Sanar

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 La boda estaba en su apogeo cuando decidieron marcharse

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 La boda estaba en su apogeo cuando decidieron marcharse. Aryehn se había dormido y Ayden se sentía cansado. A pesar de que la boda era hermosa, él debía seguir con sus planes para el día siguiente.

—Robín volverá a casa con Sebas y Bea. Dejarán a Olivia de paso en su casa —informa Arya tomada del brazo de su amado—. Podemos volver sin preocupaciones.

Ambos fueron trasladados por John a la casa de los Emory. Al llegar, recostaron al pequeño en su recámara y ellos se fueron a la de Ayden.

—Si te parece, me gustaría dormir con el niño, así no te hago sentir incómodo —declara ella preocupada por Ayden.

—Estos días has sido evasiva... ya comencé a ir a terapia —informa él con la expectativa de que pronto puedan estar juntos—. Si gustas podemos dormir abrazados... Yo sin playera.

—¡Que ofertón! Me quedo entonces —responde animada haciendo reír a Ayden.

—Bien, eso es genial, de haber sabido te hago ofertas toda la semana —refiere abrazándola—. Hoy te ves más preciosa de lo usual.

Arya sonríe y lo besa rápidamente en los labios, sin embargo, este la sostiene de la cintura.

—No te alejes —pide con voz ronca—. Quiero besarte.

La mujer de curvas peligrosas sonríe ante el comentario. Ella también quiere ser besada.

Lo toma por los hombros mientras que son atraídos uno al otro. Es una fuerza mucho mayor a lo que piensan. Sus cuerpos se necesitan, como la arena al mar.

Sus bocas colisionan chocando entre sí. Ayden aún sabe a vino y Arya a mentitas. El toque de seda de sus labios los eclosiona en un momento liberador de su líbido. Arya no puede creer que Ayden esté interesado en continuar con el juego, aunque teme que él se cierre completamente y todo sea peor.

Las lenguas de ambos danzan una contra la otra. Arya gime cuando él baja su mano desde la cintura y toma su trasero apretándolo contra su pelvis.

Arya puede sentir la dureza de su miembro y se desconcentra por un momento, pero luego de eso vuelve al ruedo.

—No puedo más —gime ella en su boca—. Por favor, Ayden. Tómame...

La forma en que lo dice es más un ruego desesperado, que una petición cargada de deseo. Él siente lo mismo.

Ayden no lo piensa dos veces y la toma de la cintura girándola para quitarle el vestido. Este cae en cascada alrededor de sus pies, dejándola solo en ropa interior de encaje.

—Wow... te ves... diablos —musita pegando la espalda de ella a su pecho—. No sé si pueda, pero prometo que haré el intento —promete y ella está deseando que así sea.

Ayden recuesta a Arya sobre la cama y besa su mandíbula. Arya no puede creer que eso esté pasando. Los besos bajan hasta el cuello y llegan a su pecho. El millonario desliza la prenda fuera de estos y deja al descubierto los botones rosados que adornan su piel pálida.

Ella nota como él traga duro. Ayden empuja su pelvis por instinto contra la cadera de Arya, esta gime y baja su mano para tocarlo. Quiere sentirlo, pero Ayden tan solo siente la mano de Arya, se detiene y comienza a hiperventilar.

—No, no puedo... por favor, ya no me presiones más —demanda con temor—. ¡No me hagas más daño!

Arya se queda helada. Solo toco su miembro...

—Ayden, para... soy yo. Arya —dice tocando su pecho.

—¡Suéltame, maldita bruja! —grita cegado por los recuerdos cuando ella lo toca en medio de una crisis.

La doctora no se mueve para nada, sabía que algo le había pasado, pero no entendía qué. Ahora comprendía el porqué. Él estaba cerrado en sus recuerdos. Tenía que sacarlo de ahí. Tenía que hacerlo recapacitar. Así que tomando la lámpara junto a la cama la estrella al lado más lejano.

Ayden yacía arrinconado en la cama. Temeroso, había mantenido sus ojos cerrados esperando no ver a la mujer que le trajo recuerdos.

Muy malos recuerdos.

Cuando escuchó el estruendo abrió asustado los ojos solo para encontrarse con la figura semidesnuda de Arya de pie junto a la cama.

—Dios... ¿de nuevo me pasó? —pregunta él sudado y desorientado, Arya asiente triste por él.

—Una mujer te hizo daño, ahora lo sé.

El rostro del millonario palidece. Él no recuerda lo que ha hecho ni lo que ha dicho.

—¿Quién fue Ayden? —pregunta Arya con ternura, intentando acercarse a él—. Dímelo, yo estoy aquí para ti.

—No puedo. Yo no puedo Arya.

—¡Sí, puedes, maldita sea! —se exalta—. Sé que puedes porque si no fuera así, no me dirías nada, mientras crees que soy otra persona que intenta hacerte hacer daño.

Ayden abre los ojos asombrados.

—¿Qué te he dicho? —inquiere avergonzado.

—Me has llamado maldita bruja.

—Dímelo, yo puedo ayudarte —dice Arya preocupada por su gran amor hacia él. Pero Ayden una vez más niega. Rendida, ella toma su sostén y vestido, dispuesta a ir a su habitación—. Ves por qué no puedo quedarme anclada aquí. Estamos estancados.

Ayden siente el dolor en esas palabras. Es más como una resignación que una despedida. ¿En verdad no puede o le avergüenza confesar su verdad?

—Ella me violaba —dice en voz alta antes de que Arya salga por la puerta. Esta se detiene en seco y se gira para ver las lágrimas en sus ojos—. La segunda esposa de mi padre. La madre de Mark.

Arya siente cómo su corazón se detiene. Espera que ella siga muy muerta, si no, de lo contrario, le hará la vida imposible.

Arya se acerca, pero él le pide que se detenga.

—¿Tu padre jamás se dio cuenta? —pregunta asombrada y encolerizada.

—Jamás. Él vivía para su empresa y solo eso. Mark y yo solo fuimos relevantes cuando pudimos ayudar en su compañía.

—¿Se lo dijiste alguna vez? —cuestiona Arya sintiendo cómo su cuerpo tiembla de la impotencia.

Él niega.

—Ayden, eso es horrible... lo que esa mujer te hizo.

—No es lo que hizo, sino el cómo Arya, por eso no tolero ser tocado —murmura y ella apenas le alcanza a oír.

Arya siente cómo su cuerpo se turba ante ese comentario.

—¿Qué edad tenías? —pregunta ella tomando valor.

Ayden se lo piensa un poco, pero decide responder, quiere ayuda para sanar todo.

—Tenía diez cuando comenzó a... dejó de hacerlo cuando cumplí dieciséis por qué enfermó para luego morir.

El corazón de Arya se rompe.

—Eras solo un niño... —suelta el llanto imaginándose a Ayden sufrir de esa manera tan atroz.


El enigma del millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora