Conexión

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Wyatt

Mi vida cambió sin que yo me diera cuenta. Pasé de tener una vida normal a estar encerrado en un calabozo, siendo custodiado por una bruja y una vampiresa extraña. Cada día pido para poder salir de este lugar e ir a casa con mi madre, pero parece que Dios se ha olvidado de mí.

Mi madre debe estar muy preocupada por mí y no es para menos, pues han sido largos días en los que no he regresado a casa. No sé cuántos días han pasado con exactitud, ya que el día y la noche estando en completa oscuridad es irrelevante, pero han de haber pasado muchísimos. Por lo menos para mí se me ha hecho toda una eternidad.

No pierdo la esperanza de salir de aquí, que me digan que solo se trató de una mala broma y que me he ganado un premio millonario por mi resistencia, pero estos trucos de magia son demasiado realistas y es casi imposible que la más alta tecnología sea capaz de simular estando en vivo.

No sé en qué realidad paralela estoy viviendo. A veces pienso que todo esto se trata de un sueño, de un juego irreal de mi imaginación, pero entonces esa mujer de mirada negra, atrayente y poderosa vuelve para hacerme flaquear y hacerme sentir mucho temor. Hace días no la veía, pero de una manera extraña y que no logro explicarme a mí mismo podía sentirla muy cerca de mí; contemplándome, asediando mis días y mis noches, como queriendo absorberme una vez más sin piedad alguna.

Verla allí, tirada en el suelo y tan indefensa me genera mucho malestar en el pecho. Siento un dolor tan intenso expandirse por cada centímetro de mi interior que no logro pensar con claridad. Mi cabeza duele mucho y siento que el aire que entra por mis pulmones no es suficiente para poder respirar. Incluso siento el cuerpo pesado, cansado y con gran ansiedad de sed en el paladar.

A pesar del miedo inminente que me causa estar cerca de una serpiente, esa enorme víbora negra y de ojos rojos que está envuelta en el cuerpo de la vampiresa como un escudo protector —y que todavía para mayor sorpresa y locura habla—, no logro sentir un pánico similar al que presenté cuando tuve una experiencia traumática cuando era niño con una enorme pitón. Todo lo contrario, quiero llegar a esa mujer loca y extraña y ayudarla de alguna manera. Se ve que sufre mucho con lo que sea que esa bruja le esté haciendo.

—¿Qué le está haciendo? —miré a la bruja con miedo de que quizás me hiciera lo mismo—. Le hace daño.

—Esa sensación pasará pronto.

—¿Sensación?

—Siente que muere, aunque no sea real —explicó.

—¡Maldita bruja! —los ojos de la víbora se tornaron de un negro intenso y tenebroso—. Detén eso que le estás haciendo.

—Fueron las órdenes de Mi Lord. No puedo desobedecer o el castigo será para mí.

No entendía ni un comino de lo que estaban hablando, pero la vampiresa no sea veía nada bien y mi interior sentía la necesidad de acercarme a ella y ayudarla. Nunca he experimentado lo que es morir, pero esta opresión en el pecho, la falta de aire, el cansancio en el cuerpo y el dolor en cada centímetro de mi ser me da una vaga idea.

Bajé de la cama y me acerqué a ella con cautela. La víbora seguía cada uno de mis movimientos, lo que me ponía cada vez más ansioso. La bruja no se quedaba atrás, me miraba de una manera intensa y que me hacía temblar las piernas, pero la ansia de ayudarla era más grande que el miedo que bullía en mi interior.

Me agaché a su lado y tomé su mano, percibiendo la frialdad de su piel. ¿Cómo es posible que esté tan fría?

No sabía qué hacer ni cómo ayudarla, ya que no soy médico y tampoco entiendo sobre brujería, más una parte de mí me llevó a abrazarla contra mi pecho y brindarle un poco de mi calor. Su aura era fría al igual que el tacto de su piel, pero se sentía cálido tenerla entre mis brazos mientras sus temblores iban disminuyendo poco a poco.

Cuando la víbora soltó su cuerpo sin dejar de mirarme, pude abrazarla con mayor ímpetu. Teniéndola así de cerca me permití observar su rostro con detenimiento. Su cabello es tan negro como la misma noche, muy largo, lacio y sedoso. Su piel blanca lo único que logra es acentuar sus facciones delicadas y hermosas. Es una vampiresa preciosa. Sus labios rojos han perdido su color, pero ni porque se vean negros le restan belleza alguna. Quise ver sus ojos y perderme en esa oscuridad tan intensa, pero ella no logra mantener los ojos abiertos.

Descendí un poco más la vista por su cuello y aprecié el tatuaje de serpiente que se extiende por el lado izquierdo de este y se pierde por su espalda. Me fue casi imposible no mirar sus atributos que son de buen tamaño, si es que esa blusa negra y ceñida a su cuerpo las hace notar el doble, más en el ángulo en el que me encuentro.

Mi corazón se agitó de una manera incontrolable. De pronto se sentía muy bien al tenerla envuelta entre mis brazos. Ya no sentía nigún temor, todo lo contrario, no podía describir lo que estaba sintiendo en ese momento, pero no era desagradable.

Impulso, necesidad, un algo extraño que nació de mí. No lo sé. Pero sentí esa ansía de sed y me acerqué a la altura de su boca que, poco a poco, ya iba recuperando ese color rojo cereza natural.

—D-dulzura —su voz salió tan apagada y lastimera en el hueco de mi cuello que me hizo doler el corazón.

Lo siguiente que sentí fueron sus filosos y puntiagudos colmillos clavándose en mi piel. La sensación de esta vez fue muy diferente a la anterior. Una electricidad me recorrió todo el cuerpo, fue como un leve escalofrío que me sacudió. Dolía, desde luego que dolía, pero era un dolor que podía soportar porque se mezclaba con la satisfacción.

No sé lo que me está pasando. Creo que he perdido por completo la razón y por eso estoy permitiendo que esta vampiresa preciosa beba de mí, pero el calor que se expande por mi sistema, esas corrientes que me alteran y esa extraña e inexplicable palpitación en mis venas no me permite alejarme de ella. Quiero seguir prolongando este éxtasis que nos invade a los dos.

Empecé a sentirme débil, pero en el punto más alto, donde todas esas sensaciones se encontraban en su máximo apogeo, exploté sin que pudiera controlarlo. Mi cuerpo vibraba y esa mezcla entre el dolor y el placer se hacía cada vez más aguda en mi ser. 

«¿Qué es lo que acaba de pasar? ¿Qué clase de locura ha sido esa?»

Con un dulce gemido satisfactorio y una lamida en mi piel, ella se alejó de mí. Su respiración estaba agitada al igual que la mía y podía sentir un extraño calor que tiraba de ella y me envolvía.

No perdí el conocimiento como la otra vez, pero sí me sentía cansado y con mucho sueño. La miré a los ojos que ahora lucían extremadamente rojos y brillantes y sonreí. Me sentí avergonzado de haber tenido un orgasmo tras una mordida, pero a la vez muy bien de haberla podido ayudar.

—Mi señora, su padre se pondrá furioso si se llega a enterar de esto...

«La locura de estos seres de otro mundo ya se me contagió, de eso ya no me caben dudas».

La vampiresa sonrió ladeado, dejando ver sus colmillos y mi propia sangre que se deslizaba por ellos. Debía asustarme, salir corriendo y morir de miedo, pero se veía muy sexi y no podía dejar de mirarla ni un solo instante. Me encontraba como hechizado ante su belleza.

Dulce Prohibido[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora