Cathy había demostrado ser una buena masajista, ayudaba a Arya con el dolor de pies, así como de espalda.
Por las tardes, al volver de trabajo, luego de una ducha, le mostraba como hacer ciertos ejercicios pélvicos que ayudarían a la hora del parto. Sin embargo, había algo que a ella no le gustaba. Cada vez que salían de su habitación para cenar, ella se daba cuenta de cómo es que Cathy observaba a Ayden.
«No es que él me pertenezca, pero llevo en mi vientre a su hijo, al menos eso debería de detener un poco a la chica en sus fantasías mentales hacía el millonario» piensa cuando nota como es que suspira la joven pelirroja frente a ella en la mesa.
Ayden se comportaba con Cathy como nunca o muy rara vez lo hacía con Arya. Era amistoso y atento con la joven de cabello color fuego. Eso enardecía a la doctora en formación, pues veía que nunca tendría el cuerpo que Cathy, ya que esta se daba el tiempo de entrenar y hacer ejercicio, mientras que Arya a penas si sobrevivía a las jornadas laborales.
—¿Cómo te fue hoy, Arya? —pregunta Cathy casualmente—. ¿Es cierto que los médicos de urgencias solo se limitan a dar Tylenol a los pacientes?
A la joven doctora no le gustó para nada la pregunta, siente que lo hace para minimizar su trabajo frente a Ayden.
—Dudo mucho que el señor con esquizofrenia que se tiró del techo de su casa porque creía que unos duendes le perseguían, se curase con acetaminofén, o "Tylenol como tú le llamas —responde con ironía dejando a Cathy callada.
—¿En serio eso pasó? —pregunta Ayden, claramente interesado en la conversación.
—Así, es —responde Arya contenta de poder ayudar—. Pero no siempre es así, a veces llegan personas con algún miembro cercenado, otros con ataques del corazón, o derrames. Algunos más con sobredosis, niños con algún juguete atorado en la nariz o simplemente con gripe y padres nerviosos —responde recordando solo algunos casos comunes de su trabajo.
—Vaya, nunca creí que tuvieras que atender a todos ellos —dice Ayden, pues realmente no se había dado a la tarea de preguntar.
—No a todos, pero si a una gran mayoría —comenta sonriendo. Le gusta que él se interese por su trabajo.
—¿Y qué es lo mejor de tu día? —pregunta Cathy refiriéndose a los casos.
—Lo mejor de mi día, es terminar mi turno intacto, notar que el bebé se sigue moviendo y al salir encontrar a Ayden esperándome sano y salvo —responde por inercia desde lo profundo de su corazón.
Ayden se le queda viendo boquiabierto, le gusta saber que ella se interesa por su bienestar tanto como el de su hijo.
Cathy sonríe nerviosa, ya que se da cuenta de que Ayden contempla a Arya con ojos brillosos.
—Gracias —musita él.
Arya sonríe de forma tierna y eso hace que el corazón de Ayden sé de un vuelco. Nunca antes había experimentado algo así y se siente raro.
—Venga, pues solo falta que te arrojes a sus brazos —comenta Cathy con sarcasmo.
Eso rompe el embrujo entre Ayden y Arya.
—Tengo trabajo —dice Ayden poniéndose de pie—. Buenas noches.
Se marcha dejando solas a Arya y Cathy. Una vez que Ayden sube las escaleras, Arya se pone de pie inmediatamente y tira la silla al suelo. Sebas se acerca para levantarla y le ayuda a moverse.
—Por hoy ya no serás necesaria, Cathy —dice ella firmemente—. Sebas, acompaña a la joven al elevador, esta noche no tiene que quedarse.
—¡Pero mi jefe es Ayden, no tú! —refuta Cathy poniéndose de pie también con aire de superioridad.
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El enigma del millonario
RomanceArya Harley accede a un acuerdo millonario con Ayden Emory, un magnate de Nueva York, a cambio tendrán un hijo y una relación ficticia, pero con la regla inquebrantable de no tocarlo ni enamorarse. ¿Descubrirá este enigma que rodea al millonario?