Capítulo 56

246 31 1
                                    

No podía recordar nada, estaba durmiendo profundo y no podía recordar las preocupaciones que nos perseguían. Eso era lo mejor de dormir: desconectarse de todo y todos por al menos un tiempo.

Pero todo se vino cuesta abajo al despertar; y más aún al hacerlo de golpe. Abrí los ojos rápidamente cuando escuché pisadas que rompían un par de ramas a su paso. Levanté la cabeza hacia la entrada de la cueva pero ahogué un grito cuando una mano cubre mi boca. Era Alex, que me pedía que guardara silencio colocando su dedo índice sobre sus labios.

Asentí leve en respuesta. Él se levanta cuidadoso, agarra la espada a un lado y se acerca a la salida. La idea de que peleara estando herido aún no me gustaba para nada, quería detenerlo pero mi miedo a que fueran enemigos quienes estén por encontrarnos me mantenía paralizada. Alexander sale de la cueva, no pude verlo por un tiempo o siquiera escucharlo. Me preocupé hasta que se vuelven a escuchar pisadas, más rápidas.

-Señorita... Oh, gracias a Dios.

-Anabella...

Me levanté rápidamente a la vez que ella corría hasta mí. Me abraza fuerte y yo me refugie en ella con alivio de verla a salvo.

-Me alegra verla de nuevo, ya me imaginaba lo peor -comenta.

-Yo también, que suerte que estés bien.

Ambas nos separamos y sonreímos la una a la otra. Salimos de la cueva en donde vimos a Alex hablando con los soldados y demás. Busqué con la mirada pero me extrañó no ver a Darren con ellos.

-¿Dónde está Darren? -pregunté.

Los soldados bajan la cabeza y las mujeres se veían con tristeza. Eso alertó cada nervio de mi cuerpo, las lágrimas cristalizaron mis ojos pero Anabella me dio vuelta para hablar rápidamente.

-Oh no, cariño... Suponemos que aún está vivo -habla triste pero tratando de darme ánimos-. Pero se lo llevaron, el general que lideraba el ejército ordenó llevarlo con ellos.

Solté un suspiro sin saber como sentirme. ¿Aliviada? ¿Deprimida? Está vivo, pero... ¿por cuánto tiempo? ¿Qué es lo que su padre le hará? Estaba dispuesto a matarlo, a matar a su propio hijo por estar de nuestro lado. Que Darren esté con él no me calma ni tranquiliza en lo más mínimo. Alexander se me acerca y toma mi mano para demostrarme su apoyo.

-Estará bien, he de admitir que es fuerte -dice él.

-Eso espero... -resoplé.

Alex vuelve su atención a los demás y los felicita por volver y encontrarnos. Pero un soldado da unos pasos al frente y mira preocupado a Alex.

-Alteza tenemos noticias.

-Te escucho.

-Escuchamos que Viltarin atacará Adrestia en cuanto consiga conquistar todos los pueblos de la zona -dice el soldado-. Solo le faltan dos más.

Abrí los ojos de par en par y miré a Alex alarmada. Él me mira de reojo pero mantiene su atención en el soldado que le dio la noticia.

-¿Cuándo atacarán los demás pueblo? ¿Lo sabes?

-Ya están conquistando uno, señor -menciona un soldado-. Mañana atacarán el último pueblo: Silastel.

-Mierda... -espeta Alexander con frustración-. Si lo hacen será imposible detenerlos. Silastel es el pueblo más fuerte y con mejores guerreros, está claro porqué lo dejaron para el último.

Tenía sentido. Con un gran ejército, aunque Silastel fuera de lo mejor en armada... no podrían hacer mucho. Idalia está usando bien sus cartas, ahora tiene a un ejército imparable con ella, y aún así quiere más.

-¿O sea que no podremos detener a Idalia? -pregunté.

-No dije eso -responde Alex.

-Pero es lo que parece. ¿Qué vamos a hacer? No tenemos nada... ni armas, ni gente -el nudo en mi garganta empezó a formarse- ¿Qué pasará con mis padres? Ellos morirán, ¿no? Si Idalia planea aniquilar a toda población Adrestiana... va a venir a por mí, va matar...

-No.

Alex me sujeta con firmeza, mira a los demás con una clara orden haciendo que ellos se alejaran de nosotros apresuradamente. Yo aparté la mirada a pesar de los intentos de Alex para que lo mire.

-Princesa, mírame... -me negué a hacerlo-. Hazlo, por favor.

Me toma por las mejillas con una mano y hace que volteara a verlo. No quería verlo porque las lágrimas ya eran incontrolables. Una de ellas rueda por mi mejilla mientras que un sollozo escapaba de mi boca.

-Zaria...

-No quiero que mate a mis padres, ni a mi pueblo... -sollocé-. No quiero que me separe de ti otra vez, mucho menos si es para siempre.

-Eso no va a pasar.

-¿Cómo estás tan seguro? -cuestioné- ¿Tienes idea de algo que podamos hacer para detener a tu hermana? ¿Eres capaz de matarla si es necesario?

Mis palabras gélidas lo dejaron en silencio. No quería sonar cruel pero era una realidad que debemos afrontar.

-Dices que no te importa que sea tu hermana, pero yo sé que sí. No serás capaz de hacerle daño.

-Lo haré -habla seguro-. Si tengo que... matarla, lo haré.

Trató de ser firme pero aquella leve pausa me hizo saber que no podría hacerlo. Y está bien, tampoco le estoy pidiendo que lo haga, pero no veo otra solución.

-Alex... -me interrumpe enseguida.

-Zaria sé que no confías en que pueda hacerlo pero créeme. Haría cualquier cosa por tu seguridad, incluso si eso significa matar a mi propia hermana. Porque tú me diste razones para quererte más que a ella, a Idalia no la he visto en años, es una desconocida que intentó acabar conmigo para volverse reina.

-No te estoy pidiendo que lo hagas -respondí.

-Lo sé, pero solo te estoy asegurando que lo haré si tengo que hacerlo.

Negué con la cabeza porque no me gustaba que Alex se ensuciara las manos de esa forma. Él me jala hasta acercarme a su pecho y abrazarme con fuerza.

-Tú estuviste para mí aunque nuestros reinos sean enemigos. Ella es de mi misma sangre y nunca estuvo. Hasta ahora quiere matarme para que no amenace su posición.

-Entonces ¿por qué te ha dejado ir en primer lugar? ¿Por qué no te ha matado ya?

Alex se queda en silencio mientras me aferraba a él. Ni siquiera sabía la respuesta, ninguno de los dos y estoy segura que nadie en lo absoluto sabría porqué Idalia lo dejó ir.

-No lo sé...

AUNQUE ESTEMOS ENFRENTADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora