Capítulo 54

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-Ahora que Alexander está de vuelta, tenemos que hacer algo para sacar a Idalia del trono, no podemos dejar que siga maltratando a Viltarin, ¿cierto? -miré a Alex quien estaba sentado con los brazos cruzados y pensando.

-Es cierto, ya hizo demasiado daño... -nos mira a Darren y a mí-. Pero no tienen que meterse en una lucha que no es suya.

-Creí que ya habíamos superado esto -dije resoplando. Sentí una mano apoyarse en mi hombro.

-Concuerdo con Alexander, será mejor que te quedes a salvo con las demás -comenta Darren mirándome.

-¿Qué? Pero...

-Zaria... -volví la mirada a Alex-. No estás preparada para esto, no tienes entrenamiento de combate y nunca te has involucrado en una guerra.

-Lo sé, pero... -bajé la cabeza frustrada.

Sabía que tenía razón, que ni yo ni las mujeres de aquí hemos entrenado como verdaderos soldados. Pero no quería quedarme de brazos cruzados, esperando a que todo termine. Escuché que Alex se levantaba y caminaba hasta mí, sujeta una de mis manos con cariño y la lleva hasta sus labios, para así besar mis nudillos.

-Princesa, sé lo mucho que odias estar sin hacer nada para ayudar... pero no quiero arriesgarme a ponerte en peligro.

-Tal vez si me enseñaran... -Alex habla antes.

-No hay tiempo, aunque aceptemos enseñarte no podrás alcanzar un nivel de pelea tan alto como para sobrevivir en esta guerra, sé que no te gusta escucharlo pero así es.

Apreté los dientes, es verdad que no me gusta esto. Lo odio. Pero tiene razón.

-Está bien... -respondí-. Pero prometanme algo.

-Lo que sea.

Ambos me miran expectantes mientras yo suspiraba pesadamente.

-Regresarán a salvo.

Alexander y Darren se miran el uno al otro por un momento antes de sonreírme tiernamente.

-Por supuesto.

-Bien... está mejor así -comenté-. Quiero... Quiero descansar un poco.

-Nosotros nos quedaremos un poco más, tú ve tranquila -dice Alex.

Asentí sin más mientras me daba la vuelta y me alejaba de ellos, fui hasta la habitación que me correspondía en esta posada y me senté en la cama. No podía dejar de pensar en que si hubiera aceptado todas esas invitaciones de mi padre a aprender, por lo menos lo básico, en combate... ahora podría ayudar. Nunca creí que me harían falta pero ahora estaba arrepentida de pensar aquello.

Me acosté gruñendo molesta, le di la espalda a la puerta y aguanté mi frustración como pude. Era molesto. No quería seguir sintiéndome así, por lo que caí dormida aunque no sabía ni en qué momento lo había hecho.

Apenas sentí, aún dormitando, cuando alguien acarició mi mejilla y apartó mi cabello que cubría mi rostro. Era Alexander, lo sabía porque jamás confundiría aquel cosquilleo leve que me provocaba su tacto.

-Princesa... -murmura por lo bajo.

Terminé inconsciente de nuevo, ya no lo escuchaba ni sentía y me pareció que el tiempo había pasado más rápido que hace un momento. Me senté en la cama, somnolienta y bostezando, quedándome por más de un minuto meditando antes de por fin levantarme e ir a asearme. Bajé luego de un momento, encontrando a clientes de la posada en el bar de esta.

-Hola... -saludé al cantinero.

-Buenos días, señorita, ¿gusta algo de comer o beber?

-Hm... solo agua por favor.

AUNQUE ESTEMOS ENFRENTADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora