Arya Harley accede a un acuerdo millonario con Ayden Emory, un magnate de Nueva York, a cambio tendrán un hijo y una relación ficticia, pero con la regla inquebrantable de no tocarlo ni enamorarse. ¿Descubrirá este enigma que rodea al millonario?
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Arya comienza a sentirse ansiosa, no puede entender por qué Robín no le contesta.
—Llamen de nuevo a Henry —pide ella tomando su teléfono y remarcando a su amigo.
Manda directo a buzón de voz.
—Dime que el auto tiene localizador —digo a Ayden que está desesperado hablando con Henry.
—Tiene, pero este permanece desactivado desde que salió de Rikers, el último punto es cuando llegó a Nueva York —aclara John.
Los minutos se hacen horas, y las horas, parecen eternas.
El detective Robín ya había llegado y se estaba levantando un reporte general para todos. Los entrevistó a todos, pero principalmente a Arya.
—¿Por qué fue a Rikers? —inquiere molesto—. Le dije que debía mantener la calma y tomar precauciones. Ir a Rikers es ir a exponerse solamente.
—Lo siento, yo quería hablar con mi hermano, quería asegurarme de que él no fuera el responsable —advierte ella sintiéndose culpable.
—Ya cariño, no te agobies... esperemos que Robín aparezca pronto —declara Ayden y quiero creerle.
Camino de vuelta a la cocina y elevo una plegaria pidiendo por mi amigo.
En eso le llaman al detective y noto como se aleja para hablar por teléfono. Cuando termina vuelve donde el resto. Dejo mi té, y me acerco a ellos.
—¿Qué paso? —cuestiono demandando que me digan la verdad.
—Encontramos el auto de su empresa —revela dejándonos pensativos y esperanzados—. No encontramos a Henry y a su amigo. Solo estaba un collar de conchas en el asiento trasero y el chofer.
Arya recuerda el collar en el momento en que se lo mencionan. Ella se lo había regalado a Robín mientras vivían en Miami. Solían regalarse detalles referentes a la ciudad donde vivían.
—¿Podrá mostrárnoslo? —inquiere ella el detective.
Este saca la fotografía de su teléfono y se la muestra.
—Es este. Lo puede identificar —le pregunta a Arya
Esta asiente como su frente sea perla de sudor y sus manos comienzan a temblar.
—Si es de Robín. ¿Usted cree que él ha sido secuestrado? —el detective la mira seriamente y asiente con la cabeza.
—Es lo más seguro, hay que estar pendientes en caso de que pidan rescate —informa a todos
—Señor Robinson, ¿hay alguna posibilidad de qué nos diga en qué estado encontraron el chofer y el otro guardaespaldas?, ¿ya fueron trasladados a un hospital? —inquiere Ayden al detective, quien observa a su colega y duda un momento en responder, pero finalmente lo hace.
