Llevé otro bocado a mi boca, uno de los últimos. Realmente estaba disfrutando esto y no me daba cuenta. Me detuve en seco cuando sentí como Alexander quitaba el mechón de cabello que se dejaba caer al costado de mi rostro y lo colocaba tras mi oreja. Lo miré de reojo antes de parpadear un par de veces al reaccionar y apartarme un poco.
-¿Sucede algo? -cuestiona él.
-Nada -respondí simple.
Dejé los cubiertos y me limpié los labios con la servilleta de un lado.
-He terminado, ¿puedo irme ya?
-¿Tienes algo que hacer, por eso la prisa?
Lo fulminé con la mirada mientras que él solo me veía con una sonrisa de diversión. Se notaba que sabía bien mi posición y le gustaba divertirse con eso.
-En realidad sí, tengo que ir a golpearme la cabeza contra una columna hasta quedar inconsciente. Es más divertido eso que estar contigo -me levanté.
-Estás olvidando tu posición.
-No. La conozco bien, pero eso no significa que quiera seguirla. Menos con ustedes, Viltarienses.
Alexander me mira desde su lugar, serio. Me hizo temblar un poco y no lo iba a negar, pero me hizo volver a temblar y más aún cuando se levantó. Su figura imponente y dominante hizo que tragara con dificultad.
-Tienes suerte de haber acabado aquí y no lo sabes aprovechar.
-Hubiera preferido acabar muerta antes que aprovechar algo aquí -respondí a pesar del miedo.
-¿Segura? Puedo hacer que lo hagan entonces -se acerca a mí haciéndome retroceder y tropezar con la silla-. Puedo enviarte fuera de aquí, que te lleven a un calabozo o venderte como esclava.
-D..Detente, aléjate.
Seguí retrocediendo hasta que la habitación se me había acabado y terminé chocando contra un mueble tirando algunas cosas. Alexander apoya sus manos a mis lados y se acerca haciéndome apartar la mirada.
-O puedo mandar a que te asesinen ahora mismo, ¿no es lo que quieres? Dijiste que querías morir antes de estar aquí... bueno, puedo hacer que eso ocurra.
Su forma tan fría de hablar me heló la sangre, mi piel se eriza y el miedo me recorre de punta a punta.
-¿No es lo que quieres?
-Y..Yo... yo... -mi lengua se traba y el llanto amenaza mi garganta.
Repentinamente me agarra por las mejillas con un poco de brusquedad y me hace mirarlo.
-¿Tú qué? Responde, Lícia. ¿Qué quieres?
Solté un sollozo finalmente mientras veía sus ojos.
-Mi casa... Yo solo quiero ir a mi casa...
No pude soportarlo, empecé a llorar por el choque de emociones en mi interior. Alexander suelta su agarre y se aleja un paso, me permitió ceder al temblor de mis rodillas y caer al suelo. Cubrí mi rostro con una mano y traté de evitar que más sollozos salieran de mi boca.
-No quiero estar aquí.
Mi voz se corta, me abracé a mí misma para intentar encontrar consuelo pero hacerlo por mi cuenta era imposible. Volví a sollozar por un tiempo más hasta que vi como se incaba en una rodilla frente a mí y volvía a mirarme a los ojos. Levanta una mano hasta mi rostro, no hice nada para apartarlo y lo tomó como una señal para apoyarla en mi mejilla.
-Eso no será posible, lo siento.
Bajé la mirada sollozando otra vez, su mano en mi mejilla me suelta pero enseguida sentí sus brazos rodearme hasta atraerme a sí y abrazarme por sorpresa. No sabía que haría esto pero lo encontraba extrañamente... cálido. El consuelo que no pude hallar en mí lo hallaba en él.
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AUNQUE ESTEMOS ENFRENTADOS
RomanceLa hija de un noble finalmente cumplirá la edad suficiente para poder participar de fiestas importantes por su cuenta, pero ¿cómo iba a saber que esa primera fiesta en el día de su cumpleaños sería el mismo día en que el reino enemigo decidiera atac...