Cameron

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Cuatro años y medio antes

—No quiero a nadie cerca de mi hijo —dice Ayden a su padre.

—Si me hubieras hecho caso, nada de esto estuviera pasando —regaña Gerard a su hijo—. Si ahora estuvieran casados Arya y tú, ella quizás no se hubiera ido.

—¡Pero entiende que no es tu decisión quien llega o se va de mi vida! —asevera con la mirada frustrada.

Gerard lo había acorralado en un momento de debilidad.

—Mi nieto necesita una madre, el calor de una mujer siempre es bueno para el hombre —resuelve en voz alta.

Ayden, quien se vio afectado ya una vez por ese mantra de su padre, no quiere que le suceda lo mismo.

—No me importa, lo que pienses, querías descendencia, ya la tienes —objeta Ayden Emory, el millonario que siendo incapaz de contradecir a su padre ha accedido a sus deseos.

Gerard arremete con una risa de suficiencia. Le gusta sentir que tiene poder sobre sus hijos. Ayden, al notar la arrogancia de su padre, sale de su oficina enojado.

Todo el día meditó en lo que el patriarca de los Emory le había propuesto. Había aceptado que su nieto no fuera concebido de forma natural, "perdonado" que Ayden le hubiera engañado, pero siempre y cuando recibiera a la hija de su mejor amigo de negocios para que fuera una madre sustituta para Aryehn.

Ayden estaba enojado, Aryehn, ya tenía una madre y era Arya. Había invertido una buena fortuna en buscarla, pero no la encontró. Incluso su abogado le sugirió que desistiera cuando se percató que esto le estaba consumiendo recursos y dinero.

Lo que Ayden no sabía es que Arya se había modificado el nombre.

Por la noche, ya casi para irse de la oficina, un toque en la puerta de su oficina le interrumpe. No alcanza a averiguar quién es, cuando la puerta se abre.

—Buenas noches, hijo —saluda su padre con un hombre y una mujer detrás—. ¿Podemos pasar?

Ayden lo observa con mirada asesina y distante.

—Pasen —musita de mala gana.

Gerard cede el paso a su viejo amigo y su hija que ronda la edad de unos veintisiete años.

—Él es Bob Moore y su hija, Cameron Moore —presenta Gerard.

—Es un gusto verte de nuevo, muchacho —saluda Bob, un millonario de Charlotte, Carolina del norte—. ¿Me recuerdas?

Ayden no sabe quién es, si tan buen amigo es de su padre, debería siquiera reconocerlo, pero no lo conoce.

—Tenía años que no te veía, es normal que no me recuerdes, no te preocupes —comenta el hombre de abultado abdomen, canas abundantes y arrugas en el rostro.

No ha de ser de la edad de Gerard, pero al menos se le acerca. Ayden le regala una sonrisa incómoda, para luego ver a la joven a su lado. «Es hermosa, pero no tanto como Arya» piensa él al verla.

La chica se da cuenta de que está siendo analizada y se ruboriza, algo que le resulta incómodo a Ayden.

—Hijo, ella es de quien te hablé, vamos a dejarlos solos un rato para que conversen —declara Gerard con una sonrisa de anuncio en su rostro—. Estaremos en el bar de enfrente.

Gerard no se espera a que su hijo les despida, sabe que no lo hará, está enojado. Una vez que salen y cierran la puerta, él vuelve a los suyo, ignorando a la joven.

—Pierdes tu tiempo, yo no necesito ni niñeras, ni comadronas —aclara Ayden sin mirar a la joven—. Vuelve donde tu padre, es lo mejor.

—Usted no, su hijo sí... —titubea la joven.

—¿No eres demasiado rica para ese puesto? —recrimina él con desdén.

La joven nota el sarcasmo, lo que la molesta.

—Si cree que su forma de ser me va a incomodar, está muy equivocado —revela ella para sorpresa del millonario—. Es cierto, nací en cuna de oro, pero la vida no me ha tratado así, usted no me necesita, pero su hijo sí. Si estoy aquí es por mí, no por usted. Será parte de mi proceso... No nos hagamos tontos, usted sabe mi vida. Sabe que mi exmarido me engañó y que perdí a mi bebé. Aun el día de hoy, sigo lactando. Necesito esto, Ayden.

Cameron Moore, sabía cómo demostrar su autoridad. Al fin y al cabo, la educación que ha recibido por años la ha llevado alto en el mundo de la moda y el modelaje. Sin embargo, su más reciente declive emocional la han hecho pausar todos sus proyectos por su bien mental.

Ayden parece pensarlo un poco, siente pena por ella, lo que la hace pensar en Arya. Él había propuesto que ella se quedara para que lactara a su bebé. Él no quería que su hijo tuviera otro pecho materno que no fuera el de Arya. Rechazaba esa idea totalmente, le parecía enfermizo.

—Mañana te daré una respuesta, ahora vete —ordena él dándole un vistazo rápido.

Cameron se pone de pie y sale contenta sabiendo que él la recibirá.

Ayden habló con la pediatra al día siguiente, quien le dijo que la leche materna ya no le serviría de mucho, pero sí la compañía, ya que él trabajaba mucho tiempo y dejaba al pequeño solo con su mayordomo y cocinera.

Bea había pasado de hacer comida, a hervir biberones y hacer papillas.

Reticente a la idea, accedió. Cameron llegó un par de días después a instalarse en un departamento cercano a la casa de Ayden. Gabriel Specter le elaboró un contrato dónde describía a detalle sus funciones como "niñera" de su hijo.

«Menuda estupidez» se repetía mentalmente Ayden una y otra vez.

Sin embargo, la altivez de Cameron y su ligereza de carácter le hizo cercana a Ayden. A ella comenzaba a gustarle. El pequeño Aryehn tenía ya ocho meses y comenzaba a gatear. Ese día se la había llevado tras él y a la hora de la siesta se quedó dormida junto al pequeño hasta que se despertó casi a las nueve de la noche.

Tomando su bolso, salió de la recámara del niño, preocupada. Cuando sale a la sala, Ayden estaba sentado leyendo un libro de economía.

—Me quedé dormida, lo siento —se disculpa ella, mirando a su alrededor—. ¿Y Sebas?

—Él y Bea tienen su noche libre —declara Ayden.

—Ah, vale... debo irme, tengo hambre —revela con la intención de quedarse.

Ayden la mira de reojo y vuelve su vista al libro, esta pro decir que se cuide en el camino, pero en eso el sonido del interfono suena.

Cameron está más cerca y como ya le ha ayudado a Sebas, contesta.

—Sí, que suba —anuncia y cuelga—. Llegó la pizza Ayden.

Este al hallarse en una situación incómoda y por modales la invita a cenar.

Cameron, que está ilusionada con él, acepta y se queda. La ligereza de su comportamiento comienza a agradarle a Ayden. Conversan sobre Charlotte y su vida en esa ciudad antes de casarse.

Ayden la escucha atenta, se pregunta dónde estará Arya y si estará rehaciendo su vida al lado de otro hombre. Esto le provoca enojo, pues aún no aceptaba que la amaba del todo. Creía que estaba acostumbrado a su presencia y Cameron era el clavo perfecto para intentar sacar otro clavo.


El enigma del millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora