Capítulo 14

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Detuve mis pasos una vez estuve frente a las puertas del harén. Anabella hizo que las abrieran de inmediato y al instante en que entramos todas las miradas estaban sobre mí, pero no tardaron en acercarse y rodearme.

-Oh Dios, no puedo creer que estés viva.

-¡Nos moríamos de la preocupación!

-Lícia, que alegría verte...

Miré a Nastaran y negué con la cabeza confundiendo a todas a mi alrededor. Iba a hablar y explicarme pero Anabella parecía un poco más emocionada que yo porque sonrió.

-Ya no es Lícia, chicas. Es Zaria.

-¿Zaria? ¿Qué? -todas se miran entre ellas pero Verena ensancha su sonrisa.

-¿El príncipe te lo ha dado? -asentí-. Creí que nunca aceptarías que te dieran otro nombre.

-Igual yo... pero ¿qué puedo decir? Me ha gustado -respondí.

-¿Te ha gustado el nombre o quien te lo ha dado? -Cyra me da leves golpecitos con el codo haciéndome reír nerviosa y sonrojarme.

-¿Cómo crees eso? Por supuesto que no.

-Aha, y por eso estás así de roja ¿no? -mencionan ellas.

Apoyé mi mano sobre mi mejilla por el ardor que sentía pero Anabella acudió a mi rescate.

-Ya chicas, ya, dejenla un momento.

Ella me saca de entre el círculo que se formó a mi alrededor y me lleva por unas escaleras que daban hasta el balcón interno en el harén. Miré a las chicas quienes sonreían, entonces las puertas del fondo se abrieron, al igual que mis ojos cuando vi la habitación.

-¿Todo esto era de Celia? -pregunté asombrada mirando alrededor.

-Sí, pero ahora todo es tuyo. Puedes decorar a tu manera, el príncipe ha dicho eso.

Miré a Anabella con una sonrisa plantada en mi rostro. Me acerqué a la cama de gran tamaño y me senté.

-El colchón es algo duro... ¿Podrían conseguir algo más blando? -pregunté.

-Por supuesto. Podemos hacer una lista de lo que deseas cambiar.

Asentí estando de acuerdo. Volví la mirada a las cosas notando que las mías estaban aquí, en realidad no tenía mucho, solo un par de cosas que conseguí al llegar aquí por primera vez. Además de libros, pero ahora tenía un gran estante lleno de ellos.

Me acerqué al balcón sonriendo, abrí las puertas emocionada y salí hasta acercarme al barandal. Noté que la vista era espléndida, al igual que en el balcón de Alexander. Hablando de... al mirar hacia arriba me di cuenta de que su balcón no estaba tan lejos, si se asomaba estaba segura de que podría verlo.

-Es impresionante... -comenté.

-Es verdad, lo es -Anabella se acerca-. El príncipe quiere que a partir de ahora vayas a sus aposentos para la cena.

-¿Todas las noches? No hacía eso con Celia.

-Te recuerdo que eres la favorita por ser una gran compañía, Celia no lo era.

-Entonces, ¿por qué se ha vuelto la favorita? -tenía curiosidad.

-Ya te imaginarás el porqué... los hombres no son tan difíciles de complacer si sabes moverte -susurra mirando a los lados.

Hice una mueca y traté de no imaginarme nada ni tan gráfico, aunque fue algo casi imposible.

-Sí, no sé porqué pregunté.

Anabella sonríe con diversión pero entonces suspira y se da vuelta para irse.

-Puedes acomodarte a tu gusto, yo te llamaré cuando tengas que ir con el príncipe.

Asentí en respuesta y la vi marcharse. Volví la mirada al frente, quería quedarme admirando la vista un momento más, pero no pude evitar voltear hacia arriba y ver el balcón de Alexander.

Me enderecé cuando escuché algo allí y entonces lo vi acercarse al borde. Parece notarme luego de unos segundos y voltea a verme, sonríe casi al instante.

-¿Disfrutas de tu nueva habitación? -pregunta sin la necesidad de gritar.

-Jm... no está mal -respondí apartando la mirada-. Aunque sí necesita un par de cambios.

-Puedes hacer lo que quieras, ahora es tú lugar.

Sonreí de una manera casi imperceptible apropósito, suspiré y volví a mirarlo.

-Así que... ¿quieres cenar conmigo todas las noches ahora? -sonríe-. Las demás chicas estarán celosas.

-Es posible, ¿quieres cancelar?

Maldije en mi mente porque no sabía que decir, una parte de mi quería gritarle que no me importaba lo que hiciera pero la otra parte se molestaba por solo imaginarlo cancelándome y llamando a alguien más para estar con él.

-Era una broma, no necesitas responder -ríe entre dientes apoyándose con ambos brazos en el barandal.

-No fue graciosa -respondí.

-Pues no... pero verte dudar fue mejor que gracioso -me mira con complicidad.

-¡Yo no dudé! ¡Ni siquiera me importa! -respondí apenada.

-Sí, claro -me guiña un ojo con burla.

Me alejé del barandal y lo fulminé un momento antes de darle la espalda porque comenzaba a sonrojarme.

-Piensa lo que quieras -dije comenzando a caminar, pero antes de entrar me detuve un segundo-. Pero para responderte... iba a enfadarme si me cancelabas luego de darme todo esto.

Admití de manera cobarde porque ni siquiera lo miré y me escondí antes de que respondiera. ¡Dios! ¡¿Por qué me avergonzaba tanto?!

Cerré las puertas del balcón pero miré por los vidrios notando que estaba sonriendo ampliamente antes de alejarse. Mi sonrisa aparece sin explicaciones, me alejé de la puerta y fui al baño para asearme.

Tenía que estar lista para cuando Anabella viniera a buscarme. Aunque en todo momento me preguntaba porqué hacía esto... ¿por qué me preparaba para ver a un hombre como Alexander? ¿Desde cuando actuaba de esta forma?

AUNQUE ESTEMOS ENFRENTADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora