Capítulo 33: Sacrificios

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El silencio era absoluto. Ni siquiera podía escuchar su propia respiración. Se sentía completamente rota, devastada. Todo en lo que creía hasta ese momento se había hecho mil pedazos, y los fragmentos se le habían clavado en sus venas mientras desgarraba la piel de adentro hacia afuera. Estaba meciéndose suavemente en su lugar, cavilando, pensando en que, ahí, el lugar donde alguna vez pensó que estaba aprendiendo los secretos para obtener la victoria sobre la oscuridad, Hermione comprendió que lo único que había estado haciendo era prepararse para el fin.

Comprendió que no iba a sobrevivir.

Su propósito en la vida era seguir un plan. El Plan. El único que había existido desde el momento en que nació. Su misión era entregarse a la muerte con la cabeza baja y el cuerpo sumiso, para que así la misma muerte se llevara a Voldemort cuando el momento le llegara, cuando se le fueran arrancados los últimos vínculos que lo ataban a la vida. Debía enfrentarse al señor tenebroso, sin oponer resistencia, sin alzar la varita, sin ningún comentario y sin rechistar.

Debía morir para que ninguno de los dos viviera.

A pesar del miedo, del terror que la invadía... no sentía su corazón latir con fuerza. Lo sentía calmado... casi muerto. Solo sabía que seguía viva por que la voluntad la mantenía de pie, y pudo sentir, muy en el fondo, un intenso latido cada tanto, pero por un momento, pensó que el corazón se le había detenido cuando la verdad la golpeó en la cara.

Y de pronto, en su infinita arrogancia, pensó que nunca había considerado realmente lo que sería morir... realmente morir.

Había pensado que moriría asesinada antes de alcanzar cierto día, siempre pensando que en cualquier momento podrían venir y matarla, o que algún día podría perder... pero no había pensado en la muerte como tal. ¿Era doloroso...? Había experimentado el impacto de la maldición asesina más de una vez contra su cuerpo, pero estaba protegida por la piel de su forma animaga, y la quemazón que sentía contra su pecho se desvanecía al cabo de unos minutos, pero cuando pensó en recibirla en su pecho, humano y mortal, la sensación de un fuerte estallido golpeando contra sus huesos la invadió, imaginando sin sentir, el mayor de los dolores.

Los dedos le temblaban suavemente, y sintió un escalofrío que le recorrió los dedos, pero no llegó más allá. Sentía que sus manos querían apoyarse sobre el suelo y levantarse, pero sus piernas tenían problemas para erguirse y sostenerse sobre si mismas. Pero se obligó a sí misma a levantarse, a ponerse de pie por su propia cuenta. Respiró profundamente, y el aire helado de la noche le llenó los pulmones, sentía que le quemaba de una forma extraña... pero no le importó en lo absoluto.

Ya no importaría pronto.

Se giró para ver el despacho del director... el sombrero seleccionador había desaparecido, los retratos seguían vacíos, no había nada que identificara el lugar que alguna vez le había pertenecido a Dumbledore, sino que ahora se encontraba casi totalmente vacío, de no ser por los viejos libros y, lo que creyó ver, era una de las capas oscuras de Snape colgadas en el fondo de la pequeña habitación detrás del escritorio. Recordó aquella pequeña habitación, cuando su padre y Dumbledore le hablaron sobre la profecía.

Que ingenua había sido... ahora comprendía que lo que Dumbledore y Grindelwald habían hecho no fue con malas intenciones hacia ella, respondía a un plan, a un propósito mayor, mucho más grande que ella misma, todo por... un bien mayor. Ahora entendía que Dumbledore jamás renegó del lema de Grindelwald, pues antes había sido de él también. Había vivido y muerto por el bien de todos, solo que renegando de los métodos que alguna vez empleó su padre... ahora estaban juntos de nuevo, y los dos habían planeado que todo culminara en estos momentos... habían planeado su muerte por el bien de todos.

Hermione Grindelwald - Tears of Magic BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora