Capítulo 37

285 39 6
                                    

Estuve buscando hasta el cansancio otro momento en el que encontrara a Alexander solo, pero si no estaba con Lorelei entonces estaba con el rey y eso es algo que no podría interrumpir ni aunque quisiera. Me estaba agotando, pero aún así no quería rendirme, aún no me daba razones para hacerlo.

Aunque todo estaba aún más tenso cada día por el hecho de que la fecha de coronación se acercaba y era obvio que Idalia tomaría ese puesto. Esto estresaba aún más a Alexander y lo entristecía aunque no quisiera hacerlo notar.

Solté un resoplido tratando de dejar de pensar en eso y concentrarme en encontrar a Alexander. Abrí los ojos con sorpresa al verlo salir de la oficina de su padre y no ser acompañado al instante por Lorelei, se veía cansado.

Salí de mi escondite y me coloqué frente a él, Alexander ya parecía saber a qué se debía mi presencia.

-Zaria, ahora no es el momento -pasa a mi lado.

-Okey, lo entiendo -respondí encogiéndome de hombros y caminando a su lado.

-Si lo entiendes, entonces ¿por qué me sigues? -cuestiona deteniéndose y parándose frente a mí.

-Solo estoy caminando "casualmente" justo donde tú, no te estoy siguiendo.

Una excusa tonta y poco creíble pero que Alexander ya no tenía la energía suficiente para debatir. Solo resopló y siguió con su camino sin decirme nada, yo sonreí victoriosa y acercándome a él. Nos mantuvimos en completo silencio por todo el camino hasta que noté su mano tensarse al apretarla en un puño mientras sus facciones se contraían en un ceño fruncido.

Me atreví a actuar y tomé su mano.

-¿Qué ha...? -lo interrumpí jalándo de su mano.

-Ven.

Lo guié por los pasillos apresurada antes de que reaccionara y se soltara para apartarse de mí. Abrí un par de puertas con sigilo y entonces llegamos a la biblioteca, no había nadie por el momento y pudimos escondernos en el segundo piso, en la parte más solitaria y menos transitada de todo el palacio.

-¿Qué se supone que hacemos aquí, Zaria? -pregunta él ya cansado de todo esto.

Lo observé sin más, nuestros ojos conectaron y podía jurar que las chispas de nuestra química revoloteaban entre nosotros. Levanté mis manos y lo tomé del cuello para atraerlo hasta mí por sorpresa y abrazarlo con toda la ternura que le podría ofrecer.

-¿Qué...?

-Está bien... Alex, está bien -murmuré con voz dulce-. Nadie puede vernos aquí, puedes soltarte.

Sus manos temblaban, no sabía con exactitud la razón, quizás fuese por la ira, el coraje, tristeza o desesperación, pero él se veía aún más al borde del colapso como nunca antes he visto a alguien así. Pronto sentí sus brazos rodearme la cintura y abrazarme con fuerza y necesidad.

Su rostro se escondió en el hueco de mi cuello y sentí su respiración más pesada que antes.

-Tranquilo... Está bien -seguí diciendo mientras acariciaba el cabello en su nuca-. Todo estará bien.

Lo sentí negar con la cabeza levemente antes de sentir algo húmedo en mi hombro. Lo miré de reojo pero seguí concentrada en consolarlo.

-No importa cuanto... lo intente, jamás podré superar a Idalia. Ella siempre ha sido la heredera y la mejor en todo, no puedo tomar su lugar ni con todo el entrenamiento que he hecho.

-Eres fuerte, Alex... Podrás hacerlo, solo tienes que esforzarte más y no aceptar la derrota antes de entrar en la batalla.

Sus brazos se aferran aún más a mí pero al estar temblando su fuerza disminuía.

-Ella siempre consigue lo que quiere, siempre me ha arrebatado todo lo que más quiero... No he podido hacer algo antes, ¿cómo espero hacer algo ahora? Quiero ayudar a mi reino pero no podré cuando ella tome el lugar de nuestro padre.

Fruncí el ceño, de nuevo hablaba de cosas que yo no comprendía bien.

-¿Por qué no podrías?

Él no responde, parece evitar hablar siempre del mismo tema. Traté de mirarlo mejor pero al sentir como intentaba aferrarse a mí de nuevo decidí no hostigarlo, solo lo abracé y consolé lo mejor que pude.

-Alex, se nota que quieres a tu hermana y que has soportado todo tipo de cosas malas de su parte por mucho tiempo. Pero no tienes porqué seguir haciéndolo... debes defenderte.

-No quiero decepcionar a mi padre... Él se pondrá de su lado, siempre consigue que lo haga.

-Pues si él se pone de su lado, yo me pondré del tuyo. Sé que no es lo mismo pero estaré para ti cuando quieras y lo necesites.

-No puedes... -por fin se separa de mí y pude ver aquellos ojos aguados y un poco rojos al igual que la punta de su nariz.

Le sonreí un poco antes de levantar mis manos hasta su rostro, me tomó por las muñecas antes de tocarlo. Nuestros ojos vuelven a conectar y pareciera que podíamos conversar sin hablar, solo con nuestras miradas. Él suelta mis manos y yo por fin toqué sus mejillas y limpié sus lágrimas.

-No importa cuánto quieras separarme de ti, no importa qué hagas para que deje de quererte... eso no pasará. Creo que no lo sabes pero te diré algo curioso sobre mi reino y yo.

Él no dice nada, simplemente me escucha y deja que limpie sus lágrimas con cuidado.

-Nosotros somos muy apegados a nuestros seres queridos. Si te he elegido para amarte, así lo haré, hasta que mi vida llegue a su fin.

-Ojalá no fuera así... -una de sus manos toma la mía en su mejilla-. Ojalá no te hubieras enamorado de mí.

-Sigues intentando hacer lo mismo, ¿por qué? Alex... ¿por qué me alejas? -decidí preguntar de nuevo.

-Porque...

Y en ese momento en que creí que por fin me diría todo lo que no sé, aparece Lorelei llamándolo.

-Alex, me han dicho de que estaba aquí... ¿dónde se ha metido?

Ambos nos asomamos al balcón interno en donde estábamos para verla mirando a todos lados en busca de Alex, a quien escuché suspirar profundamente.

-Debo irme.

-Pero no me has dicho... -él me deja hablando sola cuando se aleja de mí dándome la espalda.

Esperamos un momento, deducí que Alex estaría arreglándose para que no se le notara el llanto de hace unos cuantos segundos, antes de que fuera con Lorelei.

-Aquí estoy, hermosa -él le sonríe y la saluda con un beso en los labios.

De nuevo sentí aquella molestia en mi pecho, negué con la cabeza mientras suspiraba. Lorelei estaba tan feliz de verlo pero ni siquiera era capaz de verlo de verdad, de mirar dentro de él y notar esa tristeza tan abrumadora que lo rodea.

Me alejé del borde y me recosté contra una de las estanterías. Volví a suspirar con pesadez y esperar a que ellos se fueran para yo hacer lo mismo.

AUNQUE ESTEMOS ENFRENTADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora