Necesidad

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Aunque quise acercarme muchas veces a ese humano y deleitarme con su exquisito olor y sabor, no podía hacerlo por su propio bien. El dulce sabor de su sangre me llamaba cada día con mayor intensidad a que bebiera con gusto de ella. Su olor permanecía oculto para todos, menos para mí, que podía sentirlo como si fuera parte de mí, atravesando cada partícula de mi ser de manera violenta y extraña.

Mi padre se había marchado y con ello el trabajo me había envuelto por completo, pero siempre escapaba a verlo así fueran por unos cuantos instantes. Su mirada decaída, triste y esos bonitos ojos sin esperanza alguna era lo que veía cada que bajaba al calabozo y me mantenía a una distancia considerable de él. Me gusta observarlo de lejos, escucharlo hablar solo, reír por lo irónica que es su vida y llorar por su mala suerte.

No podía soportar verlo allí y no lograba entender por qué un dolor agudo se instalaba en mi pecho. Me dolía ver su soledad y su tristeza. Me dolía más que nada poder acercarme y sacarlo de esa celda donde mi padre lo había encerrado. Se veía cada día más indefenso y sus bonitos ojos tenían un brillo que estaba a punto de sucumbir a la locura.

No había rastros de Lirio por ningún lado y podía olerla lo suficientemente retirada del calabozo, pero sé que tiene trampas puestas por todo el lugar. Este rincón se ha vuelto mi lugar favorito día y noche. Salgo a cazar por pura necesidad y, rápidamente al estar satisfecha, vengo a contemplarlo. Las horas del día y la noche siempre me habían parecido eternas y aburridas, pero ya no me parecen tanto.

Solté a Baco en un intento de estar más cerca de ese cuerpo tan cálido y dulce y él se arrastró a toda velocidad hacia el humano. El salto y el grito que pegó fue curioso y divertido, más porque quedó encima de la cama mientras pegaba todo su cuerpo contra la pared. Veía con temor a Baco y le era casi imposible gesticular palabra alguna.

—No puede ser que aquí también existan estos bichos tan feos.

Fruncí el ceño, enojada por lo que acababa de decirle a Baco. Mi fiel compañero se irguió hasta llegar a la altura del hombre y este lo único que hizo fue abstraerse ante el gran tamaño de la víbora, como queriendo ser uno solo con la pared hecha de piedra.

—Fuera de aquí, animal del infierno. ¡Chu! ¡Chu!

—¿Quieres que proteja a este insignificante humano? —siseó mi fiel compañero, acercándose poco a poco al hombre—. Hace tiempo no me sueltas. Tengo mucha hambre.

—¡Ya me estoy volviendo loco! Una bruja y dos vampiros es aceptable, pero ¡una serpiente que habla! —tiró de sus cabellos con fuerza, luciendo desesperado—. Esto ya es mucho. Creo que es hora de que detengan las cámaras escondidas. Este tipo de bromas no son nada graciosas.

—Quiero comerlo —lo envolvió en una mínima fracción de segundo, paralizandolo y haciéndolo callar de golpe—, pero está infestado de ti, Blake. Puedo sentirte latiendo en él.

—¿Qué significa eso? —tomé mi forma, pero me quedé donde estaba, siendo observada por Wyatt.

—Lo mordiste —fue todo lo que Baco respondió, desenroscando su cuerpo del de él y despertando mis dudas.

—Oye tú, mujer extraña, ¡sálvame! Esta enorme serpiente me puede comer en cualquier momento.

—Baco no te hará daño. Todo lo contrario, cuidará de ti.

—¡Es una serpiente gigante! ¿Estás loca? —bufó—. ¿Qué digo? Pues claro que estás loca y claramente no eres tú la que está en peligro.

—Si quisiera comerte, ya lo habría hecho. No seas paranoico y cálmate.

—¡¿Cómo puedes pedirme que me calme?! ¡He sido secuestrado por un grupo loco de extraterrestres, una loca vampiresa me mordió, una bruja me amenaza con convertirme en un árbol cada vez que intento persuadirla para que me ayude a escapar, un hombre extraño me vigila y ahora una víbora enorme y fuera de este mundo va a comerme! ¿Cómo quieres que me calme? ¡Dime! ¡Dime cómo demonios hago para regresar a mi patética vida y no seguir encerrado en este lugar donde vivo en un constante peligro —explotó con lágrimas al borde de sus bonitos y cautivadores ojos verdes—. ¡Quiero irme y olvidar que alguna vez estuve aquí!

Mi corazón se hizo añicos tras ese estallido tan furioso. Pero a diferencia de otras veces que lo he visto triste, tengo la enorme necesidad de estar ahí con él y darle un poco de mi calma. No debe ser sencillo para él estar en un mundo muy diferente al suyo.

Solté un suspiro profundo antes de hacerme una sombra y atravesar todo el calabozo hasta llegar a él. Caí de lleno al suelo, pesada y sintiéndome muy débil, pero seguí intentando llegar a Wyatt hasta que lo logré. Baco se enrolló en mí con el fin de protegerme y seguramente sacarme de allí, no obstante, lo detuve.

El dolor en cada parte de mi cuerpo era inmenso y cada vez me costaba respirar, pero valía la pena sentirlo si podía estar un poco más cerca de él y aspirar su dulce aroma.

—Vas a morir si te dejo un segundo más aquí.

—N-no, déjame tocarlo...

Asustado y sin comprender lo que sucedía, Wyatt se mantuvo quieto en su lugar sin apartar su mirada de mí. Sus lágrimas seguían cayendo de sus ojos a borbotones.

Sentía el latir de su corazón lejano e incluso lo veía borroso. La cabeza y el cuerpo los sentía cada vez más pesados, sin fuerzas. Levanté una mano como pude y la acerqué a su pierna, aunque quería tocar su rostro. Acaricié suavemente, dándole a entender que yo no era ningún peligro como creía. No podía ver con claridad sus expresiones, pero sentí que su tristeza se iba disipando.

—Mi señora, ¿por qué desobedece a su padre? —escuché la voz distorsionada de Lirio poco antes de que me paralizara por completo—. No me gusta tener que retenerla de esta forma, pero las órdenes de su padre fueron estas si volvía a acercarse a él.

Dulce Prohibido[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora