Arya llega al colegio de su hijo, tomándolo de la mano y con la chequera en el bolso. Se siente poderosa. Siente que finalmente es plena y feliz.
Sus hombres saben que los ama, y están con ella. ¿Qué más puede pedir?
Luego de pasar con la directora y ponerse al tanto con ella. La mujer no puede dejar de preguntarse por curiosidad por qué es que yo Arya no estaba con el niño. Incluso le preguntó si era su madrastra. ¡Ja, quisiera!
Luego de eso se marcha a su departamento. Robín ya le espera con los últimos cotilleos del día.
—¿Y me dirás por fin por qué tienes esa sonrisa en tu rostro? —pregunta risueño mientras se pone su calzado especial para las citas formales.
La mayoría de las veces anda en tenis, gorra y pasa inadvertido, como cualquier joven. Él es un chico superdotado en cuanto a inteligencia, pero con mala fortuna en el amor. En realidad, Arya cree que solo elige personas perdedoras. Pero ni que aconsejarle, solo ha tenido una pareja y es el padre de su hijo y jamás he tenido intimidad.
—Se puede decir que Ayden y yo hemos hecho las pases —le cuenta sentada en el sofá pasando de canales.
—¡¿Y ya te dejó tocarlo?! —inquiere con duda.
Han lanzado varias veces muchas teorías al aire, pero nada puede ser concreto con Ayden Emory.
—Anoche, le abracé mientras estábamos desnudos de la parte superior —explica, sin querer dar más detalle; sin embargo, cuando que le ve de mala gana, agrega—. Entró en un ataque de ansiedad, aun así, pudo controlarlo.
—¿Será que tiene uno de esos traumas a lo Cristian Grey y le hace al sadomasoquismo? ¿Ya revisaste que no hubiera un cuarto rojo de dolor? —inquiere burlándose.
—¡Ya te dije que no es así! —niega de nuevo. Ya lo ha hecho miles de veces antes y él insiste—. Creo que tiene Hafefobia o dismorfofobia.
—Como sea, el hombre ese te ama y quiere todo contigo —recuerda y ella se emociona.
Él termina de alistarse y luego salen a la entrevista.
Cuando llegan la doctora Swan les recibe muy efusiva.
—Su anterior empleador ha enviado muy buenas recomendaciones de ambos —comenta mientras ellos se sientan—. Nos gustaría tener a los dos, por desgracia nos ha informado el doctor Emory que le han presentado una propuesta a usted, señorita Harley, como jefa de pediatría.
Arya se voltea a ver a Robín y por consecuente este le mira a ella. Algo no está bien.
—Creo que ha habido un error. Yo no presente mi solicitud en ese hospital —aclara con firmeza—. Como le mandé en mi solicitud, ambos queremos ese puesto aquí, pero tanto mi colega como yo, no estamos peleados con que elijan a uno o ninguno.
—Difícil decisión entonces... —murmura—. Sin embargo, hemos recibido también una recomendación anónima y un expediente de un paciente suyo, del cual condiciona su tratamiento a este hospital siempre y cuando ustedes le traten. Así que...
Escuchar eso le hace creer que Ayden estuvo involucrado. Robín y ella están muy atentos.
—Queremos ofrecerle el puesto de jefe de pediatría a usted, señorita Harley —anuncia y se emociona—. Sin embargo, el Doctor Robín Evans, también tiene muy buenas credenciales en cirugía pediátrica. ¿Estará interesado en ser jefe de esa área? —se dirige a mi amigo.
El rostro de Robín se ilumina.
—¡Por supuesto!, ¿dónde firmamos? —pregunta haciéndoles reír.
—Si pueden pasar mañana al turno de las siete todos sus documentos estarán listos —asegura la doctora Swan.
—¡Perfecto entonces! —se levanta Arya estrechando su mano. De pronto la puerta de la entrada se abre y se asoma la asistente.
—Doctora Swan, su paciente Emory, viene en camino. Solicitan a la doctora Harley, tiene una crisis asmática.
Arya se impacienta.
—Robín... —apenas le menciona salen del sitio.
—¿Dónde está urgencias? —inquiere preocupada.
—Urgencias está por el pasillo, dobla a la derecha, luego a la izquierda, baja los escalones, luego a la derecha y estará ahí —explica la asistente.
—¡Ve con ellos, dales lo que necesiten! —exclama la doctora Swan caminando más lentamente detrás de ellos. Es claro que apenas puede moverse.
Ambos corren a urgencias, justo cuando traen a el hijo de Arya. El médico de urgencias le recibe y ella informa que es su doctora, pero al ser su madre no se puede involucrar, sin embargo, Robín sí.
Le pasan el archivo a su amigo y ambos ingresan a unidad intensiva. Robín le impide el paso. Es lo más ético, aunque le molesta.
—¿Qué ha pasado? —pregunta a su maestra que es quien lo acompaña.
—Hoy dieron helado, solo comió un poco y luego estaba corriendo, lo vi tirado batallando para respirar...
En eso entra Ayden con el rostro enrojecido.
—¿Dónde está? —pregunta—. ¿Por qué no estás con él? —inquiere preocupado.
—No puedo, soy su madre, Ayden. Todo cambia —anuncia alterada—. Robín está con él.
"Todo estará bien, todo estará bien". Se repite una y otra vez.
Ayden le abraza y ambos sienten el pesar de que su hijo esté en urgencias.
—Esto me recuerda tanto a mi madre —murmura y comienza a llorar.
La maestra se aleja dándoles privacidad, mientras Ayden le sostiene en sus brazos.
Luego de eso entra Gerard y Mark.
—¿Tú les hablaste? —inquiere.
—Sebas nos avisó —informa el viejo Gerard—. ¿Cómo está mi nieto?
Su preocupación es auténtica.
—No sabemos, no nos han dicho nada —informa Ayden.
Arya evade a Mark. Lo que menos quiere son pleitos.
Estar así en una sala de hospital, preocupada por una de las personas que ama, le hace rememorar el dolor y la tristeza que sentía cuando su madre estaba internada.
El ir y venir de los médicos y las enfermeras, esperar a que cada vez que se abre la puerta salga alguien a avisarle algo sobre su hijo es una de las peores torturas. Solo que esta vez, es la mano de Ayden la que le sostiene y le da fuerza.
Ambos son más fuertes si están juntos. Ayden la abraza y la sostiene en sus brazos. Ella lo abraza con fuerza y espera pacientemente hasta que escucha que Robín les llama.
Su hijo está estable.
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El enigma del millonario
RomanceArya Harley accede a un acuerdo millonario con Ayden Emory, un magnate de Nueva York, a cambio tendrán un hijo y una relación ficticia, pero con la regla inquebrantable de no tocarlo ni enamorarse. ¿Descubrirá este enigma que rodea al millonario?