Capítulo 26

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Con los días el sol se hizo más cálido y la nieve empezó a derretirse. El verde empezó a hacerse notar pero no solo eso, las flores también volvieron a florecer y llenar los alrededores con su belleza.

Salí al jardín estirando a Alex mientras ambos sonreíamos. Observamos las flores por todo el castillo con fascinación, volví a estirarlo y lo llevé hasta los establos. Anthas y Koa estaban listos, yo me acerqué al segundo y acaricié su cabeza a la vez que a escondidas le daba una manzana verde.

-¿Necesitas ayuda? -pregunta Alex sonriendo.

-Gracias, pero por esta vez no -me pusieron una butaca, me subí en ella apoyando de igual forma en el estribo de la silla y me subí de un salto.

Alex me mira pero su sonrisa se hace más amplia por un momento antes de subir también.

Hicimos que los caballos empezaran a galopar. Salimos del castillo y luego del pueblo, cruzamos el puente hasta desviarnos del sendero luego de este. Entramos al bosque y encontramos de nuevo las enredaderas, solo caminamos al entrar y volví a observar maravillada el lugar al verlo con las flores cubriendo todo.

-Tenías razón, en primavera este lugar es aún más hermoso.

Alex se baja de Anthas y deja que paste libremente por este lugar. Se me acerca y me ayuda a bajarme manteniéndome cerca y con sus manos en mi cintura. Estando en el suelo tuve que levantar la mirada para verlo mejor y suspiré al contemplar su atractivo rostro.

-Vamos -tomé su mano.

Ambos caminamos hasta el puente principal y pasamos por este. Me detuve para mirar por el borde y notar a los peces nadando por allí. El agua era tan cristalina que podía ver todo y qué tan profundo es.

Alex se coloca a mi lado, rodeando mi cintura con un brazo. Me ericé de nuevo y lo miré sonriendo. Volvimos a caminar hasta estar en el suelo de mármol pulido, se veía tan limpio y reluciente que pareciera como si se hubiera limpiado todos los días.

-Mi padre lo mandó a construir para mamá, cuando aún eran jóvenes -comenta Alex.

-Es un regalo tan hermoso, tu padre sí que sabe conquistar a una mujer -respondí mirando el paisaje desde el borde.

Alex no dice nada pero lo sentí acercarse y tomarme por la cintura desde atrás.

-¿No crees que lo heredé de él? -pregunta en mi oreja.

-Hm... no lo sé -bromeé-. Esto que hizo tu padre es casi imposible de comparar.

Me giré dándome la vuelta y caminando de espaldas. Alex me mira un poco sorprendido pero sonríe y me perseguide.

-Zaria, te construiría un castillo entero de diamante si me lo pidieras.

-¿Ah sí? -pregunté dándome la vuelta pero él toma mi mano y me hace girar hasta chocar contra su pecho.

-Por supuesto.

-Eso sería algo hermoso... pero, no es lo que me interesa -respondí.

-¿Qué es entonces? Dime lo que quieres y lo tendrás. Cumplir tus deseos será un placer para mí.

Mis mejillas arden y sabía que me había sonrojado. Alex hablaba tan encantadoramente que mi corazón se aceleraba.

-Pues... no lo sé. Quizás y solo quiera con quien compartir ese castillo.

Alex me sonríe y se acerca a mí, hasta rozar nuestros labios y hacerme desearlo más.

-Como dije... lo que pidas, es tuyo.

Une nuestros labios de una forma tan pasional que me dejó sin aliento muy rápido, su mano acaricia mi mejilla y la otra en mi cintura me acerca aún más a él. Las mías no se quedan quietas y las pasé por su cuerpo hasta sus hombros para sostenerme.

Pronto empezamos a agachar nos hasta caer al suelo sentados. Alex se recuesta contra un pilar y me deja sobre él, con mis rodillas a ambos lados de su cuerpo. Nos separamos jadeando, él acaricia nuevamente mi mejilla pero observa que mi hombro ahora estaba descubierto porque la tela de mi vestido que lo cubría se había caído a un lado.

Se acerca y besa mi hombro haciéndome cerrar los ojos y disfrutar de su roce. Sus besos pasan a mi cuello, permanece en mi clavícula. Levanta la mirada hasta verme el rostro pero baja y besa mi pecho, mis manos se aferraban a él, me sentía ansiosa y emocionada de nuevo. Quería que siguiera...

Sus manos se pasean por mi espalda mientras me sujeta, evitando que me alejara de él. Me empuja hasta que tuve que apoyar mis manos en su pecho para no aplastarlo, permanecimos tan cerca el uno del otro; Alex besa mi mejilla y vuelve a bajar, besa mi mandíbula y se acerca a mi oreja.

-Me encantas, princesa.

Da pequeñas mordidas en el lóbulo de mi oreja provocando una sensación eléctricazante y placentera que recorre todo mi cuerpo haciéndome estremecer y erizar. Sus besos vuelven a bajar por mi cuello y termina en el hombro del otro lado.

Este lugar escondido y hermoso tenía algo que me encantaba, no sé si era solo el lugar... o que lo compartía con Alex. Sea lo que sea, comprendía a su madre... este lugar puede ser el favorito de cualquiera.

AUNQUE ESTEMOS ENFRENTADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora