—Me alegra mucho haberte encontrado señor Specter —dice Ayden convencido que encontró al abogado ideal—. No te preocupes por tu comisión, yo te pagaré todo en tiempo y forma.
—Lo sé, señor Emory —agrega Gabriel Specter, uno de los mejores abogados de la metrópoli—. Su reputación le precede, tenía años queriendo contactarlo, pero sé que tenía una alianza fuerte con los Cheng. ¿Eso traerá algún problema a futuro?
—Para nada, mi disolución con ellos fue que traspasaron el límite abogado cliente, lo cual espero que no suceda aquí —requiere Ayden mirándolo con firmeza.
Gabriel no se intimida, él también es un hombre poderoso, pero que sabe cómo mover las piezas siempre a favor de sus clientes.
—No se preocupe, Emory. Mientras no me pida ser partícipe de un fraude, estaré más que encantado de trabajar con usted —dice sonriendo.
—De acuerdo, con respecto a eso, hay algo que debe saber —menciona Ayden bebiendo de su coñac para luego contarle lo de Arya.
Gabriel hace una serie de preguntas para ponerlo en contexto y cuando por fin llegan al tema del padre de esta, concuerda en que lo mejor era haberlo detenido lo antes posible, de otra manera es un cabo suelto que puede sacar ventaja de la información que tiene y quiera chantajearlo.
Una comitiva de búsqueda se pone en marcha para encontrarlo. Es indispensable hacerlo antes de que pase cualquier cosa.
Gabriel afirma que tendrá los documentos de transacción de poderes en un par de días para cerrar finalmente el trato. Luego de esto, Ayden se marcha en busca de Daniel.
Cuando llega a su despacho lo encuentra medio borracho.
—Hola, amigo traicionero —brinda Daniel arrastrando las palabras— ¿ya te fuiste con la competencia?
—Quizás no logres entenderlo, pero es lo mejor para ambos, eres lo más cercano a un amigo —asegura Ayden parado frente a su escritorio—. Solo vine a decirte y que no lo escuches, por otro lado, que he elegido a Gabriel Specter como mi abogado.
Daniel hace un puchero y bebe de nuevo.
—Entiendo, es bueno, incluso mejor que yo... aun así, no te perdonaré. Eras mi cuenta más grande —dice Daniel, mortificado porque no le ha dicho a su padre.
—Lo siento... tendrás que dejar tu maldita silla de conformismo y buscar más clientes, ¿no crees? —comenta Ayden intentando que no se hunda.
—Vale... como diga el jefe. Espera. Ya no eres mi jefe —se ríe Daniel a sus expensas—. Maldita sea, ahora si podré maldecirte. Me gusta más.
Ayden suelta un bufido, pero sabe que su amigo estará bien.
—Como quieras, tengo que irme, Arya está sola en casa —dice dándole la espalda.
—Esa mujer te ama, no la dejes ir —exclama Daniel haciendo que la confusión de su amigo crezca más.
Este se marcha ignorando el comentario, pero por dentro siente una tormenta de confusiones que no le dan paz.
Una vez que llega a casa, se encuentra con que Mark va de salida.
—¿Qué haces acá? —pregunta, inquieto.
—Mira, que tú y yo nos caigamos bien, no significa que ellas no me agraden. Solo vine a verlas —aclara entrado al elevador.
—Mientras yo no estaba... qué oportuno —dice riendo.
Mark no responde y se cierra la puerta del elevador.
—¿Quién lo ha dejado pasar? —pregunta a Sebas.
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El enigma del millonario
RomanceArya Harley accede a un acuerdo millonario con Ayden Emory, un magnate de Nueva York, a cambio tendrán un hijo y una relación ficticia, pero con la regla inquebrantable de no tocarlo ni enamorarse. ¿Descubrirá este enigma que rodea al millonario?