Verdades que duelen

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Arya se pregunta cómo es que Ayden se encargará de que su hermano no la encuentre. Dos días habían pasado desde esa primera llamada y ella no sabe de qué manera poder hablar con su benefactor sin que se moleste.

Ha estado "descansado", comiendo y paseando por la casa como gato encerrado. Por las tardes sale a dar una ligera caminata a central park y regresa justo antes de que él vuelva. La doctora pidió que volvieran al tercer día cuando comenzara su periodo y así lo hicieron. Durante la visita, la doctora le pidió a Ayden una muestra de su semen.

Este casi se ahoga cuando le dijo que en el cuarto había revistas gráficas o una televisión con acceso a videos para adultos.

Arya se sonrojó solo de pensar en que del otro lado de aquella habitación Ayden estaría masturbándose.

—No tiene nada de que preocuparse, ese cubículo es insonoro y tendrá todo lo que necesite en caso de ser necesario —explica la doctora abriendo la puerta de aquel lugar para que él pase.

Ayden pasa la vista rápido de ahí hacía Arya quien despertando su curiosidad se acerca a observar.

—Santo dios —dice ella al ver la cantidad de material gráfico, la luz tenue y todo el kit de limpieza que hay junto a los frascos listos para las muestras.

—Puede tomar la que guste, están esterilizadas —dice la doctora señalando los botecitos—. A veces se ponen un poco tensos y deciden que sus parejas pasen a ayudarles, es necesario aclarar que el sexo oral no es necesario, no queremos que la muestra se contamine con la saliva de la pareja.

Ahora son los dos quienes están avergonzados.

—No, yo no... mejor me alejo —advierte Arya sonriendo con vergüenza.

—Tómese su tiempo —añade la medico dejando que Ayden entre totalmente avergonzado cerrando la puerta tras de sí—. Arya, en tu caso, necesito una ecografía. Por favor, pasa conmigo a esta área.

La señora abre una cortina corrediza que deja a la vista una enorme cantidad de tecnología que no creyó capaz de ver ahí.

—Recuéstate, te pondré un poco de gel y veremos qué tal va tu ovulación —la doctora la revisa y una vez que termina pasan de nuevo al escritorio—. Bien, tendremos cinco días más para completar la medicación, después de eso, si todo sale bien estarás lista para la inseminación.

Aquellas palabras le resonaron fuerte en la mente. Si todo sale bien, dentro de cinco días estaría embarazándose.

La mayoría de las mujeres recuerdan el día del nacimiento de sus hijos, ella recordaría el día en que quedó embarazada de uno que no podrá reclamar.

Habían pasado como quince minutos cuando por fin Ayden salió. Estaba ruborizado y se notaba un poco acalorado, Arya reprimió una sonrisa al notarlo. Él se dio cuenta y lo tomo como si se burlase.

—¿Quiere que le entregue la muestra o la dejo en algún lugar en específico?

—Puedes entregármela en uno de los sobres que hay ahí. Revisa que esté bien sellada y por fuera le pondré una etiqueta con tu nombre.

Ayden obedece y al poco tiempo vuelve con el sobre transparente que dejaba a la vista su líquido viscoso. Arya se sorprende de la cantidad de muestra y desvía su vista a otro lado.

—Perfecto —dice la doctora, pegando una etiqueta en el sobre—. Seguirán con la medicación y volverán en cinco días. Ayden, si la muestra no sale como se requiere, aumentaré tu dosis, pero mañana te aviso, por el momento sería todo chicos.

La doctora acostumbrada a tratar con esos casos se despide naturalmente de ellos, mientras que los jóvenes salen de ahí avergonzados.

Una vez que suben al auto del millonario sexy, él explota.

El enigma del millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora