Arya, que no sabía que llevar a casa de Ayden, pregunta si puede llevarle legos. A lo que él afirma. Toda la mañana se la paso con Robín en una juguetería.
—No creo que sea acertado... ¿Y si termino llevándole uno que no le guste? —inquiere a su amigo quien ya está cansado de oírla.
—Sabes qué, me voy —dice el cansado—. Iré a conocer Nueva York, tú te puedes quedar aquí y buscar lo que necesites, si no sabes que llevar, pregunta a otras madres. El sitio está repleto de ellas —señala su alrededor y se percata de que es así.
—Perdón por arrastrarte a esto... —se disculpa con su colega—. Te veo en la cena. Si te pierdes dime, y voy por ti.
—Si me pierdo, que sea, pero en los brazos de un precioso neoyorquino —murmura él riéndose para que las demás compradoras no le escuchen. Arya se ríe y deja que se marche.
Una vez sola, revisa en su iPhone que puede llevarle a un pequeño de cinco años. Al cabo de unos minutos sola y navegando en internet, se sintió agobiada.
—Disculpa, ¿te puedo ayudar? —pregunta una mamá que llevaba unos legos, pero que al ver la cara de pérdida de Arya se detuvo a ayudar.
—Este, sí... Buscaba algo para un niño de cinco años, pero hay muchas cosas —dice señalando los legos—. No sé cuál elegir.
—¿Qué le gusta al niño? —pregunta la mamá y ella levanta los hombros al no saber qué responder.
—No lo sé...
—Debe haber algo que le guste, los carros, los héroes... ¿Nada se viene a tu mente? —pregunta la desconocida, y en eso ella recuerda.
—Le gusta leer y que le lean —cuenta pensando que en ese sitió no hay libros.
La señora saca su teléfono y checa algo en él.
—Sal, dobla a la izquierda y dos calles abajo está la librería Ginebra Co., ahí encontrarás lo que buscas —asegura animada—. Hay mucha literatura infantil y juvenil.
—¡Mil gracias! —dice Arya que dé a poco perdía la fe.
Ella sale de ahí y va dónde le recomendaron. Al llegar le muestran un montón de libros, pero uno en especial llama su atención. Lo compra, y pide que lo envuelvan para regalo. Al salir de ahí llega por una caja de fresas decoradas con chocolate para Ayden.
Pide un taxi y llega a una mansión, que creyó sería una casita oculta en alguna avenida de Nueva York. Llegando a Uper East Side, no puede creer que esta sea la "casa" dónde viven. Toca el timbre con timidez y Sebas le abre al poco tiempo.
—¡Bienvenida, señorita Harley! —dice al verla—. Pase, el señor está en el jardín con el niño.
—Gracias, Sebas —menciona al entrar—. Wow... esto es, muy grande —menciona asombrada.
—Grande y una locura para limpiar —advierte él—. Puede dejar su bolso y chamarra ahí —señala la puerta junto a ellos —. Es el armario.
Él lo abre para ella y espera a que deje sus cosas. Ella lo hace, pero mantiene el libro forrado consigo, así como la caja de fresas y su móvil en el bolsillo trasero de su pantalón.
—¿Estás tú solo? —pregunta ella y Sebas no comprende a que se refiere—. Trabajando aquí, ¿solo eres tú? —inquiere Arya recordando viejos tiempos.
—Sí, bueno, William, pero su tarea exclusivamente es educar al señorito Emory —señala y camina junto con ella—. Ha sido difícil, para el señor Ayden, criar solo al pequeño.
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El enigma del millonario
RomanceArya Harley accede a un acuerdo millonario con Ayden Emory, un magnate de Nueva York, a cambio tendrán un hijo y una relación ficticia, pero con la regla inquebrantable de no tocarlo ni enamorarse. ¿Descubrirá este enigma que rodea al millonario?