Capítulo 8

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Las puertas se abren frente a mí finalmente, podía sentir el viento que se colaba por las ventanas del pasillo, era más fresco que el de dentro del harén.

-Ven, el patio es por aquí -Anabella me hace reaccionar.

La seguí estando detrás de ella por todos los inmensos pasillos. Miré a todos lados tratando de recordar los caminos hasta que finalmente llegamos al patio. Mi sonrisa se hizo aún más grande y no tardé en caminar por los alrededores, aspirar profundo y sentarme en el césped.

-Esto era lo que quería... -comenté.

-Pues mejor disfrútalo porque solo tienes una hora para estar aquí -dice Anabella.

-¿Una hora solamente? Es muy poco... -me quejé levantándome.

-El tiempo corre.

Resoplé bufando pero tuve que aceptarlo. Miré a todos lados y vi una banca de columpio de madera que estaba situada frente a una fuente majestuosa que conectaba con un estanque natural rodeado de flores perfectamente plantadas y bien cuidadas.

Sonreí de nuevo y fui a sentarme allí, me columpié ligeramente y miré el agua de la fuente y el estanque, notando los pequeños peces de diferentes colores allí.

-Esto es muy hermoso -comenté.

-Oye, rápido, ven aquí e inclínate -miré enseguida a Anabella para saber de qué hablaba pero ella mantenía una reverencia mirando hacia atrás de nosotras.

Volteé la cabeza y no vi nada, pero al levantar la mirada me encontré con aquellos ojos azules desde el balcón de su habitación. Me veía y yo a él, estaba sin remera, mostrando su cuerpo escultural.

-Ven, ¡ya! -susurra Anabella.

Yo me levanté a regañadientes y me coloqué a su lado. No me incliné y lo miré desafiante, creí ver una sonrisa ladina en sus labios, pero Anabella me agarra por la cabeza y me hace inclinarla.

-Me meterás en problemas a mí si no muestras respeto. Para este momento ya deberías de no ser tan terca.

-Tsk -chasqueé la lengua maldiciendo.

Aparté la mano de Anabella de mi cabeza y volví a levantar la mirada pero noté a Celia acercándose a Alexander por detrás, acariciando su espalda y cuando él volteó la cabeza ella besó sus labios con intensidad. Hice una mueca y aparté la mirada.

-Ya tuve suficiente, quiero volver a dentro.

-Creí que querías hasta más tiempo aquí...

-He cambiado de parecer, siento frío.

Me adelanté y fui hasta la entrada del castillo, los guardias abren la puerta y Anabella se coloca junto a mí para guiarme de nuevo hasta el harén.

No pensé que fuera tan corto el tiempo que estuviera afuera, debería de haber ignorado aquella escena e ido un poco más lejos de su vista y ya. Acabo de desaprovechar una gran oportunidad de paz.

-Hey, estás de vuelta -Verena y las demás me reciben al entrar.

-¿No has estado poco tiempo? -cuestiona Cyra.

-Pues sí... solo quería ver si no estaba lloviendo o algo -comenté con algo de sarcasmo antes de pasar por su lado e ir a mi habitación de nuevo.

Es tan extraño... Ya han pasado días y aún me tienen aquí, ni siquiera Alexander me llama o algo. Tampoco es que quiera que lo haga, solo... pienso que me tienen aquí como un adorno. Si para esto me han traído prefiero estar en mi casa.

Suspiré profundo y decidí pasar el resto de las horas aquí en la habitación, aunque... creo que en algún punto me había quedado dormida porque cuando volví a despertar escuché la voz de Celia.

-No cabe duda de que me liberará muy pronto y nos casaremos.

-Wau, Celia... Tienes tanta suerte.

-Sí, nosotras queremos lo mismo que tú.

-Eso no va a pasar, queridas -lo dice de una forma que sabía que sonreía-. Yo soy la única para Alex.

-¿Te dejan llamarlo así? ¿No te regañan?

-Por supuesto que puedo llamarlo así, es mi futuro esposo después de todo -comenta ella.

Rodé los ojos y salí de la habitación ignorando a todas, solo quería ir al baño y era todo.

-Oh, Lícia -maldije al escuchar la voz de Celia-. Alex y yo te vimos en el patio, ¿no te has ido muy pronto luego de vernos?

-¿Qué estás insinuando? -cuestioné un poco brusca.

-Digo que... espero que no te haya molestado vernos juntos, me gustaría llevarme bien contigo.

Sabía que no lo decía en serio, sabía que solo quería que admita que estaba celosa para humillarme frente a las demás de alguna forma con eso. Pero yo no estoy celosa.

-No tengo ni una razón por la que debería de estar molesta, no tienes de qué preocuparte, querida Celia... Claro que podemos llevarnos bien, pero eso sí, no tan bien como para hacer pijamadas. Desde aquí puedo oír tus ronquidos que no me dejan dormir.

Ella chilla y se sonroja de la vergüenza, me aguanté mi sonrisa de burla y mantuve una falsa amable.

-¡Yo no ronco! ¡Soy una dama!

-Pues mis ojeras no dicen lo mismo.

Ella se pone aún más roja, se levanta y camina amenazante hasta mí. Yo me enderecé con firmeza y no retrocedí sabiendo que ese era su objetivo.

-¿Tanto te ha dolido el vernos juntos?

-Esa razón es muy estúpida, yo soy una Adrestiana de la alta sociedad que lo único que quiere es ser libre e irse a casa... Pero tú en cambio te has vendido a ti misma a la esclavitud por un hombre. Que poco amor propio tienes que necesitas que un hombre lo llene por ti...

-¡Serás...! -ella levanta la mano para golpearme.

Sonreí de lado al ver que no lo hacía por el público que teníamos, las otras murmuran por Celia quien las mira de reojo y baja la mano enseguida.

-Se nota la diferencia de quien tiene clase y quien no -dije acercándome a ella y recibiendo una mirada fulminante de su parte-. Si me disculpas... debo irme.

Me giré haciendo desaparecer mi sonrisa, rodé los ojos y me alejé sin más hasta los baños. Quería refrescarme y sacarme todas estas tensiones en mi cuerpo. Me vendría bien un masaje como de aquellos que me daban cuando lo pedía en casa.

AUNQUE ESTEMOS ENFRENTADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora