Narra Lícia/Zaria
Solté otro quejido de dolor cuando jalaron de mí para sacarme de la carreta en la que me habían metido sin cuidado. No puedo creer que nuevamente estaba en esta situación, ¿cómo había ocurrido? ¿Quién les habrá dicho dónde encontrarnos? Bueno, eso no era de importancia ahora.
-Ya, camina mujer -jala de mis cadenas aquel hombre frente a mí.
Apreté los dientes con molestia pero rápidamente me sentí decaída e impotente. Sabía de sobra que mis probabilidades de luchar y escapar eran mínimas. Me llevaron hasta donde otros esperaban, vi una armada enorme frente a mí. Más de treinta mil hombres, como habían dicho. Levanté mi cabeza con firmeza para no demostrar el miedo ni la desesperación que sentía en realidad, no les daría el gusto. Los hombres a mi alrededor parecían bestias a punto de saltar sobre su presa, me miraban el cuerpo completo, querían poseerme y lo sabía.
-Majestad... -me hicieron arrodillarme a la fuerza y bajar la cabeza.
-Y yo que creí que me había deshecho de ti -levanté la cabeza con fuerza y la mantuve arriba-. Eres peor que un insecto.
Me la quedé viendo sin responder. Ella se mantenía sentada en un trono improvisado, vestía ropajes finas y espolvoreada en oro para darse un aura gloriosa y majestuosa. Hice una mueca mirando la gran corona de diamantes y oro.
-No te sienta bien -comenté.
Ella solo ríe entredientes antes de levantarse con dominancia y bajar los peldaños hasta acercarse a mí. Los otros se apartan de mis lados y ella sujeta mi cabello para alzar mi cabeza, solté un quejido entre dientes y la fulminé.
-Tú no tienes derecho de opinar. Esta corona fue hecha para mí, tengo más poder que tú y lo demuestro al llevarla conmigo.
-Tal vez sea así, pero dentro de poco no serás más que un cadáver que dará de comer a los carroñeros -espeté.
-No me tientes a matarte antes de tiempo. Ganas no me faltan.
Suelta mi cabello con brusquedad haciendo que me desequilibrase por un segundo pero regresé la vista al frente. Ella se aleja de mí para acercarse a sus soldados. Asiente a alguien mientras a mí me hacen levantarme; apreté los dientes mientras trataba de resistirme, pero un golpe seco llamó mi atención.
-¡Darren! -solté al verlo en el suelo.
-¿Lícia...? -levanta la cabeza con esfuerzo y me espanté al ver la cortada en su ojo derecho.
Cubrí mi boca con ambas manos espantada, o mejor dicho horrorizada por verlo así. Su cuerpo entero estaba con cortadas, signos de tortura. Unos soldados se le acercan y levantan su cabeza jalando de su cabello.
-Ugh... -se queja del dolor.
-¡Déjenlo! -traté de ir hasta él pero me retuvieron en mi lugar.
-Me sorprende que ahora sí recuerdes a mi querido hijo -apreté los dientes nuevamente al ver al señor Drach acercarse-. No parecía importarte tanto en todo este tiempo que estuviste revolcándote con el príncipe.
Miré a Darren, él solo se quejaba por el dolor de su cuello pero me veía con un dolor distinto en su mirada. La culpa me invadió, sabía que no debí de haberme acostado con Alex y menos en esta situación, pero lo hecho hecho está. Bajé la cabeza, me sentía mal, pero no por haberme acostado con Alex, sino porque no me arrepentía de haberlo hecho.
-Lo siento, Darren... -murmuré.
-Ya es tarde para tus asquerosas disculpas -el señor Drach me toma por las mejillas con molestia-. Mi hijo ha hecho todo por ti y por tu culpa ahora está de esa forma tan lamentable.
Repentinamente sacó su espada y la colocó amenazando mi cuello. Mis latidos se aceleraron, veía la sonrisa de el hombre junto a mí, queriendo cortarme el cuello.
-Debería matarte ahora mismo.
Nos miramos de manera amenazante el uno al otro pero entonces ambos notamos algo a nuestros pies. Al voltear a ver vimos que era Darren, que se había arrastrado solo para sujetar a su padre como queriendo apartarlo de mí.
-D..Déjala... padre.
-Darren... -lo miré con pesar pero el señor Drach comienza a reír a carcajadas junto a los demás soldados.
Me descuidaron pero a nadie le importó. Me agaché y abracé a Darren quien se aferró a mí al instante.
-Lo siento, perdóname... -murmuré.
Él no dice nada, simplemente me abraza buscando consuelo en mi pecho, como si yo tuviera el poder de hacer que sus heridas dejasen de doler.
-Eres una vergüenza -su padre se acerca con claras intenciones de separarnos.
Me aferré a Darren para impedirlo pero nuevamente me sujetaron y me levantaron del suelo.
-Suficiente show por ahora -Idalia llama la atención de todos-. Es hora de irnos. ¡Aniquilaremos a los Adrestianos cueste lo que cueste!
Todos los soldados levantaron sus puños al aire y gritaron estando de acorde con su reina. Algunos no tenían opción, otros querían hacerlo de verdad. Idalia se sube sobre su caballo, el señor Drach deja a su hijo en manos de otros y sube a su caballo para colocarse junto a Idalia.
-Mi reina, estamos listos para la batalla -habla él.
-Perfecto -Idalia me mira y sonríe-. Traíganla.
-Sí, Majestad.
Jalan de mis cadenas hasta colocarme junto a Idalia. Ella sonríe victoriosa pero voltea la vista al frente y da la señal de partir. Me hicieron caminar, a pesar de sentir mis pies ardiendo por el dolor que me causaba estar descalza, y sin mencionar el dolor por culpa de las cadenas.
-Mi hermano es un idiota, ¿cómo es que pudo fijarse en alguien como tú? -cuestiona ella.
-Tu hermano es mejor de lo que tú nunca serás -siseé-. Es el verdadero rey, no tú. Es bueno...
-Y mira a dónde lo llevó eso -respondió ella-. Si fuera el mejor, sería el rey.
Quería discutir pero ella me ignoró por completo. Bufé frustrada y bajé la cabeza. Odiaba esta situación más que nadie, no podía evitar preguntarme sobre cómo estaría Alexander ahora. Conociéndolo, querrá buscarme pero es inteligente. Sabe lo que es nuestra prioridad.
Adrestia debe de estar preparada, quizás ya hayan sido informados de que vamos en camino hacia allá. ¿Podré ver a mis padres? Mi padre es alguien poderoso pero no un soldado, no creo que lo llamen a pelear. Quizás, cuando todo termine, pueda verlos de nuevo. Es lo que espero.
ESTÁS LEYENDO
AUNQUE ESTEMOS ENFRENTADOS
RomanceLa hija de un noble finalmente cumplirá la edad suficiente para poder participar de fiestas importantes por su cuenta, pero ¿cómo iba a saber que esa primera fiesta en el día de su cumpleaños sería el mismo día en que el reino enemigo decidiera atac...