Arya espera a que Ayden y su pequeño hijo salgan. Mientras tanto toma un poco de aire y va en búsqueda de Sebas.
—Pensé que quizás te habías ido de aquí —comenta ella sorprendiéndolo—. ¿Qué habrá de comer?
—Hey, hola... Bea no tarda en llegar con la comida —responde animado—. ¿Cómo van las cosas con? —señala el techo refiriéndose a los de arriba.
—Que te digo, ha sido una sorpresa encontrarlos... ver a mi hijo —confiesa recargada en la barrita de la cocina con la cabeza recargada en las manos y los codos en la encimera—, es lo más sublime que me ha pasado. Apenas le conozco y ya le amo.
—Es tu hijo, Arya —comenta Sebas mirándola con ternura—. Él pregunta constantemente por su madre, seguro a estas alturas se imagina que eres tú, solo que con pelo rubio.
—¡Me preguntó si quería ser su mamá! Por supuesto que en ese momento no sabía que era mi hijo, pero ahora que lo sé, quisiera decírselo —expone ella con emoción.
Sebas se mueve de un lado a otro en la cocina preparando la mesa mientras le pone atención.
—¿Se lo dirán? —pregunta con curiosidad.
—Supongo... Ayden no ha dicho que no.
En eso el timbre de la puerta principal chilla y Sebas va a abrir. Es Bea con las charolas de comida.
—¡Arya, me da gusto encontrarte de nuevo! —comenta ella dejando todo en la mesa para luego abrazarla.
—¡A mí también, Bea! —saluda efusiva—. Cuénteme que ha sido de sus vidas.
Bea le toma la palabra y le relata lo que ha hecho en los últimos años. Solo duró un año más con el señor Emory y puso su restaurante.
—Pero nos alegra mucho tenerte con nosotros —dice Bea y se acerca a Sebas—. Hay algo que tenemos que contarte.
Arya los mira cómo no entendiendo a que se refiere y entonces Bea levanta la mano extendiéndola a ella y dejando ver un hermoso anillo.
—¡Nos vamos a casar! —expone emocionada y Sebas también.
La doctora se queda un poco desconcertada, eso nunca lo vio venir. Creyó que Sebas era Gay...
—Dios, esto es... ¡Felicidades, chicos! —expresa levantándose para abrazarlos—. ¡Que guardadito! Jamás supe que ustedes... ¡Pillos!
Sebas se ríe por lo bajo. —Fue cuando te fuiste que comenzamos a salir —explica ruborizado—. Bea es una mujer increíble.
Arya los mira abrazados mientras este le da un beso en la coronilla a Bea. Ambos tienen unos cuarenta y algo años. No son mucho más mayores que ella.
—Buenas tortolitos —saluda Ayden con su hijo en brazos—. ¿Lista la comida? Tenemos mucha hambre —dice en tono infantil exagerando.
Aryehn le secunda fingiendo dolor de panza por el hambre.
—¡Ven acá, no exageres! —responde Sebas tomando en sus brazos al pequeño y sentándolo en su sitio.
—¿Y William? —pregunta Arya cuando no lo vio por ningún lado.
—Lo despedí.
—¿Qué hiciste qué? —cuestiona ella sorprendida, al igual que Sebas y Bea, que no se lo esperaban.
Ayden señala el asiento que ha designado para ella que es justo a su lado, como viejos tiempos. Frente a ella esta Aryehn, aun lado de él Sebas y Bea al lado de este.
Las charolas están sobre la mesa y cada quien comienza a servirse, excepto el pequeño a quien Sebas le sirve.
—Aryehn no estaba muy a gusto con él, y conociéndote, estoy convencido de que, en vez de ser de ayuda, sería un estorbo —explica escuetamente—. Prefiero, que como antes, tú elijas el personal.
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El enigma del millonario
RomansaArya Harley accede a un acuerdo millonario con Ayden Emory, un magnate de Nueva York, a cambio tendrán un hijo y una relación ficticia, pero con la regla inquebrantable de no tocarlo ni enamorarse. ¿Descubrirá este enigma que rodea al millonario?