Rota

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Arya había ido vuelto al hospital cada día sin hablar con alguno de los empleados, ni siquiera con John, el chofer. Mark intentaba acercársele, pero el trabajo era tanto que le era imposible.

La joven agradecía eso, no quería hablar con nadie. Se sentía desanimada, devastada y desmoralizada. Durante esos días, apenas si comía algo. Dejó de responderle a Ayden y desvió sus llamadas al buzón.

Ayden quería comunicarse con ella, pensó en hablarle a través de Mark, pedirle que se la comunicara, pero eso era motivo para que ellos tuvieran que hablar y no quería eso. Temía que su hermano la engatusara y la pusiera en su contra.

Al tercer día, Arya estaba resignada a que iba a tener que enfrentarse a él. Cuando llegó John casi que esperaba que se bajara para regañarle, pero no fue así.

—Buenas noches, señorita —saluda el chofer como cada día.

—Buenas noches, John —responde intentando forzar una sonrisa, pero esta no le llega a los ojos.

Parecía más una mueca de dolor.

—Tome —extiende hacia ella un teléfono—. Es el señor Emory, desea hablar con usted, ya la espera en la línea.

Arya suelta el aire resignada y toma el móvil.

—Hola —saluda escueta.

—¿Estás bien? —pregunta él preocupado.

—Sí, mucho trabajo —responde sin ahondar más en el tema.

—Vale, me imagino, te hablo para avisarte que tengo que quedarme una semana más —explica él intentando no pelear más—. Una de las negociaciones se complicó... en fin. ¿Ya conociste a Bea y Sebas?

—Sí, son muy amables...

—Me han dicho que no estás comiendo —suelta él cansado de pelear.

Arya mira hacia el techo suplicando a los dioses que no comiencen una discusión.

—Salgo temprano y llego exhausta, estoy comiendo en el hospital, no te preocupes.

—Eso espero, si no...

—¿Si no qué? ¿Romperás el contrato? ¡Hazlo, más no puedo perder! —Arya alza la voz molesta.

Ayden se frota la cara con su mano libre, como quisiera que ella simplemente le obedeciera.

—Eres tan... tan rebelde —gruñe molesto—. Solo come, maldita sea.

—¡Adiós! —se despide ella y apaga el teléfono.

John sube al auto y ella le entrega el cacharro, la lleva al edificio y durante el trayecto ella no dice nada. Se siente exhausta de la situación y lo único que desea es descansar.

—Sé que es tu jefe, pero por favor, no me vuelvas a pasar una llamada así. Antes dile que no lo quiero coger y listo —advierte ella al chofer y luego baja igual de enojada que el jefe de este.

John viendo como su jefe y la joven discuten le provoca jaqueca. Lo que menos desea es que lo pongan en medio del problema.

—Buenas noches, señorita Harley —saluda Bea al verla entrar—. El señor Emory me ha pedido que le prepare cena, tiene que comer señorita, ¿hay algo en especial que desee?

Arya la mira con fastidio, pero al igual que con John, ella tampoco tiene la culpa.

—Sé lo que él quiere, pero que se joda, no es mi dueño. Y cuando te pregunte que me preparaste de cenar dile que su ego en un tazón de leche. Buenas noches —pide sin esperar respuesta.

El enigma del millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora