Capítulo 42

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Me habían mandado a tomar un baño y dado ropa que me hacía recordar que ahora era una sirvienta por completo. La familia para la que trabajo ahora es la familia Drach, una de las más poderosas de este reino. Me han otorgado la tarea de acompañar a la hija menor del señor Drach, Tanith, aquella niña que vi al llegar.

-Y estas son mis muñecas. Papá me compra una por cada viaje que hace -sonríe mientras me da un recorrido por su gran habitación.

-Sí que son muchas... -murmuré mirando a mi alrededor-. Su padre viaja mucho, ¿no es así?

-Sí, siempre tiene trabajo que hacer y por eso lo hace -se sienta en su cama sonriendo.

-¿Y su madre? -pregunté por curiosa.

-Hm... papá dijo que se fue a un viaje más largo pero no quiere hablar mucho de eso.

En lo primero que pensé fue que su madre había fallecido... no pude evitar sentirme mal por ella y su familia al pensar en esto. Un llamado a la puerta nos hace voltear la mirada.

-Señorita Tanith, es la hora de sus medicamentos -una mujer entra a la habitación con una bandeja de plata que tenía un jarabe sobre ella.

La niña inmediatamente hace una mueca de asquerosidad pero procura esconderla y sonreír nuevamente.

-Sí, claro Mariam -la mujer agarra la medicina y le da la dosis.

La pequeña volvió a hacer otra mueca pero igualmente sonrió y le devolvió el jarabe a la mujer antes de bostezar. La mujer la arropa y se me acerca tratando de no hacer mucho ruido.

-Está muy cansada, debe dormir un poco... -dice aquella mujer para hacerme salir.

-¿Qué le pasa? ¿Qué es esa medicina? -pregunté mientras caminaba.

-La señorita tiene una enfermedad muy rara... hacemos todo lo posible para que se recupere pero los médicos no tienen mucha fe -comenta con cierta tristeza en su tono de voz.

-¿En serio? ¿Qué tan malo es? -volví a preguntar.

-Pues...

-Miriam -volteamos a ver al hermano mayor de Tanith, quien se acercaba a nosotras.

-Joven... -Miriam se inclina pero yo me mantuve firme aunque aquel hombre me miraba, pero pareció dejarlo pasar e ignorarme.

-Estoy buscando a mi padre, ¿no lo has visto? -pregunta él.

-El señor está muy ocupado, partirá a un nuevo viaje mañana y pidió no ser interrumpido.

-De nuevo... -murmura él decepcionado-. Dijo que se quedaría para el cumpleaños de Tanith.

-Le surgió de imprevisto.

El hombre niega con la cabeza mientras hace una mueca pero resopla cansado.

-Está bien. ¿Puedes subirme la cena luego?

-Por supuesto que sí, joven.

-Gracias...

El hombre vuelve a mirarme un segundo antes de darse la vuelta e irse. Miriam se dirije hacia mí.

-Cuando estés en presencia del señor y sus hijos debes inclinarte -me regaña.

-Vengo de una familia de nobles poderosos. Sin importar en qué posición esté... jamás me inclinaré ante nadie voluntariamente.

Empecé a alejarme de ella para ir a otro lado más alejado, no sé me era permitido salir de los terrenos de esta mansión pero podía pasear un poco. Me encontré con una puerta que me llevaba hasta afuera y pude ver un patio enorme donde estaban los caballos y el pony de la pequeña.

-¡Ja! ¡Volví a ganar!

-¡No se vale, hiciste trampa!

Dos voces llamaron mi atención y fue cuando vi a unos chicos, aparentemente de mi edad, sobre caballos llegando hasta aquí. Uno de ellos aparta la mirada hasta verme y su sorpresa fue genuina.

-¿Quién eres tú? Jamás te he visto -comenta aquel chico.

-¿Cómo te llamas? -pregunta el otro.

-Soy Za...

Me quedé en silencio por un momento al no saber que responder. ¿Era Lícia o Zaria? Estaba tan apegada a mi nuevo nombre que no sabía cuál usar ahora. Pero al usar el nombre que Alex me ha dado era como caer de nuevo, recordarlo cuando me llaman de esa forma y ocasionarme gran tristeza.

-Lícia... Mi nombre es Lícia. El señor Drach me ha contratado como nueva sirvienta.

-¿Papá está aquí? -ambos se miran sonriendo- Seguro vino para el cumpleaños de Tanith, sabía que no nos defraudaría.

Pensaba decirles la verdad pero eso era algo que no me concernía a mí, por lo que me quedé en silencio. Ambos se bajan de los caballos pero uno de ellos se me acerca con una sonrisa más "coqueta".

-Y... Lícia, ¿cuántos años tienes?

-Diecinueve años.

-Tienes nuestra edad -sonríe-. Que coincidencia...

Me aguanté mi mueca sarcástica pero sí me alejé unos pasos de aquel chico y su hermano.

-Tengo cosas que hacer, adiós.

Me fui antes de que pudieran siquiera responder. Volví dentro de la casa y resoplé agotada, en realidad no tenía nada que hacer por lo que decidí en ir a la habitación que me habían asignado y acostarme en la cama. Miré por la ventana un segundo y me fue imposible no recordar a quienes dejé atrás. Incluso Alex.

-Ganó... -murmuré-. Idalia logró lo que quiso, ella ganó y yo perdí...

Lo perdí todo, una vez más.

AUNQUE ESTEMOS ENFRENTADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora