S2: ¡Maldito hechicero!

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Un suave y delicado roce, no solo me provocó cosquillas por mi cuello, sino también logró despertarme. Aturdida y sintiendo una punzada de dolor en la cabeza, abrí los ojos lentamente, pero no estaba ni un poco preparada para ver a ese demonio tan cerca de mi rostro, viéndome con una fijeza que incrementó los latidos de mi corazón.

Quería gritarle que se alejara de mí y nunca más se acercara, pero las palabras no salían de mi boca. Sentía la garganta seca y que me ardía con tan solo intentar pasar saliva.

¿Qué hace este demonio aquí? ¿Por qué no está Vanda en su lugar? No quiero ver esos ojos tan negros como la oscuridad ni hoy ni nunca y que parecen rasgar mi piel con su profundidad y fuerza.

—Despertaras, mi dulce y pequeña rosa —susurró, esbozando una media sonrisa que me llevó a recordar lo que sucedió antes de perder la conciencia.

Sentí mis mejillas muy calientes y que me sonrojaba incluso hasta el cuello, por lo que no tuve más opción que apartar la mirada de la suya y apretar los labios con fuerza.

¿Cómo es posible que le haya permitido hacerme todas esas cosas? Si yo lo detesto con todo mi ser y estar cerca suyo solo me entran tremendas ganas de gritarle lo despreciable que es, aun así, mi cuerpo cedió ante sus caricias de una manera sumamente baja. No tengo cara que darle, menos cuando no hice nada para detenerlo.

Este demonio, aparte de ser un vampiro, debe contar con poderes sobrenaturales que usó a su favor para hacer conmigo lo que quisiese y burlarse de mí. Sí, estoy más que segura que eso fue lo que hizo y por esa razón está sonriendo de manera cínica y burlona. Que ganas tengo de darle su buen merecido, pero es inútil intentar golpearlo cuando él se ve que me gana en fuerza y aptitudes. Yo solo soy una simple y debilucha humana.

—Y una muy interesante —lo oí decir y fruncí el ceño—. ¿Cómo te sientes?

Me quedé en silencio, pues esa suave caricia que sentí en un comienzo volvió a hacerse presente por mi piel. Fijé mi vista en una rosa roja que tenía en una de sus manos y mi corazón se disparó a una velocidad inaudita tras pasarla por mi cuello en dirección a mi pecho, por lo que pude darme cuenta de que no tenía nada de ropa cubriéndome

—¿Qué se supone que hace?

Pude al fin soltar las palabras de mi boca, tratando de apartarme de él, pero esa electricidad que se regó en mi interior me impidió moverme. Trazó con los pétalos el valle de mis senos y se desvió a mi pezón. La suavidad de la rosa me puso la piel chinita.

—Me gusta el reaccionar de tu cuerpo —ignoró mi pregunta, trazando círculos alrededor de mi pezón.

Me sentía muy avergonzada, no solo por el calor que se expandió por todo mi rostro y mi cuerpo, sino también por todos esos sentires contradictorios que se regaron por mi piel y se centraron en cada uno de mis nervios. Lo odio y no soporto estar en un mismo espacio con este demonio, pero me siento caliente, sensible y con muchas ganas de que sus labios vuelvan a provocar ese manojo de sensaciones por todo mi sistema.

¿Qué me pasa? ¿Por qué no puedo apartar la mirada de esos labios que al tacto de mi piel se sienten tan cálidos y fríos a la vez? No logro entender lo que me sucede.

—No me toque más —mi voz tembló a la par que mi cuerpo e intenté levantarme de la cama a gran velocidad, pero mis piernas flaquearon.

Antes de que tocara el suelo, sentí sus brazos alrededor de mi cuerpo y mi corazón se aceleró todavía más de lo que se encontraba y mi cuerpo ardió en llamas. Me encontraba completamente desnuda entre sus grandes brazos, por lo que la humedad y el calor que se regaba por el medio de mis piernas me hizo apretarlas y sujetarme firmemente del cuello de su camisa. Su aroma es muy varonil, pero esa mirada tan oscura y profunda es demasiado poderosa. Me es imposible no temblar ante esa intensidad que posee.

—Necesitas alimentarte y recuperar fuerzas. Lo que menos quiero es que mueras —me levantó en sus brazos y me depositó con gentileza en la enorme cama.

—D-dígale a Vanda que venga ella, no quiero estar un segundo más con usted—me cubrí como pude con las cobijas y sonrió ladeado—. Usted es un degenerado. ¿Cómo puede quedarse viéndome de esa manera, sin sentir ni un poco de remordimiento o vergüenza?

—¿Por qué debería sentir vergüenza por ver y tocar lo que es mío? —tomó la rosa en sus manos y la acercó a mi mejilla, acariciando suavemente y haciéndome cerrar los ojos—. Te daré tu espacio porque sé que lo necesitas —lo miré recelosa ante la caricia que dejó con la rosa en mis labios—. Vendré en cuanto estés lista.

—No quiero verlo nunca más, así que no se moleste en regresar —reviré y soltó una risita, dejando la rosa sobre mi pecho.

—Eres bien testaruda, ¿eh? —en un abrir y cerrar de ojos subió sobre mí y sus labios quedaron a centímetros de los míos—. No me pidas eso, porque, aunque no me agrade ni un poco el hecho de que seas humana, te necesito más de lo que te puedes llegar a imaginar. Es cuestión de tiempo para que tú me necesites de esta misma forma en la que yo te necesito a ti.

Rozó fugazmente nuestros labios antes de desaparecer. Cerré los ojos y toqué mi boca, pues un ligero hormigueo seguía estando en ella, como si sus labios aun siguieran sobre los míos.

—¡Maldito hechicero!     

Dulce Prohibido[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora