Capítulo 52

256 35 3
                                    

Caminamos sin descanso, yendo y viniendo de ciudad en ciudad en busca de Alexander. Sabíamos que no podía estar muy lejos pero ya no teníamos idea de en dónde podía estar, en aquellos lugares que Anabella conocía no estaba él. No perdimos las esperanzas y preguntamos a todo aquel que pasaba si lo habían visto, era un hombre poderoso y famoso, es imposible que no lo conozcan.

-¿Algo? -pregunté cuando nos volvimos a encontrar en el centro de una ciudad.

-Nada... -responden los demás.

Todos niegan entristecidos y yo bajé la cabeza, me alejé un poco ya que necesitaba un momento a solas. Llegué hasta una fuente y me senté en el borde, mirando al agua y notando algunos peces.

¿Cómo puedo encontrar a alguien sin saber ni una pista de en donde puede estar?

Una mano en mi hombro me saca de mis pensamientos, al levantar la mirada vi a Anabella. Ella se sienta junto a mí y me abraza.

-Lo encontraremos, no te preocupes -comenta en un murmullo.

-Ya no sé dónde más buscar, Ana... ¿y si jamás lo encontramos? No quiero rendirme, pero...

-Cariño... -ella acaricia mi mejilla tiernamente-. Lo haremos, ya verás que sí.

Podía sentir el sentimiento reconfortante que mi madre me hacía sentir... pero ahora en Ana. La abracé sintiéndome mejor y como si estuviera en casa.

-¿Ya oíste? Parece ser que el reino de Viltarin cortará conexiones con las afueras -escuché.

-Eso es llevar a un reino entero a su destrucción, ¿seguro que la reina sabe lo que hace? No es por nada pero creo que su hermano estaba mejor preparado.

-Creo lo mismo, cuando fui a Viltarin el príncipe fue muy amable con los extranjeros. Pero ahora ya no podemos entrar.

Dejé de prestar atención a algo que ya sabía, Ana y yo nos levantamos decididas a regresar con los demás.

-Hablando del príncipe... estoy seguro de haberlo visto deambulando por la ruta, saliendo de aquí, la noche anterior.

Nos detuvimos en seco y giramos para ver a quienes hablaban de Alexander.

-¿Seguro? ¿No te habrás confundido?

-Muy seguro, era él. Iba hacia el norte, solo Dios sabrá a dónde, se veía muy deprimido y estaba herido, pero no quería aceptar mi ayuda y solo siguió caminando.

-No es de extrañarse, los bandidos lo ven como un gran saco de oro y joyas. Es muy probable que se haya encontrado con muchos a estas alturas, es más, quizás y esté peleando con más bandidos ahora.

Miré a Anabella enseguida y ambas asentimos estando de acuerdo en que tendríamos que ir más rápido si queríamos alcanzarlo.

-Vamos, rápido -dice Ana.

Las dos salimos corriendo de regreso hasta los demás para contarles lo que habíamos escuchado, pero yo estaba aún más desesperada y con el corazón latiendo muy fuerte.

-Darren, necesito a Koa.

-¿Qué? ¿Qué pasa? -pregunta él.

-Es Alexander, tenemos un rastro -dice Anabella-. Pero, Zaria... no puedes ir así sin más.

-Iré. Si no lo hago puedo perderlo de nuevo y no quiero que eso pase otra vez -respondí con la voz llorosa pero tratando de sonar firme.

-Voy contigo -Darren mira al lacayo y le indica que prepare a ambos caballos-. Así no irás sola.

-Gracias... -dije suspirando aliviada.

-Nosotros nos quedaremos aquí a esperar, tenga cuidado.

Darren y yo asentimos, los caballos estuvieron listos y ambos nos subimos. Agarré las riendas de Koa con fuerza y mirando hacia el norte, suspiré un poco.

AUNQUE ESTEMOS ENFRENTADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora