Ayden no había estado más preocupado en su vida, como ahora. El pensar en todas las malas acciones que había hecho en contra de la joven, voluntaria o involuntariamente, lo hacían sentir mal; por ello mandó que de inmediato se hiciera la mudanza, pero lamentablemente el servicio no había sido confirmado por lo que tendrían que esperar. Enojado con Daniel por no haber confirmado el servicio, se convence para sí mismo que fue una buena elección el haberlo despedido.
—No crees que estás haciendo un poco injusto, hijo —inquiere Gerard Emory, por teléfono, a su primogénito—
—¿Por qué habría de serlo padre? Él no me ha fallado una, sino varias veces, y por si fuera poco traspasó el límite abogado—cliente. Lo que él crea de mí y de lo que yo haga con mi dinero no es algo que me quita el sueño, pero que, de ahí, a querer intervenir en la toma de mis decisiones para joderme la existencia. No me parece correcto —defiende Ayden su postura.
—Bueno hijo, el problema es que él te ve como un amigo por eso. Yo sé bien que él protege tus intereses, y que, además, guarda las confidencias de abogado cliente. Sin embargo, tú fuiste su amigo, y tal vez por eso se pensó con el derecho de traspasar ese límite —sugiere el viejo Gerard a sabiendas de que su hijo es un testarudo a la hora de tomar decisiones.
—Quizás tengas razón, padre, quizás no. De igual manera, no lo quiero en mi vida, él está saliendo con una persona que no me es grata ni a mí, ni a Arya. Lo mejor es terminar esa relación. Por ahora si tienes algún abogado que me recomiendas con gusto lo aceptaré —comenta finalmente intentando zanjar ese tema a su padre.
—Está bien hijo, Te haré llegar una lista de abogados con los que he tratado y que me parecen honestos. Por otro lado, quiero saber cómo está mi nuera y mi nieto —indaga Gerard Emory con la intención de que su hijo le cuente.
—Te preguntaría cómo es que te enteraste, pero supongo que el chismoso de Mark fue corriendo a ti como siempre —resuelve Ayden con molestia para luego proseguir—. Ella está estable, está siendo trasladada casa en una ambulancia junto a su madre. No creo que su mamá sobreviva el mes, está muy delicada —comenta mirando el paisaje mientras yo recorro las calles en el todoterreno, pues van siguiendo la caravana de la ambulancia.
—Lo siento, me imagino lo difícil que va a ser para Arya. Pero tú tienes que ser fuerte para ella, fuerte para darle calma y tranquilidad en los días que ella lo necesite. Está en el último tramo de su embarazo y cada vez va a ser más difícil para ella tener un hijo, sin que su madre esté a su lado —explica Gerard pensando en la madre de su hijo mayor. La extraña desde el primer día que se marchó.
—Lo sé papá, he reflexionado en ello últimamente y la verdad, es que me he portado como un auténtico gilipollas. Pero intentaré ser lo mejor para ella y para mi bebé —asegura Ayden, aunque en realidad está consciente que una vez que ella tenga su hijo se marchara o al menos ese es el trato que sigue vigente, ya que no ha aceptado aún quedarse con él otros tres meses.
—Está bien hijo, te dejo que tengo una junta. Por favor, mantenme informado del Progreso de tú, de tu novia y de su madre.
—Gracias, padre —dice finalmente Ayden antes de colgar la llamada.
Arya es instalada en la recámara de Ayden acompañada de Sam, mientras que su madre es instalada en su anterior recámara, acompañada de una enfermera que estará con ella todo el tiempo, y Bruno, que estará para ayudarle en caso de ser cargada.
Ayden llena su hogar de flores. Durante los siguientes tres días está pendiente de Arya y de sus necesidades todo el tiempo que puede.
—No es necesario que me cuides, estoy en cama. Ve, trabaja en algo. No me gusta que estés aquí viéndome todo el tiempo, me hace sentir extraña —confiesa Arya al apuesto millonario mirándolo con ojos perspicaces.
—Lo sé igual, sé que no vas a salir corriendo a ningún lado, pero no es por eso por el que estoy aquí, es porque estoy preocupado por ti. Quiero que estés bien, quiero que no te falte nada —explica Ayden con preocupación.
—No estoy sola, estás conmigo, está Bea, Sam y además está Sebas. Si tienes que ir a trabajar ve, has lo tuyo, no te preocupes por mí. En serio —afirma la joven mirándolo con intensidad esperando que él le haga caso.
Finalmente, él resuelve que, si tiene algo que hacer, que es encontrarse con su nuevo abogado.
—Vale, de hecho, sí tengo una reunión, voy a conocer a mi nuevo abogado. Dicen y según lo que yo he investigado, es uno de los mejores de la ciudad, solamente espero que no se involucre tan personalmente cómo lo hizo Daniel —concreta Ayden parándose.
—Dale, yo digo que es un error que la hayas despedido, él es muy bueno como tu abogado, además de que se preocupa realmente por ti —destaca la joven frente a él mientras ella yace sobando su barriga.
—Quizás sí, quizás no, de igual manera no creo que te agrade mucho cuando sepas que está saliendo con Katty y que de alguna manera siento que ella lo está influenciando en mi contra —confiesa el millonario sentándose frente Arya
—oh... eso no lo imaginé —comenta ella sintiendo de nuevo unos piquetes en la cadera.
Se queja del dolor y hace una mueca.
—¿Qué tienes? —pregunta él poniéndose de pie de inmediato. Camina hasta su lado y se sienta junto a ella—. ¿Te duele?
—Solo son unos piquetes —murmura ella sudando frío—. Sabes, tengo mucho sueño y me duele la cabeza. ¿Me puedes dar una pastilla para dolor? Es la de etiqueta amarilla...
Él se levanta y trae lo que necesita, sin que ella se lo pida, le ayuda a inclinarse un poco para que con una pajilla beba el agua luego de poner la pastilla en su boca. Arya se sorprende un poco de que la toque, así como de que la esté llenando de mimos.
—Gracias —musita mientras él la vuelve a ayudar a recostarse completamente.
—No agradezcas, te ves cansada —revela con ternura y se sienta junto a ella en el colchón—. Si gustas... puedo acariciar tu cabeza, mi madre hacía eso conmigo cuando no podía dormir.
Arya abre los ojos solo para cerciorarse de que él esté sugiriendo tocarle, aunque sea en la cabeza.
—Sé que es difícil de creer que pueda ayudarte, pero me preocupas... me preocupa mi hijo, si tú estás bien, él lo estará también —afirma así que ella decide sonreír haciéndole entender que tiene razón.
—Está bien —murmura Arya acomodándose de lado mientras abraza la almohada.
Cierra los ojos y se deja llevar al sueño acompañado del hombre que ama. Ayden pone su mano sobre su cabeza y comienza a darle pequeños masajes circulares con la yema de los dedos.
De pronto Ayden recuerda una melodía que su madre le cantaba cuando niño y comenzó a tararearla. La joven se relaja tanto que no tarda mucho en quedarse dormida, encantada con la armonía de la voz de su millonario.
Uno podría pensar que este huye cuando se queda dormida, pero no, se quedó a su lado observándola, pensando en todas las cosas que podrían pasar si ella se queda. Sabe que ha traspasado sus propios límites.
Poco a poco ha ido tolerando pequeños toques, en su vientre, manos, cabeza... pero no sabe si sería capaz de llegar a tolerar, tocarle o que le toquen.
Arya se remueve un poco, como si soñase. De pronto levanta su mano en busca de algo, la mano de Ayden yace a su lado y está la toma. Cuando su piel roza con la de ella es como si electricidad le recorriese. Arya suelta un suspiro, como si por fin hubiera alcanzado un elixir que necesitaba.
—Te amo —murmura la joven entre sueños—. Te amo, Ayden.
El millonario queda paralizado ante la confesión de Arya en sueños, no era algo que esperaba y, aun así, su corazón delator se excita al sentirse amado. Sin embargo, su mente traicionera le dice que huya, que huya antes de causar más daño que jamás pueda reparar.
Ayden la suelta con precaución y sale de la habitación, se encuentra perdido.
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El enigma del millonario
RomanceArya Harley accede a un acuerdo millonario con Ayden Emory, un magnate de Nueva York, a cambio tendrán un hijo y una relación ficticia, pero con la regla inquebrantable de no tocarlo ni enamorarse. ¿Descubrirá este enigma que rodea al millonario?