Apenas podía creer lo que me habían dicho, no podía ser cierto... no quería que fuera cierto.
-¿Estás segura? ¿No fue por otra cosa? -pregunta Ana a la doctora.
-Segura... -la doctora me mira con lástima-. Ha perdido al bebé.
Otra lágrima nueva vuelve a derramarse de mi ojo. Me había enterado de que estaba embarazada el mismo día y momento en que había muerto aquel bebé... mi bebé... mi hijo o hija. Estaba muerto.
-Está bien, gracias por venir... puedes irte.
La doctora asiente, hace una leve reverencia y se va de inmediato. Anabella se me acer a y se sienta a mi lado para abrazarme.
-No sabía ni que estaba embarazada... Iba a tener un hijo mío y de Alex, pero eso ya no...
-Cariño... cuánto lo siento -Ana acaricia mi cabello y me estrecha mejor entre sus brazos-. Llamaré al príncipe, él...
-No -le interrumpí al instante-. No se lo digas, Ana. No quiero que ahora se preocupe por esto.
-Pero...
-Además, está con Silvanna o... Lorelei, como sea que se llame. Están durmiendo pacíficamente, no necesitas molestarlo por esto.
Anabella me mira sorprendida, yo tampoco podía creer que estuviera diciendo esto pero... lo hice y no quería retractarme. Aunque, sí tenía la curiosidad de saber cómo reaccionaría Alex a esta noticia. Creí conocerlo, creí que reaccionaría igual que yo y se pondría triste... pero ahora siento que ya no sé qué hará, ni sí le importaría siquiera.
Apoyé mis manos sobre mi vientre, pensando que antes, allí estaba creciendo una nueva vida que formé junto al hombre que amo... pero la he perdido. He perdido a mi bebé.
-¿C..Crees que volveré a tener uno? -pregunté mirando a la nada-. No sé si sea con Alex pero... ¿podré ser capaz de tener otro bebé? No quiero que esto vuelva a ocurrir...
-Lo harás, estoy segura. No tienes que preocuparte -responde Ana-. Yo estaré para apoyarte si lo necesitas, te asistiré lo mejor posible para que puedas tenerlo y sea perfectamente sano y fuerte.
Sonreí poco y con lágrimas. Abracé a Ana encontrando consuelo en sus brazos, aunque no fuese suficiente... me dolía aún así.
***
***
Solté un largo suspiro sin poder concentrarme en lo que estaba leyendo. Se supone que había venido al gazebo para poder despejarme y estar más tranquila pero en lo único que podía pensar era en Alex y a la vez en aquel bebé que perdí.
El llanto vuelve a atorarse en mi garganta pero me negué a volver a llorar. Decidí cerrar el libro y levantarme, miré a todos lados de este lugar y el sentimiento de tristeza regresó. En cada esquina, en cada centímetro parecía tener grabado el nombre de Alex aquí, porque no podía dejar de pensarlo.
Al levantarme esta mañana fui a su habitación, quizás ahora pudiera hablar con él, pero antes de poder entrar escuché que estaba con Silvanna... otra vez. Ya no me llama, ya no me busca, ya no me mira siquiera a los ojos.
Es como si me ignorase a pesar de pasar cerca de mí.
Me acerqué a una de las columnas y me apoyé en esta, sentía que iba a caerme por el desequilibrio. Miré a Koa y recordé que él también fue un regalo que Alex me había dado, al igual que todo lo que tengo.
Llamé a Koa al acercarme y cuando lo tuve junto a mí me subí rápido. Lo hice andar y entramos al bosque de nuevo, mantuve la cabeza agachada por estar pensativa hasta que, antes de salir del bosque, algo llama mi atención, unas voces.
Guié a Koa hasta aquel lugar y sin salir de entre los árboles aprecié el espectáculo de Alex y Silvanna montando juntos, cada uno en un caballo.
-¡Alex, rápido o te ganaré!
-¡No lo creas, voy justo pisándote los talones!
Ambos ríen y sonríen juntos, haciendo que un sentimiento de molestia anudara mi estómago. Hice una mueca, hasta ver como ellos detienen el paso y se colocan juntos, se miraban con una sonrisa... los ojos de ella brillaban con emoción, mientras que la expresión de Alex se ocultaba al estar de espaldas pero sabía que, así como ella, sonreía.
-Vámonos, Koa... -murmuré moviendo sus riendas y comenzando a alejarnos.
Regresé al castillo pero me quedé en los establos, dándole manzanas a Koa hasta escuchar de nuevo las voces de la pareja. Me asomé cuando él la estaba ayudando a bajar del caballo.
-Gracias por el paseo, Alex -sonríe Silvanna.
-No fue nada.
-Esta yegua es impresionante, me encanta, además es muy hermosa -ella acaricia a la yegua.
-¿Cómo la piensas nombrar?
-Hm... -ella piensa por un momento hasta sonreír-. Femi, porque significa "amor".
-Es un nombre muy hermoso.
Ambos sonríen ampliamente mientras yo me apartaba y volvía con Koa, agarré el libro que dejé a un lado y salí por la otra puerta para no toparme con ellos. Ingresé en el castillo y me fui a paso rápido hasta mi habitación.
-Oh, pensé que te habías ido -apreté los dientes.
-Ahora no... -murmuré para mí misma.
-Después de todo, lo único que te retenía aquí era el amor de mi hermano, ¿no? ¿Cómo te sientes ahora que sabes la verdad?
-Princesa Idalia, lo siento pero no estoy de ánimos para esta agradable charla con usted, buen día.
Traté de entrar a la habitación pero ella apoya su mano contra la puerta impidiendo que la abra. Me di vuelta para encararla.
-Intentas esconderte pero eso no te servirá, a donde quiera que vayas de este reino estarán ellos. ¿Quién sabe? Tal vez y no te quedes por mucho tiempo en estos aposentos...
-Princesa, sus intentos por intimidarme no funcionarán. Aunque me quiten los aposentos, eso no me importa; aunque el príncipe le dé regalos a Silvanna, eso tampoco me importa. Porque Alex y yo compartimos algo que ni tú ni nadie puede quitarme, y mientras tengamos eso... no habré perdido.
Ella se ve sorprendida pero lo disimula, se aparta un poco y yo abrí la puerta de la habitación.
-El gazebo de mi madre... -me detuve en seco-. Si hablas de ese lugar a donde siempre escapan juntos... te diré que no tardará mucho hasta que mi hermano la lleve allí.
-Lo dudo mucho.
Le cerré la puerta tratando de no azotarla. Me apoyé contra esta suspirando y liberando toda seriedad, me agotaba. Fui hasta mi cama y me senté allí.
-Por favor que no la lleve allí...
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AUNQUE ESTEMOS ENFRENTADOS
RomanceLa hija de un noble finalmente cumplirá la edad suficiente para poder participar de fiestas importantes por su cuenta, pero ¿cómo iba a saber que esa primera fiesta en el día de su cumpleaños sería el mismo día en que el reino enemigo decidiera atac...