Embrujo

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Baco me hizo compañía como de costumbre por largas horas, pero en mi mente solo se encontraba Blake y esos ojos rojos carmesí que son todo un misterio. No sé por qué razón ha tardado tanto en volver. ¿Será que la descubrieron? Aunque no entiendo cómo funciona este mundo y quién es ese Lord del que tanto habla la bruja, ella y ese otro vampiro se arriesgaron para sacarme de ese lugar tan oscuro y tenebroso.

Luego de tomar un baño tibio y refrescante, me puse la misma ropa que traía y me dediqué a observar a las personas detrás de esas cortinas gruesas y rojas de mi habitación. Me siento un poco más libre, pero tengo mucho miedo de que me descubran y puedan hacerme daño. Blake ya me mostró lo que un vampiro es capaz de hacer y no quiero volver a sentirme de esa manera tan horrible. No poder respirar y sentir cómo segundo a segundo se drenan las energías del cuerpo es desesperante.

Contemplé las calles plagadas de personas y todo parecía ser muy normal. Las mujeres, los hombres e incluso los niños dan la impresión de ser humanos. ¿Serán vampiros o brujas? ¿Vivirá en este lugar otro tipo de seres? Es difícil identificar cuando todos se ven iguales a mis ojos, lo único diferente es el tipo de ropa que usan y su piel muy blanca. Las calles empedradas y las fachadas de las casas aledañas dan la impresión de estar en un pueblo muy antiguo y costoso.

Por más que quisiera sentir un poco de aire chocar contra mi rostro, no podía abrir la ventana de la habitación en la que me encontraba. Blake me dejó en claro que no podía salir y arriesgarme y Baco me aconsejó no llamar la atención de los que transitan por el frente de la casa, después de todo, saben que la dueña es Blake y que siempre ha permanecido vacía. El silencio nunca ha hecho parte de mí, si no estoy hablando, mi mente siempre divaga en las mil y una posibilidades de lo que puede salir mal o bien. El silencio es muy abrumador, no me gusta ni un poco, más cuando la oscuridad está de por medio.

La casa de Blake es mucho más pequeña que esa enorme mansión en la que me encerraron por largos días, pero es igual de hermosa y tiene el mismo toque antiguo. Baco me hizo recorrerla completa, mostrándome cada una de las habitaciones e incluso esa espaciosa cocina que se encontraba sucia y empolvada, de hecho, todo este lugar está lleno de polvo.

Al no tener nada más entretenido que hacer sino que mirar por la ranura de una cortina, me puse a limpiar cada uno de los espacios de la casa. Nunca le han echado una mano a este lugar, se nota por la cantidad de polvo que había y esas aterradoras arañas grandes que salían de todas partes y que parecían tener toda la intención de comerme. Le temo a todos los bichos que se arrastren, no sé por qué razón no he muerto de un ataque al corazón cada vez que Baco está cerca de mí.

Me sentía agotado y empezaba a tener hambre, cuando un ruido sordo sonó a mis espaldas y me hizo quedar más recto que una regla en medio del salón principal. Giré mi cuerpo con lentitud y suspiré de alivio al ver a Blake y su sonrisa ladeada. Esta vampiresa preciosa tiene la facilidad de acelerar mis latidos con su mera presencia y no precisamente es por miedo.

Su oscura mirada recorrió el salón en una mínima fracción de segundo y frunció el ceño, aún así, no aparté la mirada de su bonito rostro y su hermosa silueta. Viene vestida diferente, esa falda negra y corta hace ver sus piernas más largas de lo que son y el escote de su blusa me deja contemplar el tatuaje de serpiente que tiene tatuado en el medio de sus senos y se pierde entre ellos y sube por una parte de su cuello. ¿Acaso es Baco? Me vi preguntándome a mí mismo, intentando llegar más allá de lo que deja ver a simple vista, pero con un deseo inexplicable y voraz de ver ese tatuaje completo y sin ningún tipo de barreras.

—Eres un ratoncito muy travieso —se acercó a mí en un solo movimiento y tomó mi rostro entre su fría mano—. Mirándome de es forma y esos pensamientos tan atrevidos que tienes lo único que haces es provocarme.

—Olvidaba que también podías leer las mentes.

—No como quisiera, pero no hace falta saber lo que piensas —deslizó su filosa uña por mi garganta y tragué saliva por ese roce—. Tu corazón late de prisa, tus venas palpitan sin descanso y tu calor se ha elevado más de la cuenta. Estás jugando con fuego, delicia.

«También puede darse cuenta de que su roce, sus palabras y esa manera tan suave y enigmática de susurrar me está activando? ¿Esta mujer qué es lo que me ha hecho, carajo? ¿Acaso es una bruja o qué clase de hechizo me lanzó?».

—¿No te ha quedado lo suficientemente claro que soy un vampiro? —gruñó, dejando ir mi rostro—. Las comparaciones que me haces con esa bruja te están condenando.

—Sé que no eres una bruja y no te estoy comparando con una, es solo que... —mordí mis labios, nervioso y muy avergonzado—. Es extraño lo que siento.

—¿Y qué sientes, ratoncito? —se acercó de nuevo y clavó sus ojos negros en los míos.

Me perdí en esos ojos que, en la oscuridad, brillan en demasía y suspiré.

—Que me has hechizado.

Teniéndola tan cerca y sin poder resistirme más, corté el poco espacio que nos separaba y uní mis labios con los de ella, temeroso a que quebrara mi cuello entre esas uñas tan puntiagudas y filosas. Pero, contrario a lo que temí, se quedó completamente quieta, mirándome fijamente mientas que con mi lengua la invitaba a separar sus labios.

Sus labios eran muy suaves y carnosos, pero muy fríos. No entendía por qué su boca al contacto con la mía me estaba llevando a la locura, por más inmóvil y sorprendida que ella se viera. El deseo de probarlos y conocer su textura me hizo perder la razón y sabía que ya no podía dar marcha atrás, porque sus labios estaban hechos justamente para complementar los míos y toda ella me tenía en un embrujo que no podía explicarme a mí mismo.

Dulce Prohibido[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora