Capítulo 4

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Me derramaron un balde con agua nuevamente y tallaron mi cuerpo con esponjas mientras que yo ya no podía seguir haciendo nada. Me había agotado con todo el forcejeo y gritos de antes. Al terminar la ducha me hicieron cambiarme, esta ropa era tan diferente a la que suelo usar... no me gusta. Me siento más esclava que nunca.

-Desde ahora aprenderás sobre las costumbres y tradiciones de Viltarin -comenta una mujer.

-¿Y a mí qué me importa aprender sobre ustedes? -respondí molesta.

-Lo quieras o no tendrás que hacerlo.

Me lleva hasta una habitación con más mujeres que estaban bailando, cantando y riendo juntas. Pero al verme todas callaron y parecieran sentir curiosidad sobre mí.

-Aquí permanecerás, no puedes salir sin el permiso del príncipe.

Rodé los ojos e hice una mueca de completo desagrado. Ella me enseña la habitación donde dormiría antes de irse. Era decepcionante, aquella habitación solo estaba separado de lo demás por cortinas, las cuales cerré de golpe y me senté en el colchón preparado para mí. Abracé mis piernas pero sujeté el collar que mis padres me habían dado.

No podía dejar de pensar en ellos ni en Sadie, tampoco podia dejar se rogar porque pudiera salir de aquí pronto. No quería seguir en este lugar...

-Oye, disculpa -giré la cabeza hasta encontrar a una chica en la entrada.

La reconozco, era una de las que trajeron conmigo, antes se veía realmente mal y temerosa... ¿por qué se veía tan tranquila?

-Lamento molestarte... solo quiero decirte que aquí no es tan malo como crees -comenta-. Si no causas problemas puedes hasta salir de aquí.

-¿Por qué me dices esto? ¿No estabas igual de temerosa que yo cuando te atraparon?

-Lo estaba... no sabía que me traerían al harén del príncipe Alexander. Siendo sincera... prefiero esto a que mi antigua vida -sonríe pero me hizo fruncir el ceño a mí.

-Estamos en tierras enemigas... ¿cómo puedes decir eso?

-Solo... tranquilízate. Estarás bien.

Ella vuelve a salir cerrando las cortinas y se va de nuevo hasta donde la música. Me levanté y miré a través de las cortinas. Realmente estás mujeres estaban felices con esto. ¿Cómo es posible?

Nuevamente las puertas se abren y dejan entrar a la misma mujer que sabía que estaba a cargo de este lugar. Ella nos mira a cada una dr nosotras pero su mirada permanece en la chica que me había hablado hace un segundo.

-Nuestro príncipe solicita tu presencia. Ve a que te preparen como se debe.

Aquella chica sonríe de oreja a oreja y vuelve a levantarse de su lugar. Dos sirvientas se la llevan enseguida y las demás mujeres murmuran chismorreos de envidia por no ser ellas. Cerré las cortinas de nuevo y volví a sentarme. Odiaba la idea de que todas estas mujeres se molestaran por no ser llamadas, ¿tanto querían estar con esa escoria?

-Jm... Ridículas.

Me acosté en el colchón y abracé una almohada hasta apretarla contra mí. Mis pensamientos dispararon pero luego dejaron de hacerlo cuando me había quedado dormida.

***

***

-Tienes que comer, una mujer débil no sirve en el harén -ordena la encargada del lugar.

Aparté la mirada, no quería comer aún así. Aquella mujer rueda los y resopla frustrada.

-Está bien, si no quieres comer no puedo obligarte a hacerlo.

Ella se va dejándome sola en esta habitación. Volví a mirar a todos lados pero abracé mis piernas, el llanto amenazaba mi garganta pero lo detuve y no lo dejé salir.

Los siguientes días fueron igual, me rehusaba a comer lo que me sirvieran; el hambre me mataba así que dormía para hacerlo pasar. Anabella, la encargada del harén, dejó de intentar hacerme comer hace tres días. Se cumplió una semana y media cuando volvió a entrar a mi habitación.

-Creí que te habías rendido ya -comenté con voz débil.

-El príncipe solicita tu presencia en sus aposentos. Tenemos órdenes de prepararte.

-No iré -respondí.

Ella mira a quienes la acompañan y asiente. Aquellas mujeres se me acercan y me obligan a levantarme, estaba muy débil como para resistirme y solo dejé que me llevaran a las duchas. Me dieron un baño a fuerzas y me cambiaron por un vestido que... en realidad era muy hermoso y cómodo.

Me pusieron joyas, maquillaje y perfume, iban a quitarme mi collar pero agarré molesta la mano de aquella mujer.

-Suéltalo.

Ella me mira, sabía que no tenía la fuerza suficiente para hacer que de verdad lo soltara, pero tal vez fue por un atisbo de empatía que decidió dejarlo puesto.

-No quiero ir... -comenté en murmullos.

-Debes hacerlo, el príncipe te está esperando -Anabella me agarra por el brazo y me hace caminar.

Cruzamos varios pasillos hasta llegar a una puerta diferente de las demás, la abren y me meten en la habitación. Cierran la puerta tras de mí antes de que yo pudiera darme vuelta y salir. Gruñí molesta y miré al frente, Alexander me mira de pies a cabeza y se empieza a acercar a mí, al instante retrocedí.

-Aléjate. No pienso hacer nada con un bastardo Viltarin como tú -espeté.

-Tampoco esperaba que lo hicieras, en realidad -responde sonriendo con un poco de gracia.

-¿Para qué me has hecho venir? -cuestioné.

Él me mira antes de darse vuelta y volver hasta una mesa baja con bandejas de plata.

-Escuché que no has querido comer desde que llegaste -me mira de reojo-. Se nota un poco.

Instantáneamente toqué mi mejilla sintiendo un poco del hueso. Sabía que estaba mal... sabía que las ojeras se notaban y estaba pálida.

-Me rehúso a comer algo que provenga de ustedes.

-¿Morir de hambre es tu idea? -pregunta destapando una de las bandejas y mostrando la comida-. ¿No prefieres mejor probar antes de juzgar?

Vi la comida, el olor ahora llegaba mucho mejor que antes. Se me hizo agua la boca y mi estómago se revolvió un poco. Olía delicioso.

-No -aparté la mirada cerrando los ojos para evitar la tentación.

-¿Segura? Está delicioso.

-Segura -mi estómago rugió haciéndome sonrojar y a él enarcar una ceja-. P..Puedes haberla envenenado o algo.

Lo miré de reojo, se veía sorprendido por mi suposición pero entonces agarra una pequeña porción y come de esta.

-No lo está, puedes creerme. En cambio, está delicioso.

Verlo comer me hizo querer hacer lo mismo. Apreté mis manos aunque él se acercó con la porción que agarró y la colocó frente a mi rostro.

-Prueba.

No quería, pero el olor era delicioso y de igual forma se veía muy bien. Mi estómago volvió a gruñir y con resentimiento agarré el plato. Comí un poco pudiendo sentir como la comida bajaba por mi garganta hasta mi estómago, mi cuerpo se estremece por la sensación un poco desagradable pero a la vez placentera por saber que finalmente dejaba de castigarle a mi cuerpo.

El sabor se hizo más fuerte y me hizo soltar un leve jadeo por lo delicioso que estaba. Alexander sonríe pero dejé de prestarle atención y volví a probar otro bocado.

-¿Ves? No está envenenado y sabe muy bien.

No respondí, pero me sobresalté cuando sentí su mano en mi espalda baja. Lo miré y luego a su brazo, él me hizo caminar de esa forma hasta la mesa pequeña y sentarme allí en uno de asientos a su alrededor.

-Siéntate y disfruta. Hay suficiente y necesitas comer.

Miré la comida antes de suspirar profundo y seguir comiendo. Tenía razón, necesito comer.

AUNQUE ESTEMOS ENFRENTADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora