanico.

-Buenas noches, señorita... -saluda sonriendo, es completamente mi tipo.

-Buenas noches... -le tendí la mano y él la agarró con delicadeza antes de besar el dorso.

-Lamento mi atrevimiento pero debo de admitir que desde que la vi entrar no pude evitar notar su belleza inexplicable.

-Gracias por el halago... -sonreí quitando el abanico de mi rostro-¿Cómo se llama usted? No recuerdo haberlo visto antes.

-Es normal que no lo haya hecho, casi nunca acepto venir a estos eventos... Mi nombre es Deimos Sigertem.

-¿Sigertem? -asiente-. Vaya, viene de buena familia. He oído de todas las buenas acciones que hacen los Sigertem.

-A mi familia y a mí nos gusta mucho ayudar, nos sentimos plenos al hacerlo. Pero no he venido a hablar sobre eso... -comenta-. Mejor dime tu nombre... me intriga saberlo.

-Pues me llamo Lícia VonStein.

-Una VonStein... Realmente es cierto lo que dicen -comenta haciéndome enarcar una ceja.

-¿Y qué es lo que dicen? -cuestioné.

Él sonríe de lado antes de acercarse un poco más y yo se lo permití.

-Que las mujeres VonStein son verdaderamente hermosas.

Mis mejillas ardieron y para ocultar mi sonrojo abrí el abanico de nuevo y lo coloqué frente a mí agitandolo un poco. Solté una pequeña risa antes de volver a mirarlo.

-¿Le gustaría bailar conmigo? -pregunta tendiéndome la mano.

Iba a tomarla con gusto cuando escuchamos gritos afuera repentinamente. Los músicos dejaron de tocar y todos prestamos atención a nuestro alrededor. Los gritos se hicieron más fuertes y entonces algo rompe uno de los grandes ventanales del salón haciendo gritar a unos cuantos.

-¡Nos atacan! ¡Pronto, todos escóndanse!

La gente a mi alrededor empezó a correr aterrados, miré a mi lado pero Deimos había desaparecido. ¿Es en serio?

Abrí los ojos de par en par cuando unos caballos saltan dentro del salón con sus jinetes armados. Agarré mi vestido para levantarlo y empezar a correr, pero los tacones lo complicaban. Miré por encima de mi hombro como uno de los enemigos mataba a varios hombres y como otros agarraban a las mujeres y se las llevaban.

Volví la mirada al frente teniendo el corazón acelerado y ganas de llorar por el miedo que sentía. Esto no estaba pasando... ¡¿Por qué justo hoy?! ¡¿Por qué aquí?!

-No escaparás.

Sentí que alguien sujetaba mi cabello y me jalaba hacia atrás, grité enseguida.

-¡No! ¡Déjame! -aquel hombre sobre su caballo reía mientras me sujetaba.

-Será mejor que cooperes, señorita... Resistirse no tiene caso.

Me atrapa por la cintura y me sube al caballo mientras me sujeta. Pataleé y golpeé pero no me soltaba. Salimos de aquella casa y me llevó donde pude ver un carruaje en donde metían a más mujeres. El lugar a nuestro alrededor era un caos, había sangre y cuerpos por todos lados. Civiles, enemigos y guerreros Meirenses muertos.

-¡Eh! Jade, aquí hay otra.

Me tira de golpe del caballo, traté de levantarme y correr pero enseguida me sujetaron del brazo y me obligaron a levantarme

-¡Suéltame! ¡O haré que te rebanen el cuello!

-Uy, que miedo. Ya, métete al carruaje.

Vuelve a tirarme dentro de este y cierra la puerta. Grita que es momento de irse, yo me levanté de nuevo y golpeé la puerta.

-¡Déjenme salir! ¡Por favor!

El carruaje empieza a moverse, alejándose cada vez más de donde debería estar. Se alejaba del lado contrario a la ciudad capital... abrí los ojos de par en par, el único lugar hacia este camino era el que conducía al reino enemigo de Adrestia... Viltarin.

-No... -murmuré drrrumbándome frente a la puerta-. ¿Nos llevarán a Viltarin?

-Así es... -dice una mujer con lágrimas-. No volveremos a ser libres, nunca.

-Nos venderán como esclavas, nos matarán injustamente -dice otra empezando a sollozar- ¡No quiero ser una esclava!

Pronto todas empezaron a llorar y yo tampoco pude evitarlo. Abracé mis rodillas y dejé que las lágrimas se derramaron de mis ojos. Vi el brazalete de Sadie en mi muñeca y luego el collar de mis padres.

¿No volvería a verlos? ¿Realmente dejaría de ser una noble para convertirme en una esclava de los Viltarin? No puedo creerlo... no puedo creer que mi primera fiesta resultara de este modo.

¡Por favor no!
Quiero ir a casa... quiero estar con mis padres. Quiero ir a Adrestia.

AUNQUE ESTEMOS ENFRENTADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora