¡Monstruo!

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No podía mover un solo musculo de mi cuerpo para alejarla de mí, era como si su mirada carmesí y brillante me tuviera paralizado. Por más que me dijera a mí mismo que debía apartarla, mi cuerpo no respondía a mis mandatos. Sentía que mis brazos, mis piernas y en sí todo mi cuerpo estuviera sujeto por alguna fuerza sobrehumana. Sus largas y puntiagudas uñas sujetando mi cuello con tanta firmeza me tenía preso. No tenía escapatoria alguna.

¿Qué es lo que está pasando? Dios mío, esto no creo que se trate de trucos baratos sacados de la manga. Aquí hay algo más, algo oscuro y de por sí terrorífico.
Su rostro cada vez se aproximaba más al mío y tenía la impresión de que sus colmillos crecían más y más. No podía moverme ni hablar, era como si me hubiera congelado y todo pasara a mi alrededor en cámara lenta. Sentí sus fríos colmillos en mi piel, rozando y pinchando breve la altura de mi clavícula y los latidos de mi corazón se dispararon a una velocidad inaudita. El miedo me tenía en un estado de pasmo, incapacitado de luchar por mi vida.

—Eres una delicia, ratoncito — gruñó, lentamente cerrando sus colmillos en mi piel.

Dios mío, si existes, sálvame de esta.

Cerré los ojos, adormecido por el dolor que me recorrió todo el cuerpo. No dolía más que un pinchazo que sentí, pero mis energías se iban de mi cuerpo a medida que ella se aferraba con mayor ímpetu y ansía de mí. Escuchaba sus gruñidos y jadeos satisfactorios mientras yo no podía hacer nada para liberarme de ella. No poder moverme, pero sí sentir lo que me hacía era algo que me aterraba.

Lágrimas brotaron de mis ojos, en mi interior aclamando porque nada más fuera a sucederme o alguien viniera a salvarme, pero me empecé a sentir más agotado y sin fuerzas, como si estuviera luchando para soltarme a pesar de estar tan quieto como un árbol. Mis parpados pesaban y sentía que la piel me hormigueaba cada segundo que ella, extasiada, pendía más de mí.

Parpadeé varias veces seguidas, tratando de mantenerme despierto, pero sentía mucho sueño y ganas de descansar. Mis piernas habían perdido la fuerza y ni siquiera me di cuenta del momento en que ella me sostenía de la cabeza para no dejarme caer. Estaba adhiriéndose a mí a paso rápido. Lo único que podía sentir era sus filosos y puntiagudos colmillos en mi piel y las succiones que dejaba.

De repente, sentí un azote que la quitó de encima mío y, en el proceso, sus colmillos rasgaron parte de mi piel. Caí en el suelo con fuerza, como si acabaran de soltar un saco de papas desde un quinto piso.  Mi cabeza rebotó con poder contra el suelo, aflojándome un gemido doloroso. Mi cuerpo seguía adormecido y no podía moverme para salir corriendo, por más que en mi mente una vocecita me dijera que, quedándome en este lugar, iba a terminar muerto.

—¡Llévatelo de aquí! — escuché una gruesa y ronca voz a lo lejos y me centré en las dos figuras borrosas que forcejaban a pocos pasos de donde me encontraba tirado, pero no sabía quiénes eran—. ¡Ahora mismo!

—Sí, mi señor…

Me sentí más liviano y, de un momento a otro por más que luchara con todas mis fuerzas para no cerrar los ojos, la oscuridad se apoderó de mí.

***

Desperté desconcertado y con mucha sed. Me dolía la cabeza horrores y todo mi cuerpo se encontraba adolorido, en especial mi cuello. La oscuridad del lugar en el que me encontraba no me dejó averiguar en dónde estaba, pues había muy poca luz iluminando los pocos espacios a los que mis ojos tenían alcance. Moví la cabeza a un lado y vi a una mujer preciosa de ojos extremadamente verdes. La poca luz que golpeaba su rostro y parte de su cabello daba a conocer una piel muy blanca y un color de pelo cobrizo. Sus labios eran tan rojos como los de una cereza y tenía una sonrisa muy encantadora. Preciosa es una palabra que se queda corta para describir cuan bella es.

—¿Eres un hada? — murmuré, atrayendo su mirada y escuchando a lo lejos un fuerte gruñido que me congeló la sangre.

—No, soy una bruja.

La miré patidifuso, tratando de descubrir si estaba bromeando conmigo o no, pero se veía seria.

—Las brujas son feas, en cambio, tú eres muy…

Antes de que pudiera seguir alabando su gran belleza, levantó mi cabeza y me dio a beber alguna cosa que sabía a de todo menos a bueno.

—Estás delirando por la pérdida de sangre, pero no te preocupes, esto te ayudará a volver en ti. 

¿Pérdida de sangre? ¿Acaso sufrí algún accidente? No recuerdo haber tenido ayer, de hecho, lo último que recuerdo del día de ayer era que me dirigía a la entrevista, pero de ahí en adelante, mis recuerdos son muy confusos. A no ser que todo eso que viví se haya tratado de un sueño y me perdí en el frondoso bosque, golpeándome la cabeza con alguna roca y terminando en los brazos de una preciosa y bella habitante de este lugar.

—¿Estará bien? — esa voz me hizo temblar, era idéntica a la de esa mujer loca de mis sueños. 

—Sí, mi señora, solo necesita descansar y recuperar toda la sangre que perdió.

Giré la cabeza hacia donde el hada miraba y me encontré con unos ojos muy rojos y con esa mujer que había soñado. Esperen un momento, entonces, ¿lo de anoche no fue un sueño? ¿No soñé con que una mujer creyéndose perro me había mordido? Es decir, ¿todo fue muy real? Bendito, llévame antes de que esta loca lo haga.

—Si sigues insistiendo en que soy un pulgoso asqueroso mientras a ella le dices hada, me aseguraré de que en tus venas no quede ni una sola gota de sangre.

—¡Monstruo! ¡Un monstruo me quiere matar! 

Dulce Prohibido[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora