Todos se movieron directo al hospital. Nadie se detuvo a preguntar que hacían, simplemente fueron.
Aryehn ya había sido estabilizado de la temperatura. Arya lo llevaba cubierto en una toalla, con la calefacción justa para mantener una corriente templada para él. Robín ha llamado a la clínica y ha avisado sobre su ingreso.
Cuando llegaron a urgencias ya está el equipo médico esperando a por ellos. Arya se había cambiado rápidamente. Y como era de esperarse, ingresó junto a Robín para revisar a su hijo.
—Tiene infección de garganta, Arya —informa Robín—. Por favor, tomen estas muestras y que los resultados sean con calidad de urgente —pide este a la enfermera que estaba en el turno.
Arya no se despega de su hijo.
—Arya, debes dejarlo en la camilla, sabes que tu calor puede hacer que suba su temperatura de nuevo —recuerda Robín.
—Lo sé, pero no quiero dejarlo... —dice ella en un hilo de voz—. Solo míralo, está débil, esta... mal. Es mi culpa, yo no debí pasar su habitación de largo. Ni anoche, ni hoy, soy una pésima madre.
Arya se suelta a llorar desconsoladamente.
—Amiga, no eres mala madre, lo sé, por qué te he visto como lo miras, como lo cuidas y lo proteges —asegura Robín—. Esto es solo un bache en el camino. No te culpes por ello.
Ayden entra buscándolos y encuentra a Arya, echa un mar de lágrimas y se imagina lo peor.
—¿Qué pasa? —inquiere asustado.
—Arya se culpa porque Aryehn esté así —aclara Robín al novio de su amiga—. Iré a presionar por los resultados.
Los deja para que tengan privacidad y el millonario abraza a Arya.
—Si sirve de algo, también me siento culpable. Con todo este lío he descuidado a nuestro hijo —confirma acariciando la espalda de Arya—. No fuiste la única que pasó por alto que él estuviera bien.
—Lo sé, y eso me hace sentir peor. No debería de dejarlo, debería estar cien por ciento pendiente de él —asegura ella con pesar en su corazón.
Tiene años atendiendo a niños, por todos siente una pena cuando les ve en estado delicado de salud, pero el saber que es su propio hijo el que está mal hace que su mortificación escale en niveles que jamás creyó posibles. Cuando conoció a Aryehn y supo que era su hijo, se preocupó. Pero ahora, que ha pasado tiempo con él, esa preocupación se ha maximizado de una manera que ella no logra comprender.
Ama a su hijo con todo el corazón.
—Esto es cosa de los dos, no tuya, cometimos un error, es cierto, pero te aseguro que no nos volverá a suceder —afirma Ayden sosteniendo el rostro de Arya.
Ella mantiene tomada la mano de su pequeño. Ambos charlan sobre lo que harán para cuidar a su hijo y de que deberían agregar un monitor con pantalla en sus recámaras para mayor seguridad.
Arya se sienta junto a la cama en una silla, mientras Ayden permanece sentado en una esquina de la camilla.
—Creo... que debo estar cerca de él —asegura Arya sintiendo que debe mudarse definitivamente dónde Ayden.
—Arya, yo no quiero obligarte a nada, quieres autonomía e independencia. Te fallé, te he fallado al no decirte toda la verdad, pero sabes que lo he intentado —declara Ayden abriendo su corazón una vez más—. Si quieres estar cerca de él, quédate en casa, si no quieres estar conmigo, sobreviviré... puedes seguir en tu habitación, o la mía, no importa. Haz lo que tu alma te dicte.
Arya se siente abrumada, ama a Ayden. Ama a su hijo, pero no quiere perderse.
—Yo quiero estar con ustedes —asegura ella—. Quiero vivir con ustedes, ya no encuentro otro camino, ni rumbo sin ti y nuestro hijo en mi vida. Es cierto, ahora todo gira en torno a ustedes y amo eso. Lo cual es más importante para mí, que mantener una distancia. Solo no quiero perder mis objetivos.
Ayden se pone de pie y se acerca a ella, la toma de las manos y la motiva a ponerse de pie. Sin soltarla toma su rostro y la mira con devoción.
—Dame tiempo, te prometo, que en cuanto se solucione esto del asesino y acosador, te apoyaré para que cumplas tus sueños. Si quieres una fundación te ayudaré, veremos como conseguirlo. Te apoyaré en lo que desees, solo dame tiempo. Por favor —implora Ayden, prometiendo su respaldo.
Él quiere que ella alcance sus sueños, no quiere que un día le reclame que por su causa no lo hizo y se frustre para luego terminar odiándose.
—Gracias —Arya se pone de puntillas y le dé un rápido beso en los labios.
Robín raspa su garganta cuando entra y estos se separan.
—Tengo los resultados —declara Robín, con una no muy buena cara—. Aryehn presenta infección en la garganta, solo que como sabemos su sistema inmune es débil, así que sus plaquetas están bajas. Le dejaré ingresado y estaremos dando antibióticos y romiplostin para que las plaquetas se eleven. No hace falta decir que pueden quedarse, haré que lo trasladen a piso para que estén más cómodos.
—Gracias, Robín, pide el mejor cuarto. Iré a hablar con la jefa —anuncia Arya comprobando que su pequeño siga dormida—. Ya vuelvo.
Arya sale de la habitación de urgencias y va directo dónde su jefa. Al llegar a su piso, se encuentra con ella en el pasillo.
—Arya, qué gusto verte, supe que tu hijo está ingresado de nuevo —expresa con empatía.
—Sí, sobre eso quería hablarle, ¿tiene un momento?
—Por supuesto, pasa —invita la doctora Swan a Arya a que pase a su oficina.
Ambas mujeres charlan, mientras Ayden permanece junto a su hijo.
—¿Tú te enfermabas mucho de pequeño? —pregunta Robín.
—No que yo recuerde ¿Por qué? —pregunta Ayden.
—Arya, por lo que ha contado, sí —explica Robín pensativo—. He estado pensando que quizás sea hereditario, no lo podemos saber aún, sin tener todo el historial familiar. Pero el tratamiento contra el asma va bien. Solo hay que tener más cuidado con él, una nueva dosis de vitaminas le hará bien.
Ayden permanece callado y pensativo. Él no recuerda haber sido particularmente enfermizo, pero su padre si lo era. Quizás es por su lado de la familia, no se puede saber.
Arya termina su conversación con la doctora Swan, y aprovecha para llamar a Mark. Tiene que cancelar su cita.
—¡Hey, hola! —saluda entusiasmado el médico.
—Hola, Mark, te vas a molestar...
—Te dije que tendrías problemas para salir —comenta Mark intentando no sonar molesto.
—No es eso, Aryehn está ingresado en el hospital —aclara ella—. Lo tengo un poco delicado de salud, no podremos vernos.
Mark intenta parecer comprensivo.
—Lo lamento, no te preocupes, tú me haces saber después. Cuida mucho a mi sobrino —dice en un vano intento por ser empático.
—Gracias, sabía que comprenderías —responde Arya sin tanto pesar—. Estoy pendiente contigo. Aún me gustaría que nos viéramos para almorzar. Yo te llamo ¿de acuerdo?
—De acuerdo, cuídate. Adiós.
Mark cuelga, no quiere seguir charlando con ella. Siente una punzada de desilusión. De pequeño, toda la atención de su padre y madre biológica la tenía Ayden. Él siempre había vivido bajo su sombra, pero le agrada que Arya le notase. Aunque sea como amigos. Él quería ser solo su amigo. Ya se había resignado con ello.
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El enigma del millonario
RomanceArya Harley accede a un acuerdo millonario con Ayden Emory, un magnate de Nueva York, a cambio tendrán un hijo y una relación ficticia, pero con la regla inquebrantable de no tocarlo ni enamorarse. ¿Descubrirá este enigma que rodea al millonario?