Capítulo 10

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Al terminar de comer creí que me haría irme de inmediato, pero en su lugar me hizo quedarme. Me empezó a contar cosas y sin darme cuenta iniciamos una conversación como si fuéramos dos amigos de toda la vida. Por poco y se me olvida quien era él y quien era yo.

-No puedo creer que hicieras eso, ¿de verdad? -me reí a carcajadas-. Debió ser humillante, yo no aguantaría con la vergüenza.

-Tienes razón, quería salir de allí y no volver a mostrar mi cara luego de eso. Pero como príncipe debo hacerlo de todos modos -responde sonriendo leve y un poco avergonzado.

-Me imagino, no es tan diferente a como los nobles debemos actuar. Dios, una vez yo... -me quedé en silencio abruptamente.

Es cierto. No debería de estar disfrutando de esto. Él es un viltariense... y yo estoy como esclava aquí.

-¿Qué sucede? -pregunta él confundido.

-Nada... no es nada -respondí bajando los ánimos.

Nos quedamos en silencio, yo aparté la mirada. Si el reino me viera ahora estarían decepcionados de mí, mis padres... siempre me han dicho tantas cosas sobre los viltarienses que estoy segura que no aprobarían esto.

-Oye, Lícia... -sorpresivamente sentí la mano de Alexander en mi barbilla haciéndome levantar la mirada para verlo-. Sé que... como nuestros reinos son enemigo desde muchas generaciones pasadas, sientes que esto está mal...

Lo miré sorprendida, era exactamente lo que estaba pensando.

-Pero ¿podemos dejar de lado por una vez las diferencias entre nuestros reinos? Me la estoy pasando bien contigo aunque te cueste creerlo o admitir lo mismo.

Hice una mueca antes de apartar la mirada y pensarlo un poco, suspiré profundo pero entonces dejé escapar una leve sonrisa.

-Se supone que los viltarienses no son tan buenos -comenté con un poco de burla.

-Pues se equivocan -sonríe y se acerca a mí-. Los demás reinos nos conocen por nuestra gran amabilidad y por nuestro excelente trato con nuestras mujeres... ¿recuerdas que te lo dije?

Levanté la mirada hasta encontrar la suya sobre mí, acercándose peligrosamente.

-Yo no soy tu mujer -respondí como esa vez.

-Como te dije antes, ahora eres parte de mi harén, Lícia... me perteneces -su tono de voz me hizo erizar-. Ya no importa quién eras antes ni de dónde has venido, ahora estás aquí... siendo mi mujer.

El roce de sus labios contra los míos era dulce, casi podía saborearlo y fue como si esperaba que lo hiciera. Entrecerré los ojos pero cuando se acercó aún más para finalmente hacerlo yo reaccioné y me hice para atrás.

-Y..Yo... am... no sé -admití-. He crecido con la mentalidad de odiarlos a ustedes... no sé si pueda dejar todo atrás.

Lo miré de reojo, notando su decepción. Él resopló y se volvió a sentar. Nos quedamos en un silencio un poco incómodo a decir verdad.

-Entonces, ¿qué puedo hacer para hacerte cambiar de opinión?

Lo miré enseguida, tenía una sonrisa sincera en sus labios.

-Quiero hacerte ver que los viltarienses no somos como ustedes creen que somos...

-¿Por qué lo harías? -pregunté. Él se queda callado un momento pero entonces sonríe.

-Me he interesado por ti, tú igual has demostrado que las adrestianas no son como los demás las pintan. Verte y escucharte reír esta noche ha despertado más mi interés por ti, y... quiero seguir escuchandote reír.

Mis mejillas ardieron, estaba sorprendida y apenada por sus palabras.

-Así que, ¿qué puedo hacer por ti?

Lo pensé por un tiempo, bajé la vista para pensarlo mejor pero entonces vi mi muñeca y recordé.

-Al traerme aquí uno de esos hombres me ha robado mi brazalete que una muy querida amiga me había regalado por mi cumpleaños... Si es posible, lo quiero de vuelta -sonreí un poco.

-¿Cómo es tal brazalete?

-¿De verdad lo harás? -cuestioné sorprendida.

-Por supuesto, si ese brazalete es importante para ti entonce debería devolvértelo. Después de todo te lo han quitado al venir aquí.

Sonreí un poco más pero procedí a explicarle cómo era mi brazalete, los detalles y materiales. Él asiente comprendiendo.

-Está bien, lo tengo. Mandaré a que lo traigan cuanto antes.

-¿Es posible?

-Claro, encontrar algo valioso no es tan difícil. Así fue como te encontraron a ti -me guiña un ojo con coquetería volviendo a hacerme sonrojar y apartar la mirada.

-Eres tan... -resoplé negando pero reí un poco-. Será mejor que cumplas con tu promesa o seguiré pensando en todo lo que dicen de los viltariense.

-No te preocupes, dulzura. Lo tendrás de vuelta.

No dije nada más, en cambio bostecé por todas las horas que llevaba aquí hablando animadamente con él. Alexander se levanta y me tiende la mano para hacer lo mismo.

-Ya es muy tarde, ve a descansar.

-Será lo mejor -mencioné adormilada.

Él me guía hasta la puerta y llama a Anabella. A los pocos segundos ella aparece y me lleva hasta el harén. No dijimos nada ni al llegar, ella me dejó dentro y de nuevo pude escuchar los murmullos de las demás. Celia me miraba sonriendo con superioridad.

-Lo sabía, mi Alex no pasaría ni una noche entera con ella.

La ignoré y fui hasta la habitación para acostarme en la cama. Miré mi muñeca, ya quería tener mi brazalete de vuelta... lo estaba esperando con ansias.

AUNQUE ESTEMOS ENFRENTADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora