Arya se había ocultado en un hotel no muy lejos de dónde estaba, solo quería un momento de paz y lo iba a aprovechar, ya que era fin de semana.
Había cargado su maleta de trabajo con poca ropa y sus documentos importantes. A pesar de que le dejó una nota a Ayden, sospechaba que no se lo tomaría bien. Sin embargo, estaba tan agobiada de sus juegos de "Eres mía", "No confíes en Mark", "No puedes salir", etc.... que solo le faltaba decirle que no podía respirar.
Agradecía que le llevara y trajera de vuelta al trabajo, pero llegaba un punto en el que era asfixiante para ella. Aunque si no le veía le extrañaba. Se sentía confundida y por eso debía mantenerse distante.
«Me estoy volviendo dependiente de él y cuando tenga que irme, ¿quién me ayudará a cuidar de mi corazón roto?» pensaba Arya mientras se recostaba en el colchón.
—Tranquilo bebé hermoso, tendrás un padre que te ame y te proteja mucho —dice a su vientre mientras le acaricia—. Un día, me iré, es parte del trato y no estaré para verte crecer, pero... —Arya comienza a llorar—, debes saber que mi corazón siempre estará contigo. Que no importa dónde yo esté, jamás te olvidaré, jamás dejaré de amarte, siempre tendrás una mama que pida al cielo por ti y que te lleve en su corazón y memoria.
La joven doctora acuna su vientre y su pequeño se agita dentro de ella como si entendiese de lo que habla. Arya decide descansar y pide servicio a la habitación. Una de las ventajas de vivir bajo el techo de Ayden es que no hace muchos gastos, así que ahorra la mayor parte para cuando tenga que irse. Así que eso le ha provisto de un ahorro que invierte en que los empleados del lugar no digan que una mujer embarazada de su complexión y características, se hospeda en el sitio.
«Dos días de descanso mental y relajación, después volveré a Ayden y sus reglas» piensa y pone una película en la tele.
Mientras tanto, Ayden arremete contra sus empleados.
—¡¿Cómo es que no se dieron cuenta de que se iba?!
—Señor, ella dijo que tenía que hacer algo hoy en el trabajo, pidió ir sola porque tenía que llegar a comprar algo personal —advierte John, al mismo tiempo que Sebas y Bea afirman con las cabezas.
—¡Me importa un bledo, búsquenla, contrata la gente que sea necesaria y encuéntrenla! —pide con urgencia en su voz a su guardaespaldas y chofer de confianza.
Todos los empleados desaparecen y él se marcha a su recámara. Por vigésima vez marca a su teléfono, pero este sigue apagado.
Vuelve a leer la carta una vez más y siente cómo su pecho se oprime.
Señor, Ayden Emory.
Sé que cuando leas esta carta estarás por mucho enojado conmigo. Quizás quieras asesinarme o busques la forma de hacerme desaparecer cuando tenga a tu hijo, ¿o debo decir nuestro, ya que lleva la mitad de mis genes?
Como sea, no puedo más. Me marcho unos días. Mi corazón anhela la calma y paz que junto a ti no puedo encontrar. Lamento que malentendieras lo de Mark. No puedo comprender del todo vuestra relación, y no quiero más drama en mi vida. Así que me hago a un lado. Tú lo dijiste, soy un negocio y por eso crees que te pertenezco.
No es así, quisiera suponer que soy la dueña de mi destino y de mis decisiones, aunque lleve a tu hijo en el vientre.
Lo siento, no puedo quedarme un día más esperando a que me grites o me exijas cosas irreales.
Volveré... pero no sé cuándo.
Con cariño, Arya.
PD. Para tu calma te subrayo las partes del contrato que especifican que no estoy atada a ti o tu casa.
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El enigma del millonario
RomanceArya Harley accede a un acuerdo millonario con Ayden Emory, un magnate de Nueva York, a cambio tendrán un hijo y una relación ficticia, pero con la regla inquebrantable de no tocarlo ni enamorarse. ¿Descubrirá este enigma que rodea al millonario?