S2: Mía

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—¿Come? ¿Eso es lo único que tiene que decir? —me puse de pie y se me quedó viendo fijamente—. Es usted la persona más cínica y sin corazón que haya conocido en esta vida. Por lo menos tenga la decencia de pedir una disculpa por todo el mal que ha hecho. ¿Acaso ya se le olvidó? No se preocupe, yo le refresco la memoria. Asesinó a sangre fría a mi amigo frente a mí y luego me secuestró sin darme explicación alguna de porqué. ¿Qué clase de monstruo es usted? ¿Qué es lo que gana haciendo todo esto?

—Si no te sientas a comer, te rebanaré el cuello a ti también —lo dijo con una seriedad y calma que me hizo temblar de miedo, ignorando por completo mis preguntas—. Haz silencio y siéntate a comer.

—¡Yo no quiero comer nada de esto, ni mucho menos estar más tiempo aquí!

—Come —insistió, dejando uno de los platos frente a mí.

—¡Que no quiero! —bajo la misma furia e histeria que sentía por dentro, tiré el plato lejos de mí—. Le exijo que me deje ir ahora mismo.

Sus ojos negros se tornaron en cuestión de segundos en rojos, lo que me asustó en demasía y me hizo retroceder varios pasos hasta que mi espalda chocó contra la fría puerta.

Se puso de pie y se acercó a mí, acorralando mi cuerpo entre el suyo y la puerta. Tuve que levantar la cabeza para mirarlo a los ojos, ya que es demasiado alto. A su lado no soy absolutamente nada.

—Me gustaría matarte para dejar de escuchar tus malditas quejas —susurró, erizando cada vello de mi piel—. Eres irritante y fastidiosa.

—¿Qué es lo que quiere de mí? ¿Por qué no me deja ir? Por favor, déjeme ir.

Hundió su rostro en mi cuello, paralizándome por completo y tragué saliva, cerrando los ojos con fuerza y temblando por lo siguiente que haría.

Descansó sus labios sobre mi piel, provocándome escalofríos debido a la misma frialdad de su boca. Escuché su gruñido y se apretó aun más contra mí. Mi corazón se aceleró de una manera inaudita al tenerlo así de cerca, más cuando empezó a dejar suaves por mi cuello.

—N-no me haga daño, por favor...

—Jamás te haría daño —su cálido aliento hizo contraste con la frialdad de su boca y una electricidad me gobernó entera.

Sin tener tiempo a nada, sentí como sus filosos colmillos atravesaron mi piel, a la altura de mi cuello y mis fuerzas fueron drenadas en esa mordida que, en lugar de hacerme sentir dolor alguno, provocó en mí una ola inexplicable de frío y calor que trajo un sinnúmero de cosquillas por debajo de mi piel y se centró en mi parte más íntima.

Un suave gemido escapó de mis labios y sus colmillos se aferraron con más fuerza en mi cuello, llevándose todo de mí en una fuerte succión.

—De mi lado nunca te irás —lo escuché decir, antes de que mi cuerpo y mi mente se desconectaran del mundo exterior.

Desperté desorientada y sin saber en dónde me encontraba, pues no estaba en la misma habitación en la que me he estado quedado todos estos días, sino en otra.

Busqué en la oscuridad a Vanda, pero en su lugar se encontraba ese hombre, mirándome con una fijeza abrumadora.

Un nudo se formó en mi garganta y lo único que pude hacer fue llorar al recordar lo último que me dijo antes de que perdiera la conciencia. No quiero estar un segundo más aquí, siendo el suministro personal de este lunático.

Sentí su suave y fría caricia en mi mejilla y lo miré de reojo, empezando a sentir que el aire me hacía falta en los pulmones y que mi corazón se agitaba de más. Su toque fue gentil, borrando de mi piel cada una de las lágrimas que brotaban sin cesar de mis ojos.

—No llores más —deslizó sus nudillos por mi mejilla hasta mis labios y su gesto se endureció.

Podía sentir su furia y también un sentimiento extraño que no lograba identificar, pero que su profunda e intimidante mirada me transmitía.

Me puso un plato de comida encima de mi estómago y lo miré de inmediato, sintiendo frío en el instante que dejó de tocarme.

—Eres muy débil. Come.

Aunque no quería comer, lo cierto era que moría de hambre y los ruidos que hacía mi panza me dejaba en evidencia. Sí, detesto ser tan débil, pero ¿quién no pierde la fuerza al ser mordida por este hombre? Siento gran curiosidad de saber por qué beber sangre humana le genera tanto morbo y satisfacción.

—¿Por qué me hace esto? Dijo que jamás me haría daño, pero lo hace al morderme y mantenerme aquí encerrada —mis lágrimas de nuevo se desbordaron de mis ojos—. Solo quiero entender por qué.

Acercó su mano a mi rostro y acunó mi mejilla en ella, dejándome impactada y sorprendida. Su tacto es muy frío, pero por alguna razón que no logro explicar su mano se siente cálida.

—Porque eres mía.

Dulce Prohibido[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora