Capítulo 40: Victoria y Muerte - Segunda Parte

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"God bless our king, its a bright light day
Let us worship in your triumph"

2 de mayo de 1998, Castillo de Hogwarts

Era extraño. Muy extraño en verdad.

Las voces... el sonido de las tazas chocas y los pasos andar por el suelo.

Cuando se vive durante años en un lugar olvidado de la mano de cualquier dios, uno aprende el sonido de sus propios pasos, el como choca las cucharas con las tazas y se sirve su propio té. Ahora, se encontraba delante de un escenario que ni en esta ni en su siguiente vida habría soñado con ver. Paz... verdadera paz.

El sol fue ascendiendo por el cielo de Hogwarts y el Gran Comedor se llenó de luz y de vida. Los cuerpos de los mortífagos asesinados, con el cadáver de Bellatrix incluido, habían sido removidos y dejados en lo profundo de las mazmorras, lejos de los cuerpos de aquellos que dieron su vida para vencerlos, lejos de las miradas de aquellos que, aún en la muerte, les odiaban.

Los estudiantes, profesores, amigos y vecinos de Hogsmeade se encontraban sentados en el gran comedor sobre las largas mesas que representaban a las casas de Hogwarts, reparadas y arregladas nuevamente por la directora McGonagall, donde todos se sentaban en el lugar donde deseaban estar; sin casas que los separaran, todos entremezclados unos con otros. Los estudiantes de Durmstrang y Beauxbatons acompañaban a sus amigos y conocidos de Hogwarts como una sola gran escuela.

Todo mientras él contemplaba desde la entrada.

Grindelwald había se había apartado del resto un momento cuando la batalla terminó. Cuando los mortífagos que sobrevivieron huyeron o fueron derribados, los carroñeros detenidos y los hombres lobos que se negaron a rendirse fueron exiliados. Cuando todos gritaron con gran regocijo ante la muerte y desaparición del señor tenebroso, y con aún mayor felicidad levantaron en brazos a su hija, que se coronó ante todos como la gran salvadora del mundo mágico de la era moderna. La hechicera más poderosa. La nueva leyenda a la par de Merlín y el propio Dumbledore.

Gellert, por unos instantes, al pensar en su viejo amigo, miró por el gran agujero que se había formado en el muro del vestíbulo, aquel que daba hacia el lago negro y cuya vista dejaba ver, a lo lejos, la isla de la tumba blanca, donde Delphini se encontraba reposando, atada sobre una cama encantada. La figura de varios Aurores se podía divisar a lo lejos, esperando a que se despertara de su horrible sueño.

Una voz sacó de sus pensamientos a Grindelwald.

¿Té, Gellert? – preguntó la voz de Minerva, colocándose a un lado de él, sin ninguna taza de té en la mano.

No... No, Minerva, muchas gracias. – dijo Gellert, recuperando sus pensamientos y fijándose en la nueva directora del Colegio.

Minerva simplemente asintió, parecía saber de antemano que no le aceptaría ningún té.

Escucha... no volveré a decirlo, así que. – comenzó a decir la profesora, tomando aire por unos instantes.

No tienes que decirme nada, Minerva... en serio. – dijo Grindelwald, llevándose las manos detrás de la cintura, cruzando los dedos. – No quisiera que te tragaras tu orgullo por algo como esto.

Créeme, Gellert, es algo como esto por lo que vale tragarme mi orgullo... – dijo McGonagall, con su rostro más serio posible.

Y créeme cuando te digo, Minerva... que prefiero no escucharlo. – dijo el hombre, mirando de vuelta a la mujer de cabellera negra repleta de canas grises. – Es mejor escuchar esas palabras dirigidas a otros.

Hermione Grindelwald - Tears of Magic BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora