Capítulo 11

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Anabella vuelve a entrar en el harén cuando estábamos por terminar de desayunar; la miramos enseguida, algunas con confusión. Nunca venía antes o después del desayuno si no era para decir que ya era hora de la clase.

-Anebella, ¿por qué estás aquí? -se adelanta Celia en preguntar.

-El príncipe me ha mandado llamar a alguien.

-Seguro es a mí, ¿no? Iré a prepararme -dice Celia sonriendo pero Anabella la detiene.

-No es a usted señorita Celia. Lícia... ve a prepararte, esta vez irás a un paseo con el príncipe.

Todas se asombran, especialmente yo. Me miran de inmediato pero Celia chilla de nuevo.

-¡¿Qué?! ¡¿Ella otra vez?! ¡¿Y cómo que irán a un paseo?! ¡¿Está permitido?!

-Son órdenes del príncipe -responde Anabella.

Las sirvientas se acercan a mí y me hacen levantarme para volver a prepararme y así salir del harén. No fuimos hasta los aposentos del príncipe, esta vez me guiaron por un nuevo pasillo hasta una gran entrada.

-Alteza, la señorita Lícia está aquí -anuncia Anabella haciendo una reverencia.

Me mira para que haga lo mismo pero no lo hice, ella rueda los ojos y mantiene su reverencia hasta que el príncipe se acercó a nosotras sonriendo.

-Bien, gracias Ana, puedes retirarte.

Anabella asiente y se aleja de nosotros, Alexander me mira sonriendo y yo enarqué una ceja.

-Es raro que me hayas mandado a llamar a esta hora, que conste que queda a tu cargo el que pierda mis clases de la mañana.

-¿Te interesaban? -cuestiona.

-No, pero quería que te sientas culpable de algo -me encogí de hombros.

Alexander se ríe un momento antes de tenderme su mano, la miré por un instante.

-Vamos, iremos a un paseo.

-¿Por qué? -pregunté tomando su mano con lentitud.

-Quiero que veas algo.

Entrecerré los ojos, Alexander me jala hasta llevarme al carruaje sin techo que ya habían preparado y me hace subir, luego él. Ambos nos sentamos juntos pero yo me sentí un poco más... nerviosa, me alejé cuanto pude de él y miré al otro lado.

-¿Esto está permitido? Digo...que te vean con una esclava...

-Pues... nadie puede decirme nada, soy el príncipe -sonríe ampliamente.

-Sí y no... -respondí dudosa.

-Pues bien, si me dicen algo será a mí, no a ti. Así que no te preocupes.

Hace que el lacayo comenzara a poner en marcha los caballos y pronto salimos del territorio del castillo. Miré a todos lados en el pueblo, ahora podía ver mejor que en el carruaje de esclavas. Las personas sí se veían muy felices y saludaban a Alexander emocionados, al igual que él los saludaba a ellos.

-¿Qué quieres mostrarme? -pregunté.

-Quiero que veas nuestro reino, que seas honesta y pienses en lo que ves. No necesitas decirlo ni mencionarlo, solo que observes.

Estaba sorprendida pero terminé haciendo lo que dijo, miré a todos lados, olvidando que se trataba de los viltarienses. Solo vi un reino próspero y contento, con cosas hermosas y gente unida. Las diferencias de las clases sociales apenas se notaban, vi a tantos nobles con civiles normales compartiendo y hablando juntos.

De repente me di cuenta de la diferencia con Adrestia. Volteé la mirada hasta atrás, el castillo no tenía rejas altas ni muchos guardias, no tenía murallas ni puentes que dividieran a aquella zona con el pueblo. Algunos civiles hasta entraban allí y eran bien recibidos.

Bajé la mirada pensativa. Me acomodé en el asiento del carruaje mientras me daba cuenta. Odiaba admitirlo pero Adrestia era mucho más aislada, más separada entre ellos... Viltarin es un reino mucho mejor. Hasta ahora no he visto a nadie robando, a ningún pobre deambulando.

-Esto es lo que mi familia ha logrado por muchas generaciones, la unificación del reino -vi a Alexander sonreír-. Todos aquí saben que eres de Adrestia, ¿qué reacciones has visto?

Volví la vista a los lados, las personas que nos veían nos sonreían a ambos. Me saludaron incluso a mí específicamente, les devolví el saludo sonriendo leve y apenas levantando la mano, pero la bajé pensativa.

-Tienes razón, Adrestia y Viltarin son tan diferentes... Si tú apareces en mi reino te lanzarían comida o barro mientras te estuvieran insultando -admito con decepción.

-Nosotros no crecemos con el pensamiento de atacar por atacar, de matar adrestianos por solo hacerlo.

-¿Y porqué entonces han atacado Meira? -cuestioné confundida-. Lo que he visto allí... fue horrible.

-Meira es un reino de hipócritas. Por un tiempo fueron nuestros aliados pero decidieron apuñalarnos por la espalda y robar de nuestras riquezas, mataron a varios de nosotros... Nos han declarado la guerra y nosotros no íbamos a quedarnos de brazos cruzados.

-Pero... no me creo que Meira...

-Tampoco creías que los viltarienses te recibirían de esta forma... pero aquí estás, ¿qué ves?

Cerré la boca al instante. Volteé la mirada para escapar de la suya y resoplé. Realmente no me creía que esto pudiera pasar, pero tiene razón... tampoco creía que los Viltarin fueran tan amables.

-Creo que fue suficiente por hoy. Henry, vamos a casa.

-Sí, Alteza -responde el lacayo a la orden del príncipe.

No dije más nada en todo el trayecto de regreso. Realmente no me creía nada, es tan difícil para mí admitir que esto fuera verdad y que Adrestia no es como pensé que es, ni tampoco que me hubieran mentido tantos años sobre los viltarienses.

La puerta de mi lado se abre y enseguida tuve la mano de Alexander tendida hacia mí. Lo miré un segundo antes de tomar su mano y aceptar su ayuda para bajar del carruaje una vez que ya habíamos llegado.

-¿Tienes hambre? Podemos ir a comer si así lo quieres -comenta Alexander mientras me guía dentro del castillo.

-Por el momento... solo me gustaría estar en el jardín, si es posible -hablé sin mirarlo, aún tenía la mirada en el suelo.

Él no respondió de inmediato pero luego de un corto tiempo en silencio suspira.

-Por supuesto, ve si eso quieres.

Asentí. Al entrar al castillo él se quedó allí mientras yo seguía caminando, pero antes de alejarme más me detuve y miré apenas por encima de mi hombro.

-Am... Gracias, por todo... y lo siento, también por todo.

Volví la mirada al frente y me alejé a paso rápido. Llegué hasta los pasillos que iban al jardín y lo seguí hasta llegar. Miré a todos lados, era tan tranquilo en este lugar. Encontré el banco en el columpio y me senté, mirando al estanque mientras seguía pensando.

No puedo creer lo mal que está Adrestia con todo, incluso con su forma de ver a los viltarienses. Realmente no me gusta haberme darme cuenta... porque eso solo me hizo saber lo egoísta que he sido durante todos estos años.

Desde la cuna me han colmado de regalos caros con joyas y la mejor educación del reino. Mientras yo disfrutaba de mis lujos habían tantas personas allá afuera que no tenían nada, que apenas comían y mueren a temprana edad. Jamás me habían importado... papá siempre dijo que "el pobre lo es porque quiere", pero ya veo que no es así.

Mayormente es culpa de los líderes, porque nos dan a nosotros el dinero y se quedan con el resto pero a los pobres no les dan ni un trabajo decente. Solo los convierten en esclavos hasta la muerte.

AUNQUE ESTEMOS ENFRENTADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora