S2: Impotencia

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Nos dividimos como se había planeado desde un principio y nos sumergimos en el mar para llegar a la isla. Tenía que esperar al otro grupo, pero ya habían pasado muchos días y estábamos aquí, por lo que debía actuar antes de que Bacon le hiciera más daño a mi hija.

Mi objetivo estaba fijo y no podía desviarme por nada ni nadie. En cuanto Blake estuviera a salvo en los brazos de Wyatt, podría acabar de una vez y por todas con las ridículas reglas que impuso el rey Bacon en su mandato y todavía seguían vigentes. Tenía la esperanza de que mi hija estuviera aquí y no en el reino de Pussett, porque allí sería mucho más difícil entrar.

¿Quién diría que al fin tendría la valentía suficiente para enfrentarme a mi padre? Siempre seguí sus órdenes al pie de la letra, incluso después de casarme y formar mi familia. Para él nunca he sido digno de ser un buen lider, mi voz y mis decisión jamás han sido para él.

Guardaba la esperanza de tener una buena relación con mi padre, pero todo murió en el momento que se llevó a mi hija. Sé que no hago parte de su corazón, pero llevo su sangre; soy su hijo.

Dejé de lado ese odio que he cargado por años en silencio y al fin salía a relucir y me centré en dar pasos sigilosos en la espesura de los árboles. Su castillo estaba en lo alto de la única montaña y la seguridad era mínima como en realidad pensé que sería. Sabía que nos estaba esperando, por lo que no me podía confiar en la facilidad con la que entramos a su territorio.

Baco hizo presencia junto con Reis y Wyatt lo mantuvo entre sus manos.

—La siento cerca —mencionó la víbora, intentando liberarse del agarre que ejercía Wyatt—. Blake está aquí, pero no está bien. Déjame ir con ella. Súeltame.

Todos, incluyéndome, nos tensamos. La ansiedad nos recorría por dentro, lo que no nos ayudaba en estos momentos donde más calma debíamos tener.

—Pronto estaremos con ella y la podremos proteger. No desesperes o la podríamos poner en mayor riesgo, Baco —se oía desesperado por llegar con Blake cuanto antes, ya que su olor y su sangre estaba predominando en el aire y se agudizaba con cada paso que dabamos—. Ya estaremos contigo, mi preciosa vampiresa.

Reis frotó su cabeza en mi cuello y le di una palmadita en el lomo para calmarla. Podía sentir sus nervios y ansiedad, pero estaba más que lista para atacar.

***

Avanzamos lo que más pudimos, pero poco antes de llegar al castillo, los guardias hicieron acto de presencia. Bacon tenía una buena fortaleza y guerreros de toda clase listos para protegerlo a cambio de sus vidas.

—No intervengas —le recordé a Wyatt y asintió—. Te daré la señal que acordamos para que puedas ingresar al castillo.

En cuestión de segundos, la tranquilidad de la isla se vio interrumpida por la disputa.

Derribé con facilidad a todo aquel que intentaba detenerme. Mi labor era abrirle un espacio a Wyatt para que pudiera infiltrarse en el castillo sin un solo rasguño. No era normal una guerra en el mismo clan, por lo que se sentía diferente y extraño atacarnos a nosotros mismos cuando debíamos protegernos. Me sentía traicionado, pero a la vez que estaba traicionando a los míos.

Wyatt pasaba desapercibido y ninguno llegaba a tocarlo porque yo lo impedía, pero un joven vampiro intentó llegar a él por su espalda. De un rápido movimiento, lo sujeté del cuello y enterré mis uñas en su piel, liberando aquel veneno que pocos vampiros teníamos en nuestro sistema. No podíamos matarlos ya que nuestras armas no estaban hechas para atacarnos a nosotros mismos, pero sí podíamos controlarlos o sumergirlos en un profundo sueño. El tiempo jugaba en nuestra contra, teníamos que derribar vampiros y avanzar antes de que volvieran a levantarse y atacarnos aún más furiosos. Era una cadena donde el primero en perder las energías, salía del juego.

—Estamos cerca —le di aviso, derribando al siguiente vampiro—. Toma tu sombra, será más fácil llegar a ella así.

Se desvaneció junto a Baco y lo protegí conforme los vampiros intentaban llegar a él. Me sentía agotado, pero debía por lo menos esperar a que él entrara al castillo. Todavía no había recuperado mi fuerza luego de la guerra con los hombres lobos, por lo que mi energía empezaba a disminuir con mayor velocidad.

Sentí en mi cuello unas filosas uñas y todo mi cuerpo se paralizó. Mis ojos se desviaron con la esperanza de ver entrar a Wyatt al castillo, pero al igual que yo, estaba siendo sujetado por Bacon.

—Gracias por venir por tu cuenta —con una sonrisa ladeada, me miró fijamente—. Nos ahorraste el trabajo, hijo.

No podía hablar, las pocas energías que tenía estaban siendo drenadas por el vampiro que me sujetaba firmemente del cuello.

—Ya estoy aquí, ahora deja que todos se vayan —murmuró Wyatt.

—¿Cómo puedes pedirme aquello, si el festejo hasta ahora está empezando? Todavía nos hace falta uno. ¿Dónde está tu hijo menor, Angus? —rio, sabiendo que no podía moverme ni hablar—. Ninguno se irá. Primero debo acabar con lo que empecé hace mucho tiempo atrás. Eres un insignificante humano y nunca serás aceptado en mi mundo mientras yo siga siendo el rey de los vampiros.

Luchaba conmigo mismo para no cerrar mis ojos, pero me sentía tan débil que no podía sentir ninguna parte de mi cuerpo, solo a mi corazón latiendo desenfrenadamente.

El sol resplandeció en su filosa espada, lo que me alteró más y me hizo sentir imponente porque no podía hacer nada para evitar la intención de Bacon. Le fallé a todos, en especial, a mí mismo. Antes de que pudiera ver cómo le arrebataba la vida a Wyatt, caí en la profunda oscuridad, sintiendo la culpa recaer en mis hombros...

Dulce Prohibido[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora