Ayden sabía que Arya tenía razón sobre pedir ayuda a su hermano. Lo que no le gustaba es que ella se expusiera de tal forma que la ponía en peligro.
Eso era algo que ella no media, él no entendía el porqué.
—Entiendo que has cuidado de ti sola, la gran parte de tu vida. Pero ya no estás sola, Arya. Estoy para ti, y aun si tuviera que poner un ejército completo a tu cuidado, lo haré —decreta Ayden sin preocuparse en que ella le dé la contraria—. Eres importante para mí, y si te quieres enojar, hazlo. No me sentiré mal por cuidarte.
Arya siente en ese momento culpa. Ella es cierto que solo ha intentado ayudar, pero no midió el riesgo en ello. Lentamente, mueve la mano y toma la de Ayden sorprendiéndolo.
—Perdón, prometo llamarte la próxima vez que venga —explica y, aun así, Ayden frunce el entrecejo al escucharla—. Porque el que te preocupes por mí, y el que pongas un ejército a mi disposición, no hará que me detengas en hacer lo que yo quiero hacer.
—Esta es mi vida, Ayden. La comparto contigo y nuestro hijo, pero no eres mi dueño. Eres mi pareja. Yo no te pido cuenta de donde vas, y con quien, ni que vas a hacer y también estas en riesgo ¡Por Dios Santo, asesinaron a Gerard! Esto es porque algo tienen contra nosotros. No solo contra mí. Así que si quieres que me cuide, tú también hazlo. Si lo que quieres es que esté dando cuenta de todo cuanto hago, adelante, pero tú también me darás cuentas a mí —declara Arya con un tono apacible que pone incluso más nervioso a Ayden.
El auto avanza de vuelta a la ciudad. Ayden no tiene ojos para nadie más que no sea Arya. Se preocupa por ella, es cierto, pero lo que le ha dicho es solo una cucharada de su propio chocolate.
—Lo siento, he sido incongruente e injusto contigo; sin embargo, es por qué no quiero preocuparte, agobiarte... —explica, pero Arya no cambia su expresión decidida—. Si eso es lo que quieres, lo haré. Te daré cuenta de todo.
—Vale, no de todo, pero de lo más importante —aclara ella—. Tampoco quiero que nos volvamos una pareja tóxica. Solo quiero el mismo grado de implicación en la relación.
Ayden se acerca a ella y la abraza.
—Está bien, solo no te molestes, porque ahora, en vez de dos, tendrás seis guardaespaldas.
—¿Qué? —inquiere ella sorprendida—. Eso me parece una exageración, Ayden.
—No lo es. Dos viajarán contigo y Robín todo el tiempo. Delante y detrás de ustedes irán dos autos más con dos o tres personas, todos acamparán fuera del hospital de ser necesario y dónde sea que estés.
Arya no podía creer lo que él le decía. Parece que su historia de amor se había convertido en una historia irreal de novela negra.
Cuando llegaron al departamento, los esperaban Sebas y Bea en el comedor, tomando té.
—¿Qué tal todo? —pregunta casualmente Bea.
—Ha sido un día largo —responde Arya—. ¿Y Aryehn?
—Está dormido —aclara Sebas—. Comió, jugó un rato en la piscina y tomó la siesta.
—Yo también me daré una ducha —informa Ayden.
—Voy contigo, amor —dice Arya y lo alcanza.
Ambos escuchan unas risitas, pero no se vuelven para averiguar el porqué de estas. Ya se imaginan el motivo. Todos están a la expectativa de que se casen. Cuando sus amigos se enteraron del rompimiento no lo podían creer. Excepto Sebas, que había apostado a que no durarían.
—Tengo que irme rápido. Tengo terapia —revela Ayden a Arya mientras suben a la habitación.
—Oh, eso es bueno...
—Ni tanto, si el psicólogo solo quiere ahondar en mis problemas infantiles. Ya le dije que lo superé —asegura él
—Ajá... si ya lo superaste, desnúdate, túmbate en la cama y deja que te monte —responde Arya de manera divertida mientras entraban al cuarto.
Ayden se para en seco.
—¿Qué tienes? Es una broma, hombre... no exageres, sabes que no haré nada de eso —dice Arya sin bromear y con miedo de que él se haya molestado o que piense que ella es otra persona—. Ayden, cariño... mírame, me estás asustando... era una broma.
No pasa mucho cuando él parpadea.
—Lo sé... sé que es una broma, pero... quizás si no cierro los ojos y te veo todo el tiempo de frente... quizás eso ayude —describe él suponiendo en la posibilidad de poder sentir a Arya como su mujer.
Arya siente calor de pronto y a la vez, nervios.
—Y sí, mejor... nos duchamos juntos —sugiera ella en tono travieso, no quiere presionarlo—. Yo podría... dejar que me toques, si quieres me quedo con la ropa interior.
Ayden camina a ella y la toma del rostro. Planta un beso en sus labios, no tan profundo como para excitarse.
—Cariño, sé que deseas esto, tanto como yo... créeme. No hay nada más que quiera en este mundo, que enterrarme profundamente en ti, probarte y hacerte mía. No sabes todas las veces que te he imaginado, que nos he imaginado estando juntos. Sé que cuando llegue el momento. Cuando yo esté listo, todo será mágico —confiesa él con el alma en la mano—. Pero no hoy, hoy no puedo, tengo la cita porque quiero alcanzar esa plenitud contigo. No quiero darte simples momentos, quiero darte el momento perfecto. ¿Entiendes?
Arya suspira cuando lo escucha decir todas esas hermosas palabras.
—Entiendo perfectamente y creo señor Emory, que es todo un hombre que intenta seducirme con sus palabras. Me has convencido, esperaré el tiempo que desees, pero por ahora, vete. Es tarde.
Ayden le da de nuevo un beso en los labios y se marcha a la ducha. Arya mejor regresa abajo donde están sus amigos, aun tomando té y se sienta con ellos.
—¿Tan rápido terminaron? —inquiere Sebas de broma.
—No te preocupes, amigo, el récord aún lo tienes tú —responde Arya y Bea casi escupe su bebida al oírla y haciendo que Sebas se sonroje.
—Es astuta, señorita Harley —dice él solamente.
Arya y Bea se ríen del comentario y entonces la doctora recuerda a su amigo.
—¿Y Robín? ¿Salió? —cuestiona cuando no supo nada más de él.
—No, aún no llega —explica Sebas—. No he sabido nada de él desde que salió temprano.
Arya le llama, pero su número manda a buzón de voz.
—Llama a John. Pregúntale por Henry... él iba en el auto.
Sebas toma el número y llama a John cuando le pregunta por Henry, este le dice que no ha llegado aún. Entonces todos se asustan al enterarse de que ninguno les responde.
—Que llamen al chofer —pide Arya, que comienza a sentir que el aire le falta.
Vuelve a llamar a Robín, pero una vez más, manda directo a buzón de voz.
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El enigma del millonario
Любовные романыArya Harley accede a un acuerdo millonario con Ayden Emory, un magnate de Nueva York, a cambio tendrán un hijo y una relación ficticia, pero con la regla inquebrantable de no tocarlo ni enamorarse. ¿Descubrirá este enigma que rodea al millonario?