Confrontación

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Arya yace recostada en la cama de Bea, totalmente adolorida.

—Yo creo que debemos informarle al señor Emory —menciona Bruno.

—No, hoy... —susurra Arya con esfuerzo—. Por favor, hoy no.

—No te preocupes, hermosa —dice Bea—. Yo cuidaré de ti. Lo importante es que descanses y te recuperes, después podrás tomar una decisión.

—¿Me informarán sobre el funeral de mi madre? —pregunta la joven a sus amigos.

Sam y bruno se miran entre sí, saben que, si ella ya no está en casa de Emory y ahora que la señora Mirella había fallecido, ya no serían solicitados.

—Sin ti ahí, y la señora Mirella, no considero que nos llamen de nuevo —informa Sam acariciando la frente de su amiga.

—Sebas y yo te mantendremos informada —asegura Bea pasándole una pastilla de dolor y antibiótico que le dio la doctora—. Toma, debes descansar, ya casi es de madrugada y no has pegado ojo. Yo debo ir a la casa del señor Emory, va a necesitar ayuda. De casualidad, ¿alguno sabe cuidar bebes?

Sam y Bruno se miran uno al otro y ambos niegan.

—Bueno, tengo que ir a averiguar qué ha pasado, pero me preocupa dejarte sola —dice a su amiga.

—Nosotros la cuidamos, no te preocupes —anuncia Bruno—. Solo promete que nos mantendrás informados.

—Vale, le dejaré el té en la barra de la cocina —comenta tomando un cambio de ropa y metiéndolo en su bolso—. Me voy antes de que otra cosa pase. Si tocan, no abran la puerta. Esta casa no la conoce el señor Emory, si llegase a averiguarlo y venir, no abran.

Los chicos afirman y Bea se despide para luego irse. Arya finalmente cae rendida al sueño después de tanto llorar. Le dolía la pérdida de su madre, de su hijo y del hombre que creía el amor de su vida.

Mientras tanto, en la casa del millonario, Ayden estaba histérico. Caminaba de un lado a otro enojado.

—¡Vuelve a marcar a John! —dice a Sebas quien remarca al guardaespaldas.

—Dile que aún nada, tengo gente en muchas partes, pero no podemos abarcar todas las salidas de Nueva York —informa nada más descolgar.

—Gracias —musita Sebas y cuelga.

—Dice que tiene gente buscándola, señor, está haciendo todo lo posible por abarcar la ciudad —informa intentando que no suene tan descabellado el comentario de John.

Bea llega en ese momento y los encuentra a ambos en la sala.

—¡Tú! —apunta Ayden con su dedo a la cocinera—. ¡Tú la ayudaste a escapar! ¡Te exijo que me digas dónde está!

La voz del millonario retumbaba con fuerza en todo el lugar.

—Debería de calmarse —sugiera con calma la mujer a pocos metros de él.

—Tú no me ordenas que hacer —refiere él con desdén y orgullo.

—Entonces debería preguntarse entonces por qué ella prefirió alejarse de usted en un momento de profundo dolor, a quedarse a su lado —hace notar al millonario para su mala fortuna.

Este se queda callado, es una duda que él se ha estado preguntando desde qué supo que huyó.

—No se trata de mí, se trata de su hijo, del funeral de su madre... —enfatiza con más calma.

Sabe que es una batalla que no va a ganar. Bea camina a su alrededor yendo a la cocina y pone su bolsa sobre la encimera. El aspecto del señor Emory es de lo más desgastado. Su rostro desencajado y mirada perdida le hacen ver que está sufriendo.

El enigma del millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora