Podía oír al sacerdote hablando pero no podía escuchar, prestarle atención. Mantenía la cabeza baja pero vi de reojo a Alex, él solo observaba la caja en donde yacía su padre y su hermana a un lado, en otra y estos dos... a un lado de la tumba de su madre. Tomé su mano lentamente para darle mi apoyo, el no parecía reaccionar hasta que sentí como sus dedos apretaban los míos y se entrelazan. Ambos miramos al frente cuando comenzaron a echarles tierra a ambos huecos.
Todo el reino estaba dolido por la pérdida de su rey, es aquí cuando uno más nota el cariño y la lealtad que tenían en él. Había hecho un buen trabajo.
-Alex... -murmuré acercándome a él y abrazándome a su brazo.
-Yo... quisiera quedarme un tiempo más.
-Si quieres me quedo contigo -mencioné.
Él me sonríe y besa mi cabeza con ternura. Acaricia mi mejilla y me mira a los ojos.
-Ve a dormir, estaré bien. Iré en un momento.
-¿Seguro? -asiente.
La verdad es que no quería dejarlo solo, pero comprendía que quisiera un momento para despedirse de su familia. Lo solté luego de darle un beso en la mejilla, él me sonríe mientras me ve alejarme. Anabella me esperaba junto al carruaje y me sonríe con lástima mientras yo subía.
-Él vendrá después -comuniqué.
-Lo sé... -responde ella.
Ambas guardamos silencio mientras el carruaje se echaba a andar. Fuimos hasta el castillo, y yo entré a este sintiéndolo algo más solitario. Solté un suspiro e iba a ir a dormir pero quería corroborar algo.
-Ana... -ella me mira- ¿Qué ha sucedido con el harem?
-Se ha cerrado señorita. Cuando el príncipe y usted se fueron la princesa ha hecho que saquen a las mujeres.
-Entiendo, gracias.
Ella asiente en respuesta. Subí las escaleras de nuevo y fui hasta la habitación de Alex. Miré a todos lados antes de sentarme en la cama y observarla. No pude resistirme, terminé acostada en esta y quedando profundamente dormida. Soñando tranquila y relajada, un buen sueño que hace tiempo no conseguía. Por fin estaba tranquila.
Empecé a sentir besos en mi hombro y en mi cuello. Desperté para encontrarme con Alex a mi lado, pareciera que llegaba recién. Sonreí y acaricié su cabello cuando juntó nuestras frentes.
-Hola -saludé en susurros.
-Hola, princesa.
Nos separamos solo para que yo pudiera darle espacio y dejar que se acostara a mi lado. Se tumbó en la cama, bajo las mantas y me abrazó por la cintura.
-¿Cómo te sientes? -pregunté acariciando su mejilla levemente.
-Mejor... -responde teniendo los ojos cerrados por disfrutar de mis caricias-. Tenerte aquí es un gran consuelo para mí.
-Supongo que eso es bueno -sonreí-. Lamento lo de tu familia...
-¿Por qué? No fue tu culpa -él suelta un gran suspiro y mira al frente mientras piensa-. Fue... Idalia quien envenenó a nuestro padre. Tenemos pruebas y testigos que lo confirman.
-¿Cómo pudo hacer una cosa así? -hablé sorprendida.
-No lo sé... Ellos siempre han tenido la mejor de las relaciones entre padre e hija. Hasta yo me sentía solo de vez en cuando con solo verlos, pero tenía a mamá.
Escucharlo hablar de su familia parecía hacerle sentir mejor, más al mencionar a su madre. Sonreí y volví a acariciar su mejilla.
-Háblame de tu madre.
-¿Qué puedo decirte?
-Lo que quieras... solo quiero conocerla más.
Él se lo piensa, mira a otro lado tratando de recordar y finalmente lo vi sonreír por aquellos recuerdos antes de mirarme.
-Era una mujer muy hermosa, aunque admito que tú estás a su altura o incluso más -acaricia él mi mejilla-. Tienen cosas en común... ambas son buenas, amables, con el corazón más puro que pudo haber existido. Son valientes y no se rinden muy fácilmente.
-¿Es por eso que te gusté? ¿Porque me parezco a ella?
Alex se ríe levemente, acaricia mi mejilla, dejando un mechón de cabello tras mi oreja y mira mis labios con deseo.
-Me has gustado... porque a pesar de todo, estuviste ahí. Mi madre no tiene nada que ver contigo; me has gustado por ser tú. Y solamente tú.
-De nuevo... eres bueno con las palabras.
Ambos reímos mientras nos acercábamos al otro y unímos nuestros labios por un largo tiempo; no nos apresuramos, decidimos darnos nuestro momento para disfrutar del otro, ya que ahora tenemos todo el tiempo del mundo.
-Te he extrañado tanto, amor mío -hablé con un gran sentimiento de nostalgia-. No vuelvas a dejarme sola, por favor. No lo soportaría de nuevo.
Suplicaba, porque recordar todo lo que ha sucedido me llenaba el corazón de tristeza y lo comprimía con fuerza. Alex acaricia mi mejilla para calmarme y me sonríe tan tranquilo que conseguía su cometido.
-Jamás, mi princesa. Ya nada en este mundo o en cualquier otra parte podrá alejarme de ti. Ni la vida, ni la muerte. A donde quiera que vayas, te seguiré... no importa la distancia, ni la forma, te encontraré y estaremos juntos hasta que tú decidas dejarme.
-Eso no pasará.
-Me lo has demostrado, y por eso te amo.
Lo abracé con gran sentimiento. Alex me envuelve y besa mi cabeza con ternura. Las lágrimas empeñaban mis ojos de nuevo, pero era más bien por felicidad.
Ni en vida, ni en muerte. Ni juntos, ni separados. El amor que siento por Alex es eterno y verdadero, y es todo lo que necesito para ser feliz.
-Es hora de dormir -murmura él acomodándonos-. Descansa, princesa.
-Descansa, amor.
Podía sentir su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Golpeando en su interior hasta hacerme saber lo feliz que se sentía. Escucharlo y sentirlo era tan tranquilizador que no tardé en regresar a mi sueño profundo.
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AUNQUE ESTEMOS ENFRENTADOS
RomanceLa hija de un noble finalmente cumplirá la edad suficiente para poder participar de fiestas importantes por su cuenta, pero ¿cómo iba a saber que esa primera fiesta en el día de su cumpleaños sería el mismo día en que el reino enemigo decidiera atac...