S2: Insignificante

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Desperté, extrañamente en la comodidad y calidez de una suave cama. No sabía en qué lugar me encontraba, nada a mi alrededor me era conocido. ¿Dónde estoy? ¿Qué estoy haciendo en este lugar? ¿En qué momento llegamos a un hotel?

Quise levantarme de la cama, pero mis piernas fallaron y todo a mi alrededor dio vueltas. Me quedé acostada, viendo todo a mi alrededor y preguntándome qué hacía en ese lugar. Intenté llamar a Ronan, pero mi voz tampoco salió. Sentía por mi piel un extraño cosquilleo, como si un frío se hubiera calado en mis huesos.

Cerré los ojos por unos instantes y me volví a cobijar, pero esa sensación de frío no se iba de mí por más cálida que se sintieran las cobijas.

Abrí los ojos y recorrí cada espacio de la habitación desde el punto en el que me encontraba. Las paredes, al igual que la decoración y los pocos muebles que alcancé a ver, se apreciaban muy antiguos y lujosos. Esos cuadros han de ser reliquias, sus marcos se aprecian a simple vista que son muy antiguos, por su acabado elegante y cobrizo. En el centro de la habitación colgaba un candelabro dorado y lleno de velas, que era el encargado de otorgarle luz a cada centímetro de la habitación.

Giré mi rostro a la derecha y centré mi vista en un bonito espejo que allí reposaba. Es hermoso y tiene detalles que lo hacen ver mágico. A mi izquierda había un armario de madera realmente muy antiguo del mismo color cobrizo que el resto de los muebles, con detalles muy finos de lo que parecía ser oro y algún otro diamante que no reconocí.

Para ser un hotel, se ve muy costoso y lujoso. Luce como un castillo de la era medieval.

—¿Cómo se siente, mi señora? —oí la voz de una mujer a mi lado derecho y por poco me quedo con todo el lugar tras el grito que salió de mi boca—. Lo siento, mi intención nunca fue asustarla —hizo una pequeña reverencia, antes de volver a mirarme a los ojos.

«¿De dónde diablos salió esta mujer, si hace un momento me encontraba completamente sola en la habitación?».

La miré con curiosidad y cierta desconfianza, tratando de recordar en qué lugar la había visto, pero su rostro no se me hacía conocido. Su cabello era muy largo y de un rojizo muy intenso. Su piel se apreciaba en exceso muy blanca y sus ojos eran  muy oscuros, no sabría decir si negros o simplemente marrones. Su boca tenía un leve rastro de labial y era una mujer muy bonita.

—¿Le duele la cabeza? ¿Me permite revisarla? Tranquila, no tiene que tenerme miedo a mí ni mucho menos a mi señor.

«¿De qué habla? ¿Por qué quiere revisarme? ¿Quién es su señor? ¿Se refiere al dueño de este hotel?».

—¿D-dónde está Ronan? —pude decir y el frío en la habitación, especialmente en mi piel, se intensificó.

—Disculpe, mi señora, pero ¿de quién habla?

—De mi amigo... del hombre con el que venía. Estábamos juntos en el bosque y...

Los recuerdos me asaltaron uno detrás el otro, desde que salimos de la casa, hasta ese beso tan dulce que me robó, pero más que todo, esos ojos rojos que parecían haberse quedado grabados en mi mente para siempre. Eran tan horribles y terroríficos. A pesar del frío que sentía, un escalofrío me recorrió por completo al recordar esa cercanía y esa mordida que palpitó en mi cuello.

Llevé mi mano a esa zona donde esa cosa me había mordido y mi piel se estremeció ante el tacto, más no se sentía ninguna marca al roce de mis dedos.

«Dios mío, ¿qué fue lo que sucedió? ¿Cómo es que sigo con vida? ¿O solo se trató de un sueño?».

—Ronan. ¿Dónde está Ronan? ¡Esa cosa lo mató! —sentí un gran dolor en el pecho y el aire empezaba a faltarme.

—Por favor, calmese, mi señora.

—¡No me pidas que me calme! ¡Hay un monstruo suelto por el bosque! Tiene que creerme. Por favor, créame. Esa cosa mató al hombre que amo y trató de matarme a mí.

Una especie de nube negra cubrió toda la habitación en cuestión de segundos, apagando en el proceso las velas de un solo golpe, como si hubiesen sido sopladas por un fuerte viento. El miedo me tomó presa. No pude moverme por más que hice el intento de levantarme de la cama, sentía un gran peso sobre mí.

—Mi señor, por favor, no le haga daño. Recuerde que ella es su pareja —la oí decir y temblé de miedo.

No hubo respuesta alguna, más pude sentir en mi cuello un cálido aliento, que logró erizar cada uno de mis vellos. En esa negrura no podía ver a nadie, pero sí podía sentir una mirada muy intensa y maligna sobre mí.

—Insignificante y malagradecida humana —susurró en mi oído de una manera muy escalofriante.

Esa voz la tenía muy grabada en mi mente, a pesar de haberla escuchado una sola vez en toda mi vida. Moría de miedo y mis lágrimas se intensificaron, a sabiendas de que no estaba segura en ese lugar, menos a merced de un ser extraño y oscuro.

—No me haga daño, por favor... —murmuré, cerrando los ojos con fuerza, esperando que de nuevo clavara sus colmillos en mi piel.

Dulce Prohibido[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora