Llegó la hora

581 112 14
                                    

No pudo decir lo que estaba pensando, ya que mi padre llegó y mi madre se colgó de su cuello, dándole un beso que le robó hasta el aliento y me sacó una sonrisa. Permanecieron abrazados por largos minutos, solo existiendo ellos y nadie más en este mundo. Ahora los entiendo, si tuviera que irme lejos de Wyatt, nadie más que él me importaría.

—Si sigues besándome de esa manera, tendré que arrancarte la ropa ahora mismo aquí. Lo malo es que tenemos mucha audiencia, mi reina —mi padre soltó en tono pícaro y despreocupado, acariciando su mejilla con gran devoción—. Te extrañé como no tienes idea.

—Y yo a ti. Nunca más vuelvas a dejarme sola por tanto tiempo, mi amor —volvió a besar sus labios, pero esta vez,  con más calma.

—Te lo prometo.

—Mi señora —Demetrius llegó a la par que mi padre y le dio una mirada sorprendida a Wyatt—. Qué gusto me da volver a verla.

—Es bueno verte bien. Espero estés listo para retomar labores.

Sonrió, asintiendo educadamente con la cabeza.

—Debo tener mucho trabajo atrasado, ¿o me equivoco? —miró a Wyatt de reojo, frunciendo el ceño—. ¿Cómo lo logro?

—Es una historia muy larga, cuando tengamos más tiempo, te la contaré con lujo de detalles.

En cuestión de segundos sentí numerosas cuchillas atravesar mi cuello y una fuerza bruta que me empujó hacia atrás y me hizo soltar la mano de Wyatt hasta que sentí mi espalda chocar contra la pared.

—¡Blake!

Llevé mis manos a mi cuello y gruñí al ver la cantidad de sangre que brotó de este. La mano que se mantenía oculta en la sombras tomó forma y vi frente a mí, sujetándome firmemente del cuello a uno de los guardias más veloces del clan de Pussett. El veneno de sus filosas uñas empezó a recorrer mi cuerpo a una velocidad inaudita, paralizándome de pies a cabeza. No podía moverme ni hablar, era una sensación desagradable no poder defenderme y quebrarle el cuello a este maldito vampiro.

Desvié mis ojos hacia Wyatt, ya que era lo único que podía mover a voluntad y Ambrose lo sostenía del brazo, aunque él luchaba por liberarse para llegar a mí.

—¡Déjame ir con ella! ¡Sueltame, Ambrose! —se oía desesperado—. ¡Blake, mi amor, ¿estás bien?! ¡Suelta a mi mujer inmediatamente, hijo de puta!

Pero el guardia no se inmutó, siguió presionando sus uñas en mi cuello con más fuerza. Su veneno no es letal. Él lo hace para inmovilizar mi cuerpo hasta el punto de hacerme perder el conocimiento.

«Llegó la hora de recibir mi castigo, solo que pensé que no sería tan pronto». Pensé.

Cerré los ojos en un intento de encontrar entre todos a Wyatt, pero no podía llegar a él a través de nuestro vínculo.

—¿Por qué no hacen nada para ayudarla? ¿Van a dejar que le hagan daño? ¿Qué clase de familia son? ¿Cómo permiten esto? ¡Ambrose, haz algo, por favor! ¡Es tu hermana! ¡Que me sueltes, carajo!

Las lágrimas que rodaban por sus mejillas me dolían mucho más que al estar inmóvil y no poder defenderme. Sentía mucha ira en mi interior al no poder evitar que Wyatt sufriera por mi culpa.

«¿Por qué tiene que doler tanto verlo llorar?».

—¡Hagan algo, no se queden ahí parados! ¿Sra. Trinidad?

Miré a mi madre y ella se encontraba llorando entre los brazos de mi padre, mientras él me miraba con sus ojos llorosos y una tranquilidad que sabía que no sentía. Él no puede hacer nada para ayudarme y eso lo tengo clarísimo. No tengo más salida que enfrentarme al castigo que los otros dos líderes me pongan.

Cada segundo perdía fuerza y me costaba mucho mantener los ojos abiertos. Lo último que escuché fue la desesperada voz de Wyatt llamándome, antes de caer en la profundidad de la oscuridad.

Dulce Prohibido[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora